Entre el 30 y el 40% de los afectados directamente por el evento podrían sufrir trastorno de estrés post traumático

Choques en la carretera, asaltos, agresiones de algún tipo o desastres naturales se encuentran entre los eventos ante los cuales podemos reaccionar con gritos desesperados, sudor frío, palpitaciones o dificultad para respirar. También podríamos perder el sueño o el apetito, afectándonos física y emocionalmente. 

Aunque prácticamente todos, en algún momento, hemos experimentado brevemente un cuadro similar ante alguna experiencia traumática, hay quienes continúan reviviendo la misma y sufriendo sus consecuencias como el mismo día en que ocurrió. Si esto pasa, la persona puede haber desarrollado el trastorno de estrés postraumático. 

Un ejemplo para entender este desorden es lo que ocurre tras un choque de tránsito. Es muy común que la víctima sienta algún temor o nerviosismo al volver a viajar en un auto. Sin embargo, con el paso de los días la vivencia se convierte en un recuerdo que no le impide volver a conducir o a transitar de pasajero como solía hacer. Para una persona con estrés postraumático la experiencia es muy distinta. 

“La recuperación que se supone ocurra no se presenta y termina bloqueando la mejoría. Continúa con un miedo intenso, hasta pánico y ansiedad fuerte. Como parte de los síntomas, continúa reviviendo el evento constantemente, a través de pesadillas o incluso despierto. El recuerdo es tan vívido que se activan todas las reacciones físicas”, explicó la psicóloga Marilyn Rodríguez González.  

Quien queda tan afectado puede recurrir a evitar situaciones que le recuerden lo que pasó, privándole de disfrutar o conducir su vida como solía hacer. Se puede llegar, incluso, a cambiar las creencias o la visión de mundo. Es decir, de acuerdo con Rodríguez, la experiencia puede marcar, “un antes y un después”. 

A nivel colectivo, Puerto Rico ha experimentado eventos traumáticos causantes de mucho miedo e incertidumbre. Esta realidad nos coloca en una posición de vulnerabilidad para que la población desarrolle ansiedad e incluso trastornos relacionados. 

De acuerdo con el doctor Domingo Marqués, la literatura indica que países que sufren tres o más desastres (incluida la pandemia de COVID), tienen más problemas de salud mental y física. En el caso de la Isla, forma parte del historial reciente semanas el huracán María (2017), los sismos en la zona suroeste (2020), la pandemia (2020) y el huracán Fiona hace menos de dos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no se puede generalizar en cuanto a la reacción de las personas. Todo dependerá de cuán expuestas estén a las consecuencias de las tragedias, además de muchos otros factores que incluyen sus destrezas emocionales, pero incluso la genética. 

Aun así, en el caso de la gente directamente expuesta a los eventos, las probabilidades de desarrollar ansiedad y hasta el síndrome de estrés postraumático son elevadas: entre 30 a 40 %. Esto en comparación a un 5% en el resto de la población. Mientras, para los rescatistas fluctúa entre 10 a 20%. Marqués señala que ser mujer, tener un hijo en el hogar y encontrarse en el grupo de edad de 40 a 60 años, o sea, posiblemente a cargo de menores y adultos, además de la carga laboral, también son factores de riesgo. Entra en juego, además, el historial de salud mental. Si hay condiciones previas la vulnerabilidad es mayor. 

Para que un profesional de la salud diagnostique el síndrome de estrés postraumático la persona debe presentar los síntomas durante al menos un mes. Enfatizó que, aunque en algunos casos se distinguen de inmediato, en otros pueden despertar pasados seis meses o, incluso, un año. No necesariamente tiene que haber tenido la experiencia traumática sino haberla vivido de manera indirecta, a través de quien la vivió.

Marqués señaló que personas muy sensibles pueden sufrir de “la culpa del sobreviviente”, que se refleja en un gran pesar por observar la injusticia y el tormento de los semejantes. 

Ante este panorama es útil recordar que las emociones simplemente existen. No hay que tildarlas de buenas o malas, sino de naturales. Incluso, la ansiedad, en su justa medida, es necesaria.

“Hace que el cuerpo funcione más eficientemente para hacer ciertas cosas. Es una reacción primitiva que provoca lo que llamamos la respuesta “fight or flight”. Eso surge de la prehistoria”, comenta la psiquiatra Arlene Rivera Mass al recordar como nuestros antepasados tenían que huir de fieras salvajes para proteger su vida. “La ansiedad es una reacción que el cuerpo va a tener, pero cuando se excede o se perpetúa, puede causar una disfunción en la manera en que nos comportamos. Esa ansiedad que tal vez ayudada a defendernos, nos limita o a veces condena”, precisa. 

Si se presenta, el síndrome de estrés postraumático puede ser atendido con diferentes terapias psicológicas y en ciertos casos se recomienda también la medicación. 

Para mitigar el impacto que la situación actual puede tener en la salud mental los profesionales recomiendan intentar mantener el orden y la rutina en la medida que sea posible. Mantener un horario regular para las comidas y el descanso, por ejemplo, puede ayudar a sentir estabilidad en medio de todos los factores que no se pueden controlar. Ayudar al prójimo, involucrarse de alguna manera en la búsqueda del bienestar colectivo y apartar algún momento del día para procurar el autocuidado con técnicas de relajación, ejercicio o práctica espiritual también promueven el bienestar dentro de las circunstancias. 

  • Esta nota ha sido editada para corregir el nombre de la Dra. Marilyn Rodríguez González quien equivocadamente fue identificada como la Dra. Meralys Rodríguez Montañez.