Las cosas no siempre son lo que uno espera en un proceso de cáncer. No es una carrera de velocidad, sino un maratón. Voy de vuelta a la carga con la quimio.
A pesar de que oficialmente el pasado 17 de junio mi cirujano colorrectal Nicolás López Acevedo me confirmó que estaba libre de cáncer en mi recto tras la operación de cinco horas que me realizó el 4 de junio, aún así mi oncólogo Luis Báez Vallecillo me dijo que teníamos que completar el tratamiento.
Ante ello, el lunes 16 de agosto de 2021 volví a recibir quimioterapias, la séptima de las nueve que originalmente me había indicado y con las que espero finalizar el proceso.
Cualquiera pensaría que después de la operación, y de que mis médicos me dieran la gran noticia de estar libre de esta maldita enfermedad, ya todo estaba consumado. Pues no necesariamente es así. Si los médicos trazan un plan y hay que llevarlo como es, vamos a hacerle caso.
Obvio que no es una noticia agradable, porque después de seis rondas de quimioterapias ¿qué paciente de cáncer quisiera volver a vivir ese proceso? Pero pues, hay que meterle mano y asegurarnos de que no queden residuos o alguna célula cancerosa rondando por mi cuerpo que me quiera hacer posterior daño.
Cada vez que un paciente de cáncer va a recibir una quimioterapia, debe hacerse unos laboratorios para saber en qué niveles están los glóbulos blancos, pues si están muy bajitos no recibirás el tratamiento y tendrás que esperar un tiempo a que se eleven.
Hay una cosa que estoy bien seguro: la recuperación tras la operación, que entre varias circunstancias me limitó a guiar por un mes y me obligó a estar sentándome sobre una «dona» de aire para apaciguar el malestar en el trasero, no se compara con una quimioterapia.
Me explico: la recuperación de la cirugía es mucho peor, al menos en mi experiencia.
Además de no haber podido guiar por un mes, primero por el dolor y luego por el malestar en el trasero, tampoco podía caminar bien, ni bañarme, ni agacharme ni pararme de la cama si no era asistido.
Fueron varios los momentos de angustia, desesperación y tristeza durante ese tiempo. Hubo ocasiones que hasta lloré.
Nada de eso sentí durante o después de las seis rondas de quimioterapia, mucho menos durante las 28 radioterapias que recibí antes.
Para una persona tan activa y extrovertida como yo, el quedar prácticamente encerrado en la casa es bien difícil. Aunque sea trabajando, viendo televisión y/o leyendo.
Pero, había que seguir la recomendación que estaba escrita en una hoja que me obsequiaron en el Hospital Ashford luego de la operación: «Su cuerpo está sanando, sea paciente». Y así mismo ha sido.
Ya van más de dos meses de la operación y ya me siento al 95 %. El resto es cuando finalmente pueda correr y alzar pesas. Al momento, el único ejercicio que hago es caminar. Pero caminar de verdad, no pasear.
O sea, poco a poco fui aumentando las millas al caminar, de una milla a 6.5 que hice en una ocasión. No es fácil, pero tampoco imposible.
Hay que mantener el cuerpo activo. Claro, me tomo dos días en la semana para descansar, pues el cuerpo te va a pedir descanso y el descanso es necesario para recuperarse de la «pela» que uno le da a diario.
Y también mantengo el cuerpo activo para que el estoma, ranura en el intestino que el cirujano me hizo para la colostomía, se active y poder defecar.
Existen dos tipos de colostomía: temporera o permanente. La mía es permanente.
¿Recuerdan que en la pasada columna conté que estuve en negación total por la colostomía? Pues ya hicimos la paces, pues ya me acostumbré.
Todo estos relatos, al igual que las memorias de cuando me diagnosticaron el cáncer en noviembre del año pasado, las he podido relatar en tres entrevistas que me han hecho diversos medios.
Primero fue para el programa Hoy Día Puerto Rico de Telemundo, seguido para la sección «Boricuas Valientes» de TeleOnce, y finalmente para el podcast del comunicador Red Shadow (esta entrevista la pueden ver todavía en su página de Facebook).
Así que, vuelvo a la carga con la séptima y antepenúltima quimioterapia. Cuando termine la novena, tocaremos la tan esperada campana. ¡De una!