Los comienzos de la escuela como parte de la formación educativa se remontan a la instrucción ateniense (Grecia, Atenas) entre los siglos VI al IV a. C. (Arenas, 2018; Rúa, 2020). La educación ateniense comienza a elaborarse por medio de la dialéctica, foros abiertos de discusión y problematización para estudiar el mundo y sus ideas. No había escuela para enseñar, dado a que la enseñanza estaba dictada por medios naturales y de relaciones humanas, sin una educación obligatoria. Ya en Esparta cambia los conceptos de la instrucción dado a que se lleva a un ámbito tipo militar, algunas materias eran obligatorias estudiarlas, dado a que estaban asociadas al desarrollo de las habilidades militares.
La escolástica de la Iglesia Católica, en la edad media, transforma la educación en un medio para el control de la conducta que lleva al pecado y para transmitir sus ideologías por medio del contenido de las materias. El Renacimiento es el responsable de abrir los caminos para la educación pública religiosa que comienza con la reforma religiosa en el siglo XVI con Martín Lutero y la educación pública estatal con la Ilustración en Alemania en el siglo XVIII con los reyes de Prusia Federico Guillermo I y Federico II. En el siglo XVIII, en la época del Despotismo Ilustrado, es donde se crea el concepto de la educación pública, gratuita y obligatoria.
A finales de este siglo y principios del XIX es que nace el paradigma conceptual de la educación como institución en Prusia. Surge como necesidad de control de las revoluciones surgidas en Francia para mantener el régimen absolutista. La educación dentro de la Ilustración era un modelo evolucionado de las cortes militares de Esparta. La educación se basó en la disciplina, el control, la manipulación mental de ideologías del estado y la competencia del más fuerte en habilidades y destrezas intelectuales. Este andamiaje educativo buscaba un pueblo dócil, obediente y que pudiera estar preparado para representar al estado en las guerras y controlar las revoluciones contra el Estado.
Dado a los resultados obtenidos en Prusia, educadores(as) de diversos países viajaron al país para prepararse en este novedoso y exitoso modelo, entre ellos educadores y educadoras de América. El modelo prusiano se hizo internacional y con ello su discurso de educación para todos y todas en igualdad de condiciones, cuando las estrategias educativas lo que enseñaban era la base de un puro despotismo. El origen de la educación pública tiene su base en la desigualdad, el control social, el elitismo y el desbalance del poder.
Puerto Rico, desde el 1493 hasta el fin de la guerra hispanoamericana en el 1898, fue parte de este modelo prusiano basado en el Despotismo Ilustrado. La historia de la educación en Puerto Rico comenzó con la base de poder y control de la Iglesia Católica que era la que abarcaba la educación del país tanto pública como privada. En 1900, por medio de la Ley Foraker, Puerto Rico tuvo su primer Departamento Instrucción Pública federalizando la educación pública, con otra base de poder y control similar a la Iglesia Católica, pero con agendas diferentes sobre los procesos de americanización de los puertorriqueños y puertorriqueñas. Sin embargo, 1952 se aprueba la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, donde se reafirmó a nivel nacional los principios del concepto de la educación pública, gratuita y obligatoria que en el pasado dieron paso a que el Estado pudiera tener el poder y control del contenido, el currículo y las estrategias de enseñanza e instrucción de las escuelas. Además, el sistema colonial complicó la situación, dado a que se introdujo dos tipos de intereses en la esfera educativa: federales y estatales.
La educación puertorriqueña está centralizada en educar por medio de la autoridad del docente. Es un claro comportamiento vicario generalizado en un futuro por los mismos estudiantes al tener que transmitir sus ideas o explicar sus puntos de vista en otros escenarios. El miedo y el manifiesto conductista fomentan el control social de tipo militar y el principio de la manipulación de masas por medio del miedo, iniciando en el salón de clases.
