Comenzar a vivir una nueva realidad en medio de la pandemia por el COVID-19 podría provocar que algunas personas desarrollen ansiedad, estrés y miedo al tener que enfrentarse a cambios en su modo de vida.
Cuando aún el virus representa una amenaza de posible contagio, las personas han tenido que comenzar a trabajar debido a la reapertura de gran parte del sector económico, mientras que se espera que otros hagan lo mismo en la próxima fase. La incertidumbre de posibles cambios en la forma en que trabajaban y en cómo se relacionaban con los demás son algunas de las preocupaciones que los pueden afectar a nivel de salud mental, según Kalitza Baerga, presidenta de la Asociación de Psicología de Puerto Rico (APPR).
Sin embargo, Baerga aseguró que ha visto casos de personas que minimizan la situación por la que atraviesa el país y el mundo. Recomendó que haya balance: tomar las precauciones pero sin sentirse que todavía están confinados en sus hogares.
“Todo eso crea que la gente se sienta ansiosa, que tengan miedo, y obviamente tenemos que readaptarnos a un escenario totalmente desconocido para la mayoría de nosotros”, sostuvo la psicóloga clínica.
Las personas también pueden sentir incertidumbre por el regreso a la escuela de sus hijos y por la forma en que trabajarán los cuidos de menores, indicó.
Baerga alertó de la posibilidad de que se puedan exacerbar algunos diagnósticos de salud mental, como la ansiedad generalizada, los trastornos de adaptación y el trastorno obsesivo compulsivo. Explicó que a las personas con estos diagnósticos “se le hace bien difícil el manejo de la incertidumbre y, entonces, vienen los pensamientos catastróficos”.
Se pueden poner más ansiosos de lo que sentían a diario y ver la situación como una amenaza, agregó.
“Es importante que la gente siga recibiendo la ayuda profesional para que puedan manejar esa incertidumbre”, recomendó.
En relación a las personas que subestiman el riesgo latente del coronavirus, reiteró que tienen que se tienen que seguir manteniendo unas medidas para evitar contagios y que no se pueden minimizar las cosas, “y en ese sentido hay que exponerse lo menos posible”.
Baerga mencionó, además, que las personas que han perdido sus empleo como consecuencia del COVID-19 y que se han afectado por el retraso en las ayudas económicas por parte del Gobierno pueden caer en una situación de vulnerabilidad que pudiera afectar su salud mental.
“El mismo sistema los pone en una situación vulnerable, por eso yo soy bien partidaria de que tenemos que trabajar en nuestras políticas publicas para que la gente se beneficie de estas ayudas en el momento en que la gente las necesita, y no se tarden tanto tiempo, porque la gente tiene que pagar sus cosas y tienen que seguir comiendo”, opinó.
A juicio del economista Julio César Hernández, las personas que se han llevado la peor parte durante la pandemia son aquellos empleados que la subsistencia los ha obligado a tener que ir a trabajar.
“Quien se ha llevado la peor parte y se va a llevar la peor parte es la gente que no vive de asistencia (del Gobierno), sino la clase media trabajadora pobre, que por muchas razones son la gente más expuesta al COVID-19 y también son las personas que están más vulnerables en términos de empleos, porque están casi todos part time (tiempo parcial)”, sostuvo.
Hernández prevé que más personas puedan perder sus empleos debido al cierre de sus centros de trabajo por la pandemia. Dijo que las ventas al detal pudieran verse afectadas por las compras por internet y, que a pesar de la reapertura de la mayoría de las actividades económicas, habrá muchas personas, sobre todo las que padecen de enfermedades crónicas y los adultos mayores, que van a optar por no participar de actividades de mercado para proteger su salud.
La socióloga Liliana Cotto Morales coincidió con Baerga en que las personas podrían sentirse ansiosas con la nueva normalidad tras el COVID-19, sobre todo por la falta de información real por parte del Gobierno con el tema de las pruebas.
A pesar de la poca cantidad de pruebas que se han hecho en Puerto Rico, el Gobierno reabrió la tercera fase, la que incluía centros comerciales, salones de belleza, cines y aumentó la capacidad de los restaurantes de un 25 a un 50% de la ocupación.
Opinó que entre las personas que podrían sentirse ansiosas figuran las que tienen que regresar a trabajar tras la reapertura y los padres que tendrán que comenzar a dejar a sus hijos en los cuidos para poder ir a trabajar.
En términos de regreso al trabajo, aconsejó a los empleados a estar pendientes a que su centro de trabajo sea cumplidor de las medidas de higiene y del distanciamiento social. Sin embargo, dijo que los empleados también deben cumplir con las normas establecidas por sus patronos para evitar el contagio.
Por otro lado, la socióloga expresó preocupación por las personas que siguen viajando en aviones en medio de la pandemia y por algunos grupos poblacionales de jóvenes que piensan que el COVID-19 no les va a afectar, poniendo en riesgo a otras poblaciones vulnerables.
Cotto Morales dijo que la experiencia del COVID-19 ya ha provocado un cambio cultural, sobre todo en la forma en la que las personas se comunican y expresan su afecto.
Para ella, el distanciamiento no tiene por qué ser social sino físico, y que se pueden buscar formas de conectarse más con la naturaleza para el enriquecimiento y la felicidad.