“Salimos embarazados y lo estábamos buscando. Los dos queríamos tener un bebé y a los tres meses lo tuvimos. Como lo estábamos buscando tanto, cuando lo conseguimos estábamos en un high de felicidad y cuando lo perdimos fue devastador”. 

Así lo expresó Sara, cuyo nombre es ficticio, ya que prefiere mantenerse en anonimato.

A sus 40 años y durante su primer embarazo, Sara vivió un duelo gestacional y ahora, un año después, decidió compartir su historia con Es Mental.

Sara aseguró que perdió a su bebé por el estrés constante que le causaba un proyecto en el que estaba trabajando, aunque no fue médicamente probado. 

El día que se acabó el proyecto estaba tan contenta que fue consumida por lo que describió como un rush de energía. “Yo brinqué, salté, moví muebles, estaba por todos lados por la felicidad de haber terminado esa fase de mi vida”, confesó al considerar que esa manifestación de alegría le pudo haber costado su embarazo. 

A este punto de su vida, Sara ha desarrollado múltiples teorías, no probadas, de cómo perdió a su bebé. Lo seguro es que no se ha perdonado el privarse de una pausa en su rutina diaria y trabajo durante este periodo gestacional, destacó. Cinco días a la semana, 12 horas al día, ese era el diario vivir de Sara y las cifras que estuvieron pasando por su cabeza durante su proceso de duelo.

Describió que las últimas semanas del proyecto, empezó a sangrar marrón y, por estar en ese proyecto, no pudo ir al médico. Eventualmente, fue al médico para un chequeo normal y ese mismo día le hicieron un ecosonograma y escucharon el corazoncito del bebé.

Esa misma noche, a las seis semanas de gestación, Sara sintió contracciones. Decidió acostarse a dormir para descansar. Sin embargo, no pudo evitar tener que pararse para ir al baño a las cinco de la madrugada. Había estado por horas dando vueltas en la cama evitando tener que alzarse; ella sospechaba que bebé ya no estaba. 

Relató que al baño con el miedo de tener que despedirse del bebé que tanto deseaba. Sara perdió a su bebé en ese momento y se lo notificó a su pareja.

En este momento de la entrevista su pareja, que para efectos de anonimato llamaremos Gustavo, se movió junto a ella en el sofá donde descansaba para darle apoyo. Le acariciaba los hombros mientras ambos se miraban recordando el dolor y el duelo que superaron juntos. 

Los siguientes dos meses ambos estuvieron acostándose a dormir entre lágrimas. Sara admitió que durante ese periodo no quiso salir de su casa, ni recibir visitas. Consideró que tal vez el dolor fue también por un factor social, pues tuvieron que dar explicaciones sobre lo sucedido. Le habían contado sobre su embarazo a la familia, a sus amistades, a personas de su alrededor, hasta la encargada de la floristería más cercana y el dentista lo sabían. Todos esperaban respuestas, todos preguntaron, “¿Y bebé?” 

Sara pasaba los días en su cuarto recordando lo que pasó. Repasando todo detalle de lo sucedido, buscando explicaciones y no pudiendo evitar el sentido de culpa que la perseguía.

Vislumbraba sus citas médicas y las palabras del doctor, quien, ante sus reclamos de dolor previo a la pérdida, le dijo: “Mientras más cosas te duelan, mejor”. No le mandaron a hacer ninguna prueba postsangrado, lamentó. Recordaba también el embarazo que ella decidió terminar voluntariamente años previos.

Admitió también que era muy triste ver a Gustavo sufrir y llorar, pues se sentía más culpable al ella ser quien estaba cargando a bebé. Sin embargo, verlo también sufrir le daba una sensación de comodidad dentro de su duelo, pues significaba que no estaba sola. 

Gustavo que fue de pocas palabras. No obstante, mientras Sara dijo con seguridad que superó el duelo en dos meses, Gustavo dudaba si lo había superado del todo. Lo único que él reveló de su proceso de sanación fue que, antes de la llegada del segundo embarazo junto a Sara, esta vez exitoso, aún sufría la pérdida.

Asimismo, Gustavo comentó que una vez empezaron a hacer las llamadas necesarias y a dejarles saber lo sucedido a su círculo de apoyo, para la sorpresa de ambos, varias amistades confesaron haber vivido experiencias similares. 

Ambos admitieron que el primer embarazo condicionó al segundo. “En mi segundo embarazo estuve tirada en la cama como una vaca”, dijo Sara, esta vez entre risas. Lo planificaron mejor, tomaron medidas para darle la bienvenida a un segundo bebé, tenían como meta eliminar vicios y ejercitarse más a menudo, y poco a poco abrirse a la idea de una próxima gestación. 

Estuvieron varias semanas, en el intento de ser mejores personas y tener estilos de vida más sanos, todo con el fin de ser padres en el momento perfecto. Su tentativa llegó a un extremo que Sara describió como “locura”, de nuevo entre risas. En ese momento, ese periodo de “locura” quedó embarazada, seis meses después de la pérdida. 

