Los casos de violencia sexual, como violaciones y actros lacivos, hacia niñas y mujeres puertorriqueñas aumentaron durante la pandemia, según estadísticas de la Unidad de Delitos Sexuales y Maltrato de Menores del Negociado de la Policía de Puerto Rico.

Las mismas reflejan un aumento de 14 casos más, en comparación con el 2020, en las querellas por delitos sexuales de las zonas policíaca de Mayagüez, Aibonito y San Juan, siendo estos dos últimos los lugares en los que se registraron los hechos más recientes.

De acuerdo con los datos actualizados al 26 de octubre de este año, son niñas entre 11 a 15 años las más afectadas por este tipo de violencia de género, seguido por menores de cinco a diez años. El alza es visible también entre la población de mujeres de 18 a 20 años. 

Los números confirman, además, un aumento en la categoría de actos lascivos, de 411 (2020) a 427 (2021). Además, apunta a que los agresores son principalmente padrastros, madrastras, familiares y conocidos. 

La semana pasada, los medios del País reseñaron dos casos de delitos sexuales cometidos hacia una niña de diez años, así como otra joven, quienes fueron agredidas sexualmente por un padrastro y un primo. 

Pero, ¿qué sucede con las que no aparecen en estos datos? ¿Aquellas que, ante el miedo a ser revictimizadas o que no crean sus testimonios, optan por quedarse en silencio? 

Esto es, precisamente, lo que preocupa a expertos como el doctor Joel Manzano Mojica, del Centro Salud Justicia de Puerto Rico, adscrito a la Escuela de Medicina San Juan Bautista.

En términos de estadísticas sabemos que el número es más alto, porque no todas las víctimas dan un paso al frente para reportarlo. Estamos hablando de una aproximación y de la gente que reporta la situación, pero esto es solo la punta del iceberg. Lo que hay abajo del iceberg son los casos que pasan muchísimo tiempo y luego de uno, dos o tres años es cuando la víctima puede lograr hacer un reporte”, sostuvo Manzano Mojica a Es Mental. 

De acuerdo con el psicólogo, muchos de los mitos que giran alrededor del tema provocan que perpetúe el silencio entre las afectadas. 

“La víctima dice: «Si digo lo que pasó, van a decir que es mi culpa o no me van a creer», y eso es parte de lo que se fomenta a través de los mitos y esto las víctimas lo escuchan en su entorno social» sostuvo. 

De igual forma, al tratarse de eventos que implican traumas, el doctor recordó que las víctimas pueden experimentar repercusiones mentales, que van desde el trastorno de estrés postraumático, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno del estado de ánimo, depresión y otras instancias de salud mental, dependiendo de la cronicidad del abuso”.

“El entrar en un proceso de tribunal, tanto para los menores como adultas, puede resultar en tener que acceder nuevamente a esas memorias traumáticas o recuerdos, por eso es que muchas veces las víctimas necesitan ese sistema de apoyo integrado”, aseguró. 

Por su parte, Suzzete Álvares Soto, trabajadora social y miembro de la Fundación Alas a la Mujer, entidad sin fines de lucro que brinda ayuda psicosocial y económica a mujeres en situaciones de crisis por violencia de género, agresión sexual y pobreza, abundó en que el factor edad de las víctimas y el rol de poder que ejercen los agresores sobre estas hace más difícil que se haga una denuncia. Pero, además, el hecho de tener que apalabrar lo vivido.  

“Cuando se trata de agresión sexual, que es algo tan íntimo y terrible, es mucho más difícil el poder presentarse en un proceso formal para contar esa historia cuando la persona agresora esta ahí. Muchas de las participantes cuentan que lo más terrible es tener que explicar todo lo que les pasó”, expresó.

Y agregó que “para establecer esa denuncia, la revictimización puede ser algo que presente retos para el trauma que enfrentan las víctimas y sobrevivientes”. 

La trabajadora social destacó que la violencia sexual no se limita a un acto de penetración y es por eso la importancia de la educación. 

De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define este término como “todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo”. 

“Hay muchas otras maneras de agredir sexualmente y a veces se toman como si la víctima hubiera dado consentimiento», dijo.  

Preocupa la disponibilidad de fondos para atender el tema

El doctor del Centro Salud Justicia de Puerto Rico recalcó que, ante el aumento de los casos, hay una inquietud respecto a la disminución en la disponibilidad de fondos para centros y organizaciones que trabajan de manera integrada (con una combinación de servicios) para las víctimas y sobrevivientes. 

“Eso crea un desfase entre la cantidad de servicios o la cantidad de recursos que como Centro puedo ofrecer versus la demanda que hay afuera, y eso es preocupante porque sabemos que la pandemia ha creado un aumento significativo en los casos y que ahora con la apertura de las escuelas ha habido un aumento en la cantidad de reportes”, sostuvo.  

A nivel mundial, una de cada tres mujeres ha experimentado una agresión física o sexual por su pareja o algún familiar. 
Más del 60 por ciento de las sobrevivientes de algún tipo de violencia no busca ayuda. Muchas optan por callar, según información de la OMS.