Si bien no existe un tipo de alimentación que funcione para todo el mundo, hoy son muchas las dietas que acaparan los medios de comunicación y que, asimismo, ante tanta información confunden a las personas. Entre la variada lista se encuentran las llamadas dieta cetogénica o dieta keto y la dieta mediterránea, pero, ¿cuál es la diferencia entre estas y cuáles podría ser sus beneficios? Es Mental consultó con dos profesionales de la nutrición. 

De acuerdo con la nutricionista dietista Norimar Caraballo Martínez, en la actualidad existen un sinnúmero de dietas en tendencias que, prometiendo cuerpos ideales, se basan en restricciones o la eliminación de nutrientes o grupos de alimentos, así como la clasificación de estos entre “buenos o malos”, por lo que las personas deben tener mucho cuidado con lo que escuchan u observan, particularmente si tienen condiciones de salud preexistentes.

Y si se habla de condiciones en las personas, a la dieta cetogénica o keto se le atribuyen beneficios a favor de los pacientes con diabetes, síndrome metabólico, enfermedades neurodegenerativas, como alzhéimer y párkinson, y adecuada en niños que viven con epilepsia, coincidieron Caraballo Martínez y la también nutricionista dietista Natasha Negrón López.

La dieta cetogénica o keto se caracteriza por ser un tipo de alimentación alta en lípidos o grasas saludables, moderada en proteínas y muy baja en carbohidratos, y que nace en el 1921 por el doctor Russell M. Wilder con la intención de tratar la epilepsia. Sin embargo, por lo que ha visto Negrón López en los medios de comunicación y las redes sociales, lo que muchas veces se presenta bajo la tendencia “keto” no va acorde con lo que realmente es.

En una dieta cetogénica la energía se obtiene de las grasas, mientras que una alimentación tradicional la fuente principal de energía proviene de los carbohidratos, para que de esta forma se pueda dar paso a la transformación de estos en glucosa. 

Es por ello que, según Negrón López, en la alimentación keto se limitan los carbohidratos a menos de 50 gramos por día. 

De hecho, la distribución de las calorías en esta dieta debe ser de un 60 a 75 por ciento en grasas, 15 a 30 por ciento en proteínas y 5 a 10 por ciento en carbohidratos.

Como todo, este régimen, podría tener repercusiones si no se lleva a cabo bajo supervisión médica y de los profesionales de la nutrición. Caraballo Martínez mencionó que se vincula con algunas repercusiones como estreñimiento ante la carencia de fibra, elevados niveles de colesterol, vómitos, cansancio (particularmente en los primeros días que una persona la emplea); cálculos renales, pobre crecimiento o ganancia de peso, fracturas óseas, mal aliento, entre otros. 

En los casos en los que se utiliza esta alimentación para la pérdida de peso se podría dar, asimismo, un efecto rebote, en cual la persona puede recuperar las libras perdidas, agregó Negrón López. 

Por otra parte, se encuentra la alimentación mediterránea, muy popular en países europeos como España, Italia y Francia por tratarse de una dieta basada en cereales no refinados, legumbres y el consumo de vegetales y frutas de temporada, detalló Negrón López. 

“Ella promueve el consumo de frutas y vegetales que no solo sean de temporada, también que sean locales. Además, su fuente principal de lípidos o grasas lo son el aceite de oliva, preferiblemente extra virgen, y el consumo de proteína animal que proviene de aves, huevos y queso y en moderación. Pero también un consumo bajo de carnes rojas”, explicó. 

Como particularidad también promueve el consumo de vino, café y té como la fuente principal de polifenoles, a quienes se les atribuye antioxidantes.

“La dieta mediterránea es alta en fibra, antioxidantes, flavonoides, vitaminas y carotenos, a diferencia de la dieta cetogénica, y lo cual parece tener un efecto protector relacionado con la reducción de los estrógenos y la neutralización de radicales libres en el organismo”, sostuvo. 

De acuerdo con la nutricionista, algunos estudios sugieren que podría tener beneficios en la lucha contra algunos tipos de cáncer, como el colorrectal, de próstata, mama, endometrio y vejiga. 

“En todos estos estudios también se ha encontrado que dependerá de la adherencia a este patrón alimentario. Mientras más adherencia al consumo de productos frescos, de temporada y las otras disposiciones del patrón alimentario, mayor protección tienen contra estos tipos de cáncer que mencionamos”.

Caraballo Martínez agregó que a esta alimentación se le vincula con la prevención de las enfermedades cardiovasculares, ayudar a disminuir los niveles de colesterol, prevenir accidentes cerebrovasculares, contribuir a controlar la diabetes tipo 2, proteger los huesos y ayudar a disminuir el peso.

Entonces, ¿hay una mejor que otra? La respuesta, coincidieron ambas nutricionistas, es no, pues cada una puede tener sus puntos favorables, así como sus desventajas. Lo más importante es la consulta con un nutricionista dietista licenciado antes de tomar cualquier decisión, destacó Caraballo Martínez.

En mi opinión la dieta mediterránea es una buena opción gracias a todos los beneficios que nos provee. Pero es bien importante recalcar que cada persona es diferente y que los requisitos calóricos y nutricionales varían, es por esto que, a la hora de seguir algún régimen alimentario, debe consultarlo con un nutricionista dietista licenciado”, puntualizó. 

Por su parte, Negrón López, mencionó que toda persona debe aspirar a tener estilos de vida que incluyan el consumo de alimentos frescos, producidos localmente, libres de pesticidas y un programa regular de ejercicios. 

“La buena alimentación y el ejercicio, junto a prácticas también como yoga, son las herramientas más efectivas para lograr mantenernos en bienestar”, finalizó.