Uno no está listo para perder un bebé y en un primer embarazo con una pareja, no te lo esperas”, concluyó Gustavo al considerar que existen casos peores que los suyos. No es fácil entender el dolor de situaciones tan particulares, captar plenamente narrativas que no te pertenecen, admitió. 

En consonancia con las palabras de Gustavo, la directora de medicina materno-fetal en el Hospital Ashford, Annette Pérez Delboy, expresó que: “Cada madre tiene un proceso completamente diferente y hay distintas maneras en las que cada persona puede sufrir una pérdida o un dolor como el que implica un duelo gestacional”. 

Explicó que el embarazo puede ser esperado o inesperado, y este factor no define el dolor o duelo que van a enfrentar las personas involucradas, de surgir una pérdida. Sin embargo, sí comentó que el sufrimiento es completamente distinto cuando ya se tienen hijos versus cuando no se tiene ninguno, tiene pérdidas recurrentes o está en una edad más tardía con una nueva pareja. Esta última fue el caso de Sara y Gustavo. 

La pérdida del embarazo se presenta en hasta uno de cada cuatro embarazos, según la Universidad de Standford. La mayoría se presentan durante el primer trimestre. No obstante, Pérez Delboy destacó que ninguna estadística amortigua el sufrimiento de los padres. 

Destacó que, según su experiencia profesional, en las pérdidas durante el primer trimestre usualmente no se le da seguimiento a las gestantes. Es decir, no se le ofrece ayuda psicológica ni se le informa de otros recursos para sanar. “Es algo normal”, describió. 

No obstante, en el caso de quienes sufren pérdidas recurrentes, es un proceso completamente diferente, dijo. A estas se les orienta sobre el impacto emocional, se les informa sobre recursos y les ofrecen seguimiento, pues también hay que hacerles pruebas para entender cuál fue la causa de la pérdida.

En mujeres que tienen pérdidas en el segundo o tercer trimestre puede ser causado por un cervix incompetente. Este caso implica que el cérvix se empieza a abrir, y lo describió como sumamente doloroso porque este es un bebé que al nacer, se ve completo y muchas veces se mueven y reaccionan, pero no respiran. Este factor hace la experiencia más frustrante e impactante para muchas personas y difícil para mamá, comentó Pérez Delboy. En otros casos, hay madres que descubren que no hay latido de corazón tras una cita médica rutinaria. Esto puede ocurrir con los bebés que están a término. 

Explicó que en circunstancias como estas, se llama usualmente a un experto en trabajo social. Incluso en los hospitales suele haber una persona que ayuda en estos casos para asegurarse de que la madre tenga apoyo y pueda llevar la experiencia de la mejor manera posible. Esta persona ayuda a ofrecer recursos de salud mental, planifica el funeral, autopsia de ser necesaria y encamina al paciente a las cosas que quiere o tiene que hacer para despedirse y pasar su duelo. Si los paren vaginalmente, se les exhorta a que los carguen, hay lugares que toman fotos, les tocan los piecitos y se les da tiempo para que puedan tener su momento de despedida y lleven mejor el duelo. 

En pérdidas de embarazo temprano, tanto como en muertes, si uno investiga y no sale nada en las pruebas que indiquen un problema o una causa de lo sucedido, no tiene porque afectar el próximo embarazo, aclaró. La mayoría de las instancias no se logra saber por qué surgió la pérdida. “La mayoría de estas pacientes salen devastadas y dicen que no quieren a más ningún hijo, pero lo importante con estas pacientes es sanar emocionalmente. La parte más difícil es hacerles entender que ellas no tienen la culpa”, subrayó.

Por su parte, Marianela Rodríguez Reynoso, psicóloga clínica experta en salud mental perinatal, criticó al sistema de atención médica por no ofrecerles ayuda psicológica a toda persona en cualquier momento de la gestación. “Es una barrera el que no se le ofrezca ayuda psicológica, independientemente del momento de la gestación en el que se dio”, comentó al enfatizar en que como consecuencia desvalorizan y minimizan su dolor. Por ende, propician el pensamiento el mito de que para las pérdidas en las primeras semanas no se sienten tanto porque uno no hace un vínculo con bebé. Ese duelo puede ser igual de doloroso que en otra etapa de la gestación, resaltó. 

El tema de la muerte es tabú en general, pero específicamente en la gestación es silenciado socialmente porque no saben a dónde ir o con quién hablarlo, expresó. Cuando surge en el primer trimestre de la relación muchas personas ni le han comunicado a sus familiares ni a su círculo de apoyo sobre lo sucedido. Por ende, en muchas ocasiones, no hay nadie que vigile por su salud mental, dijo. 

Describió que un duelo gestacional incluso puede detonar otros traumas como la relación con el mismo cuerpo. Para toda persona experimentando duelos similares, recomendó analizar cómo el duelo afecta su diario vivir. El dolor es normal, la tristeza es esperada, pero ¿cuánto de eso afecta su funcionamiento diario? Esa respuesta va a hacer la diferencia para saber si necesita ayuda.