Hace varios años que Zulymette “Zuly” García Ramos, consejera de salud mental que lleva 17 años trabajando en servicios o proyectos de violencia dirigidos a mujeres sobrevivientes, notó que se les hacía difícil conseguir ayuda para arreglar ciertas cosas en las viviendas y no tenían dinero para contratar personas que lo hicieran para ellas.
A veces, dice García Ramos, “estábamos buscando a ver quién viene a las 2:00 de la tarde un viernes a cambiar una cerradura, un operador de venta, un liqueo del baño, ya sea porque representa un elemento de seguridad para la participante o porque es un elemento de la cotidianidad del espacio. Los proyectos no cuentan con mucho presupuesto para poder pagar ese tipo de arreglo de mantenimiento”.
Entonces, “yo me preguntaba por qué en general las mujeres no sabíamos hacer esas cosas”, contó la fémina a Es Mental.
“Como dice Alba, si podemos usar el cuchillo para picar la carne que vamos a cocinar para alimentar a la familia pues definitivamente tenemos las destrezas físicas y cognitivas para poder usar un taladro”, añadió.
Alba Montero, a la que se refiere, es una ebanista con 20 años de trayectoria. Es de las contadas mujeres que se dedican a este oficio que tanto se necesita para mejorar los hogares. Sin embargo, según García Ramos, administradora de Albanistería, es tímida y siempre esquiva las entrevistas como esta y le pide encargarse de estos asuntos.
García Ramos conoció a Montero hace seis años y con el tiempo la convenció “de que me preparara unos talleres para participantes del proyecto de vivienda sobre el manejo de herramientas manuales, taladros, caladoras y electricidad básica. Un poquito de todo”.
Y así, sin esperarlo, nació Albanistería, un taller en el barrio Minillas en Bayamón para empoderar a las mujeres en eso que creían que no sabían o no podían hacer. A esas primeras alumnas, víctimas de violencia y que mayormente no tenían estatus migratorio en el País, les ayudaron tanto que lograron diversificar las tareas que hacían limpiando casas o cuidando niños en sus trabajos no regularizados del todo. Añadieron a sus resumés esas cosas que aprendieron, desde poner cuadros, arreglar puertas, enchufes, ventanas y, luego, a laminar gabinetes.
No solo se trata de reconocer lo capaces que son en tareas del hogar y de ebanistería, sino que pueden capitalizar “porque hay un mercado, honestamente, bien rico porque no tienes quién te ayude o tal vez yo, como mujer, prefiero llamar a una mujer a que vaya a mi casa a arreglarme algo, que llamar a un hombre, porque de cierta forma me siento más segura”.
Ambas, junto a varios ebanistas y la ayuda de Ferretería Valerie en Bayamón -de las pocas manejadas por mujeres en la isla-, empezaron en la marquesina de la casa, con talleres para 10 personas. Luego, con el aumento inesperado en la cantidad de personas que compraban sus talleres, dividieron los eventos entre niñas de hasta 16 años y mujeres de 17 en adelante. De hecho, mencionó que los talleres de las niñas los brinda un socio ebanista, Elio Torres junto a su hija Estela, de 15 años, quien es “una dura, (y) sabe hasta soldar”.
No dan abasto. Pero los costos de compras de materiales para los talleres no son bajos porque desde hace años han aumentado llegando hasta 700 por ciento por encima de lo que pagaban antes, según García Ramos.
Por eso, mantienen las matrículas lo más bajo posible, pero con miras a aumentar los talleres en el nuevo lugar que lograron habilitar durante la pandemia -que no las detuvo- y que, por el momento, por restricciones gubernamentales permiten solo 12 participantes por taller.
Son cuatro los proyectos que ofrecen casi cada fin de semana. El básico para tareas sencillas en el hogar. En ese “van a aprender y practicar todo, a cambiar una cerradura, arreglar goznes, a usar la caladora para picar, y hasta ensamblar una caja de herramientas”, explicó García Ramos.
Otro de los talleres enseña cómo montar receptáculos, hacer lámparas y como montarlas y a usar taladros-martillos para instalarla. Albanistería también tiene otro adiestramiento de plomería en el que las mujeres aprenden el funcionamiento y cómo arreglar inodoros y fregaderos y a identificar y detener liqueos. Han ofrecido talleres a hombres también, pero siguen con ímpetu empoderando a las mujeres.
El taller más específico es el de laminado para reformar gabinetes y otros muebles.
“Hay gente que nos llama, que tienen cocinas que se hartaron de verlas, que están en buenas condiciones, pero uno sabe que están pasadas de moda y quieren hacer la remodelación de forma económica ellas mismas. Y aprenden con nosotras”, recordó García Ramos.
Sin embargo, en Albanistería saben que sus talleres no son asequibles para todas las personas. Por eso crearon una corporación sin fines de lucro para buscar fondos y donantes que puedan costear la matrícula de las talleristas. Poco a poco, desde noviembre, abrirán espacios por nominación. Ya tienen 27 de las 12 que pueden aceptar, aunque mantendrán un banco si consiguen fondos.
La Ferretería Valerie, que siempre les ha suplido sus materiales para los talleres a menor costo para ayudar, el proyecto “En Madera”, de dos mujeres que se dedican al trabajo artesanal para decorar, y la Maderera Donestevez en Carolina -que por primera vez tiene una mujer como administradora- están ayudando a la organización sin fines lucro para dar talleres sin costo a las becadas.
Aquellos que deseen donar becas para las talleristas, que serán seleccionadas por nominación, pueden comunicarse con Albanistería a albanistería@gmail.com o en sus redes sociales en Facebook o Instagram.