«Nunca había fallado recetando un medicamento, hasta que llegó la pandemia. Ahora es un problema usual entre los salubristas”, admitió la Dra. Rodríguez al asegurar que la llegada del virus COVID-19 y sus respectivas variantes cambió la realidad laboral de los salubristas.
Tras el aumento de horas de trabajo, la falta de personal, el éxodo de empleados, quienes “tomaron vacaciones y aún no han regresado” y el alejamiento que provocaron las medidas sanitarias, la infectóloga, cuyo nombre real ha sido cambiado porque pidió permanecer en anonimato, señaló que, como en el caso de las recetas, la institución donde labora tuvo que hacer cambios en los métodos de trabajo para asegurar que el agotamiento del personal no interfiriera con la calidad del cuidado ofrecido.
La Dra. Rodríguez dijo a Es Mental que su primer encuentro con la ansiedad generalizada fue durante la pandemia, pues, a pesar de haber asumido el rol de educadora para facilitar la transición del personal del hospital, el aire de incertidumbre causado por un virus que está en constante evolución, dificultó la adaptación.
Confesó que estos cambios también provocaron que florecieran personalidades desconocidas entre los profesionales de salud en el hospital, lo que trajo consigo nuevas tensiones en el espacio laboral.
Mientras, destacó que, a partir de la pandemia, la delegación de tareas de trabajo ha conllevado más responsabilidad, lo que ha deteriorado la salud mental de quienes dirigen las salas de emergencia en los hospitales.
“Llega un nuevo paciente con la COVID-19 y me pregunto: ‘¿A quién se lo encargo? ¿Se lo doy a esta, que es madre con familia, o al otro, del cual sus padres dependen, o al otro, que apenas está iniciando sus estudios?’”, detalló al enfatizar en que estas decisiones dejan un sentido de culpa, pues las consecuencias muchas veces son inevitables.
La precariedad de la salud mental de los salubristas, un problema no registrado
Por su parte, el presidente del Colegio de Médicos en Puerto Rico, Victor Ramos Otero, agregó que, aunque no se han publicado datos que cuantifiquen el impacto de la COVID-19 en la salud mental de los salubristas, éste es evidente. De manera similar, determinó que el impacto de la pandemia en la salud mental de los salubristas, de no ser atendido, puede afectar el cuidado médico que se ofrece en la Isla.
Según las estadísticas más recientes publicadas por el Colegio Americano de Emergenciólogos (ACEP, por sus siglas en inglés), hubo un aumento de 35% en los suicidios de los profesionales de salud en Estados Unidos desde 1999 hasta el 2018. El ente tipificó al suicidio como la segunda causa más común de muertes entre los profesionales de salud.
Mientras, un estudio realizado por la Asociación Médica Estatal de Missouri estableció que, independientemente de la pandemia, aproximadamente el 50% de los médicos en los Estados Unidos reportarán síntomas consistentes de agotamiento en algún momento de su carrera.
En concordancia con estos datos, Ramos Otero resaltó que los médicos siempre han tenido la tasa más alta de suicidios entre los profesionales a nivel mundial. Sin embargo, describió a esta situación como un tabú que no se discute. De manera similar, detalló que la falta de divulgación de datos sobre este tema en Puerto Rico facilita aún más la inacción ante el problema.
Atribuyó la alta tasa de muertes entre los profesionales de salud con el entrenamiento que reciben los salubristas. Explicó que, el entrenamiento que los estudiantes de medicina reciben está fijado en “resolver y punto” y que este ánimo de competencia promueve a que éstos perciban el pedir ayuda como un símbolo de debilidad.
Aunque clasificó a este tipo de entrenamiento como necesario y uno que no se alteraría, aceptó que se debe de visibilizar más las sensibilidades que corresponde a la profesión.
Mientras, la salubrista entrevistada por Es Mental explicó que, según su experiencia, los profesionales más afectados han sido los enfermeros y las enfermeras.
Matizó que estos profesionales, a pesar de tener menos años de estudios en el campo, son los más expuestos al virus y quienes más horas le dedican a los pacientes que llegan al hospital.
“De un día para otro no se podía tocar, ni saludar. Recuerdo como si fuese ayer el momento en el que falleció una paciente con la que una de las enfermeras había desarrollado una amistad. Entré a la sala y lo primero que hizo fue abrazarme, caricia que no pude corresponder por el protocolo”, narró al apuntar a la deshumanización e insensibilidad que arropan a las medidas de protección.
Asimismo, subrayó cómo la alza en la incidencia de muertes de jóvenes también tomó por sorpresa a los profesionales de salud.
Dando una mirada hacia el principio de la pandemia, la infectóloga aseguró que muchos profesionales de la salud se preguntaron cómo tuvieron la capacidad de examinar a pacientes con un virus desconocido. Esta interrogante provocó que muchos salubristas abandonaran el País y que otros reconsideraran su campo de estudios, añadió.