La dermatitis atópica es una enfermedad autoinmune de la piel que puede desarrollarse desde los dos meses de edad, a raíz de factores hereditarios y ambientales, y en Puerto Rico tiene la prevalencia más alta que en Estados Unidos, señaló a Es Mental el dermatólogo José González Chávez. 

Esta condición puede trastocar la cotidianidad de una persona desde tempranas edades hasta los 90 años, por sus síntomas, que pueden presentarse como picazón, enrojecimiento de la piel, protuberancias y piel sensible y seca, entre otros. 

De acuerdo con el doctor, la alta prevalencia que existe en Puerto Rico se vincula a diferentes factores ambientales, como la contaminación, el polvo del Sahara, el polen e incluso el clima

Pero, el elemento hereditario tiene mucho protagonismo en la situación, ya que predispone a las personas ante la pérdida de la barrera de permeabilidad y protección de la piel.

“Todos esos factores, que ocurren a la misma vez, desencadenan todos los síntomas que están asociados a la dermatitis atópica, que incluye el picor”, explicó el doctor.

La mayoría de las personas que viven con dermatitis atópica la desarrollan en la infancia y persiste hasta edades adultas, aseguró.  

“Fíjate que afecta a las personas en las edades importantes de su vida: la edad reproductiva o la edad que van a la escuela, y es una enfermedad costosa de manejar y que envuelve a toda la familia”, sostuvo.

González Chávez puntualizó que la dermatitis atópica puede, incluso, alterar la salud física y emocional del paciente, con otras afecciones como asma, rinitis, pólipos nasales, hiperactividad y manifestaciones de la vista.

Incluso algunos de ellos sufren de depresión y hoy día lo están asociando a otras enfermedades”, contó. 

En la actualidad la dermatitis atópica se presenta de muchas formas clínicas, pero siempre tiene como particularidad el picor. 

Y si de incomodidad por picor y cambios a la rutina tradicional de vida se trata, Frances López, mamá de una niña de dos años con dermatitis atópica, relató a este medio cómo es el día a día con la condición de la menor.

El picor le incomoda, se descontrola totalmente. A veces, a las dos de la mañana, tengo que meterla a la ducha, mojar su piel y luego untarle sus cremas y darle su medicina por boca para que pueda dormir. Es frustrante el no lograr calmarla cuando lo necesita. También lo es por todo el dinero que se gasta y no ver el resultado. Es una cosa de día a día”, contó.

Otra historia similar es la de la también madre de dos niñas, Lorraine Cruz, quien tras visitas a un especialista pudo entender la condición de sus hijas desde los tres y seis meses de nacidas.

“Cuando fuimos a esa primera consulta se nos dijo que padecía de dermatitis atópica. Luego, cuando nació su hermana, también la diagnosticaron. En mi experiencia como madre, la dermatitis atópica es una enfermedad que es bien impredecible, hay semanas que llevo el tratamiento al pie de la letra y todo está bien, y de repente se brota […] Es tener mucha paciencia, estar pendiente todo el tiempo y ser consistente en la aplicación de las cremas”, describió.

Por su parte, Gabriel Valedón, de 29 años y quien desde sus seis años vive con la enfermedad, relató que el picor, en su niñez, fue tanto que muchas veces amanecía con la ropa de cama cubierta de sangre.

“En mi caso las reacciones se me reflejan en cualquier parte del cuerpo. Psicológicamente a veces es difícil, hay que lidiar constantemente con la mente y mantener una autoestima alta, porque uno se siente feo y no quiere hacer nada”, concluyó.