Algunas personas que llegan a terapia buscando ayuda por ansiedad, se describen muchas veces como perfeccionistas, obsesivas y controladoras.
Dicen ser así desde temprana edad, al exigirse obtener todas las notas perfectas, ser los mejores en los deportes y tener grandes conflictos con el tema de fallar. Para estas personas, el fallar puede ser que las cosas no salgan como esperaban ellos y los demás. Desean ser los primeros, los mejores, llevarse las medallas y lograr todas las metas que se proponen. Quieren complacerse continuamente a sí mismos y a sus padres, sobre todo. El sentimiento de aprobación es muy importante en todos los ambientes en donde se desenvuelven, por lo que si en algún momento no son aceptados, la frustración es inmensa.
En algunos casos he visto que los padres exigen desde temprana edad que sean perfectos y no aceptan el fracaso. Si fracasan el castigo es muy severo. En otras, he visto que los padres han sido flexibles y es la misma persona quien se presiona continuamente por ser perfecto y no fallar, quien se frustra, autocastiga y molesta si falla. También he visto los hogares donde la exigencia no es directa, sino indirecta. ¿Cómo? Cuando los padres no lo expresan, pero todos en la familia han obtenido grandes logros y, entonces, la persona entiende que no puede ser quien fracase o tenga menos logros en la familia.
En estos casos siempre es importante ver que el querer exigirnos hacer las cosas bien, tener metas y logros es excelente. Pero, ¡cuidado! No somos perfectos y nunca lo vamos a ser. En más de una ocasión en la vida vamos a fallar, fracasar, equivocarnos, desviarnos, confundirnos, tomar una mala decisión y tener momentos de histeria. Entonces, es muy importante tener en cuenta que si esta es la situación tuya o de algún menor en el hogar, trabajar con la idea de la imperfección como algo natural del ser humano es importante. Trabajarlo hasta aceptarlo y ser feliz con el concepto.
Aceptarnos como seres no perfectos nos ayudará a acaparar mejor a todos en general, a ser personas más felices, humildes, reales y flexibles. A pedir perdón, a saber cuándo nos equivocamos y buscar ayuda profesional. A hablarle a otros de nuestras virtudes y fracasos porque nos atrevemos, es normal y nada pasa. A dejar de ver al psicólogo y psiquiatra como “loqueros” y reconocer que son los profesionales de la salud que tanto necesitamos para ser mejores personas, tener mejor calidad de vida y vivir. Sí, ¡vivir! Porque si buscáramos más de esta ayuda profesional tan necesaria, muchos ahora mismo vivirían. La ayuda se busca a tiempo y se sigue buscando eternamente si es necesario para ser felices y vivir bien nosotros y los que nos rodean.
Queremos más vida, menos casos de suicidio, más salud mental y calidad de vida. ¡No somos perfectos!
*La autora es psicóloga clínica y forense con práctica en Guaynabo, Puerto Rico.