Debemos educar para una cultura de paz. El modelo de cultura de paz es un estilo de educación psicosocial que busca posibles alternativas para la solución de problemas sociales desde el aula. Cuando hablamos de la educación psicosocial nos referimos a que los estudiantes en el proceso de aprendizaje aplican la introspección analítica (psico) para entender los problemas sociales que confrontan la sociedad y el análisis de grupo (social) para compartir las ideas de cómo resolverlas. Por eso Joyce, Weil & Calhoun (2012) establecen que la escuela es “como una pequeña sociedad productiva”.
En el principio de socialización preventiva el docente desarrolla la preparatoria tutelar para un pensamiento analítico antes de actuar. La escuela es parte de las instituciones sociales y su rol es la capacitación y la formación de los seres humanos que van a interrelacionarse en una sociedad. Por esto, la escuela no es meramente un centro de aprendizaje didáctico, sino una institución que forma individuos competentes psicosocialmente para la convivencia diaria dentro de una sociedad. De esta manera producimos desde el aula una socialización preventiva a los problemas sociales fomentando la cultura de paz.
Por otro lado, el principio de responsabilidad y compromiso social se enfoca en las aportaciones para buscar soluciones como colectivo. Asiste en capacitar y condicionar a los futuro adultos y adultas de esta sociedad para aportar en la búsqueda de ideas y soluciones proactivas. El reto y el cambio en la educación puertorriqueña debe de estar basado en una construcción conceptual y no un realismo ingenuo; en la aceptación de que no existe una verdad absoluta versus la aparente objetividad sociohistórica; la razón y la lógica son solo conceptos para utilizarse en procesos intelectuales y no son principios universales; la ciencia y la tecnología son herramientas para la creación y la ejecución, y no determinan el progreso ni la evolución; los discursos están integrados en las prácticas sociales y reflejan los esquemas conceptuales y los valores morales e intelectuales de la sociedad y su tradición, no son discursos universales ni aplicables para todas las sociedades; el conocimiento puede adquirirse de la realidad natural y no todo debe estar basado en la evidencia empírica; y los aspectos del mundo natural se viven y no todo debe de ser estudiado, porque el estudio solo refleja una pequeña realidad de lo que es todo el mundo.
Los docentes y administradores(as) educativos(as) deben reconocer la realidad de la condición de la sociedad puertorriqueña y la necesidad de cambios y reformas para facilitar la educación contemporánea. Debe de haber una adaptación exitosa a su entorno dinámico y en rápida evolución implementando, fomentando y aplicando las bases ultramodernistas para la preparación y capacitación de los alumnos y alumnas proyectándolos al futuro. El ser humano debe estar dirigido a unos principios básicos del cambio, por medio de la educación, en contextualizar, interpretar, criticar y buscar el sentido humanista a la tecnología, más que ser primordialmente transmisores de información y estatus de evolución; generar espacios para la comparación y el careo respetuoso que enriquece los diferentes significados de las verdades, porque no hay verdades absolutas; fomentar la diversidad, porque la objetividad científica solo muestra una pequeña parte del universo humano; reflexionar y problematizar los significados culturales, incluyendo otras culturas; reconstruir, reorganizar y reinterpretar los conocimientos aparentemente objetivos, estáticos e irrefutables; autoexplorar la realidad natural en vez de investigar, la experiencia individual es más importante que metodológicamente controlada.
Es necesario reconstruir las estrategias de enseñanza, los currículos académicos, la metodología educativa y la administración universitaria para armonizar con la sociedad puertorriqueña, evocada por las imágenes de diversidad, multiplicidad y posibilidad, lo que sugiere que los supuestos, prejuicios y creencias de uno solo representan una perspectiva del mundo. Por eso, como nos expresa el Dr. Ángel Canales Encarnación (2011), “el docente debe verse como un intelectual transformador”, sobre todo, para la cultura de paz.
*El autor es sexólogo, perito forense, rector universitario y co-coordinador del Comité Promoción de la Salud Sexual de la Asociación de Psicología de Puerto Rico.