De forma popular se dice que todo en exceso hace daño, y este es el claro ejemplo de la soledad, la que puede tener beneficios para muchos, pero que al transformarse en crónica podría tener un vínculo con situaciones adversas para la salud física y mental de otros.
El ser humano está expuesto a experimentar la soledad en algún momento de su vida y, según explica el doctor Domingo J. Marqués, director del Dialectical Behavioral Therapy and Research Program de la Universidad Albizu, existen sobre 100 maneras de vivirla.
Entre estas formas figura lo es un cambio en la vida de una persona tras un divorcio, una pérdida, mudarse y hasta la cuarentena vivida a nivel global por el COVID-19.
Sentirse solo o estarlo, no es “una variable conducente” a problemas de salud mental, particularmente si se cuenta con una red de apoyo. Sin embargo, al no tener recursos de ayuda, ahí puede, entonces, darse la sintomatología.
“Además factores existenciales o condiciones como ansiedad social -sin tratamiento- pueden llevar a la soledad de manera involuntaria”, sostuvo Marqués.
Expuso también que la soledad tiene tres formas (ya sea de modo temporera o crónica), como lo es la situacional, que aparece por cambios en la vida de una persona. La del desarrollo, la cual se da cuando una persona siente que no se está desarrollando al mismo ritmo que los otros, y la interna, que se arraiga a la personalidad de las personas y le inhabilita a la hora de generar conexiones con otros.
Cuando se comienza a vivir su forma más crónica es que hacen acto de presencia las repercusiones a la integridad física y emocional de las personas.
Marqués subrayó que la mortalidad es similar a la de una persona que fuma 15 cigarrillos diarios.
“La soledad social (real o percibida) es un factor de riesgo para mortalidad con un promedio de 26 a 32 por ciento en distintas regiones del mundo. Las personas viejas que experimentan soledad tienen 50 por ciento mayor riesgo de desarrollar demencia y son cuatro veces más propensas a morir luego de un ataque cardíaco”, puntualizó.
Además, la soledad crónica impacta negativamente el sistema inmune y condiciones como presión alta y diabetes, entre otras, dijo.
“Así que, definitivamente, el impacto lo podemos ver en la salud física, así como en la mental, pues también aumenta el riesgo a presentar depresión mayor y trastornos de ansiedad, así como conductas de riesgo, incluyendo el uso problemático de sustancias, y trastornos alimenticios”, afirmó el doctor.
Por su parte, la licenciada Lyneska Fernández Flores, psicóloga, apuntó que la soledad crónica puede verse en señales como tristeza, sentimientos de aislamiento, de vacío, desesperanza, baja autoestima, ansiedad y depresión.
“Una persona adulta debe buscar ayuda cuando está bastante aislada, sintiéndose triste constantemente, no tiene motivación para estar de pie o siente que la vida no tiene sentido. Por otra parte, los niños y jóvenes se ven más irritables, a la defensiva y en muchas ocasiones tristes”, expresó la psicóloga.
También, mencionó que en los adultos mayores aparecen pensamientos de “siempre estar para todo el mundo, pero nadie para ellos”.
“Se sienten que dieron y dieron a todo el mundo y nunca recibieron nada. Entonces, con esa incomodidad vienen los pensamientos de soledad y, consecutivamente, siguen alimentando ese pensar con otras ideas similares”, sostuvo.
Los profesionales de la salud mental y la conducta coinciden en que a medida que pasan los años más son las personas que llegan a sus oficinas con los síntomas más negativos de la soledad. En especial, con la percepción de que estando solos no son felices.
Sobre esto, la psicóloga clínica Angelivette Mercado explicó que también tiene mucho que ver con la percepción socio-cultural de que la soledad es algo negativo.
“La soledad no es mala. Va a depender cómo tú la utilizas. Si la usas para tu amor propio, tu autoestima, tu bienestar, no es negativa. Pero, si cambiamos el concepto bajo la percepción de que es un aspecto negativo, ahí podemos caer en trastornos de salud mental”, comentó Mercado.
Recordó que los síntomas de soledad crónica pueden verse en diversas etapas de la vida, pero en Puerto Rico, por tratarse de una isla con una tasa alta de adultos mayores, son estos los más afectados.
“Entiéndase, a modo de ejemplo, una señora de 80 años que su esposo falleció y se quedó solita, pues sus hijos están en Estados Unidos. En Puerto Rico la población que más está experimentando soledad y aislamiento son los adultos mayores”, dijo.
Aseguró que en ocasiones, además, se aíslan de sus médicos primarios con la justificación de que “no voy a ir nada, pues me va a decir lo mismo”.
“Este aislamiento de vecinos, hijos, de nietos y hasta de sus médicos puede desencadenar un problema de salud mental, versus alguien que esté solo en su casa, pero se sienta muy feliz”, ejemplificó.
Finalmente, el doctor Marqués añadió que lo que se ha visto en los pasados años con el auge de las redes sociales (que posteriormente se acentuó con la pandemia) es el intercambio de cantidad sobre calidad en las relaciones sociales.
“Nuestros viejos y nuestros adolescentes necesitan lo que se llama el ‘Capital de Unión Social’. Es decir, gente que esté presente el día de su cumpleaños en lugar de cien likes en las redes sociales. El apoyo y capital social va por encima de un mayor número de relaciones sociales. Las redes sociales buscan aumentar en número, no en calidad. Sus ganancias están en cantidad de relaciones, mientras que nuestra salud mental está en calidad de estas. Cien likes no le hacen la compra al abuelo ni le enseñan al adolescente a manejar conflictos”, concluyó.