Si bien el alimentarse es un proceso fisiológico esencial en la vida de cualquier ser humano, cuando comer se convierte en un refugio para calmar diversas emociones, es importante detectar las señales y, de ser necesario, buscar ayuda profesional.
El también llamado hambre emocional consiste en utilizar la comida como una respuesta a las emociones y sensaciones que experimenta un individuo, a veces negativas.
La comida llega a convertirse en la protagonista de la cotidianidad de una persona, particularmente a la hora afrontar alguna emoción o situación específica, explicó a Es Mental la licenciada Anizeida Laboy, nutricionista dietista.
“Surge aunque no haya apetito y puede ocurrir por situaciones de tristeza, aburrimiento, estrés”, dijo.
El hambre emocional puede ser común en estos días, debido a que las personas viven casi en modo automático y no necesariamente son conscientes de las verdaderas señales internas de hambre o saciedad, expuso por su parte la licenciada Melanie E. López-Mercado, nutricionista enfocada en la salud intestinal y certificada en coaching nutricional.
Algunas señales de hambre emocional pueden manifestarse como hambre repentina tras vivir una situación de estrés, un antojo específico que no se calma, incluso, comiendo lo deseado, comiendo grandes cantidades de comida sin darse cuenta y/o experimentar sentimientos de culpa luego de comer, detalló López-Mercado.
Coincidiendo con esto Laboy agregó que “podemos identificar que se trata de hambre emocional cuando esto aparece repentinamente. Estamos bien y de la nada aparece esa necesidad de comer algo en particular”, señaló.
El doctor Carlo Blanco, psicólogo, apuntó a que muchas personas usan la comida como “bastón” para procesar las diferentes emociones sentidas. Inclusive, algunos celebran con comida o la tienen presente en momentos tristes.
“En muchas personas, que tienen carencias emocionales afectivas, se puede ver lo que es el hambre emocional, pues se refugian en la comida”, sostuvo.
“De igual manera, cuando está pasando un momento difícil o un duelo, se activa el hambre emocional”, agregó el psicólogo.
En caso de personas con diversos trastornos de la conducta alimentaria, se sabe que existe un vínculo significativo con la regulación emocional y diversos estudios que hoy cita NIH, o la National Library of Medicine, coinciden en que ciertas emociones pueden conducir a episodios de atracones.
“También hay personas que, por el contrario, todas estas situaciones le quitan el hambre”, puntualizó el doctor Blanco.
Otras repercusiones sobre el bienestar fueron mencionadas por la licenciada Laboy, entre ellas las enfermedades crónicas tras un consumo inadecuado de alimentos sin, quizá, algún valor nutricional.
Algunas enfermedades crónicas podrían ser la obesidad, diabetes mellitus, alcoholismo, arteriosclerosis, enfermedad coronaria; hipertensión o presión arterial elevada (que puede tener como resultado un accidente cerebrovascular) y ciertos tipos de cáncer, enfermedades hepáticas y renales, documenta la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Los tres profesionales coincidieron en que el hambre emocional puede ser manejada al identificarse qué es lo que desencadena el estímulo de comer.
“La persona debe estar dispuesta a afrontar las situaciones detrás del hambre emocional. Con apoyo psicológico se puede encontrar realmente la causa o la raíz de esto”, compartió el psicólogo.
Mientras que la licenciada López-Mercado habló de la integración de los profesionales de la nutrición para que se puedan brindar las herramientas que necesite el paciente.
Recomendó, de igual forma, que las personas pueden llevar a cabo la llamada alimentación consciente, “una excelente manera de ayudar a manejar el hambre emocional”.
“Significa tener conciencia en el momento presente, sin juzgar antes, durante y después de comer. Consiste en poner consciencia plena en aquellos pensamientos, sensaciones o emociones que puedan estar influyendo nuestras elecciones”, reiteró la nutricionista.
Dijo que esta tiene beneficios como mejores elecciones alimentarias, en pos de la salud y el bienestar, y aprender a escuchar y responder a las señales de hambre o saciedad.
Con el apoyo profesional se puede minimizar, según la licenciada Laboy, los desencadenantes detrás del hambre emocional y contar con estrategias para poder mitigar esto.
“La clave es no omitir comidas o restringir alimentos. No existen alimentos malos, sino los excesos por alimentos con pobre o ningún valor nutricional”, concluyó.