Si bien la falta de sueño es un factor de riesgo asociado a las enfermedades físicas y mentales que viven los seres humanos, un estudio advierte que el cambio climático afecta las horas de sueño y promueve la desigualdad social para quienes viven en zonas con temperaturas altas.

Aunque para algunos el cambio climático es algo que se vislumbra en el futuro, la realidad es que las consecuencias están haciéndose presente en la cotidianidad de las personas, no solo al enfrentar eventos naturales por el calentamiento global, la contaminación de recursos naturales o el aumento en el nivel de mar, también aspectos de su salud física y mental, como lo es el sueño.  

Según un estudio publicado en la revista ambiental One Earthlas altas temperaturas afectan directamente el sueño de los residentes de países de climas cálidos, a las mujeres y la población de adultos mayores, retrasando la hora de acostarse y haciéndoles perder el tan importante proceso de descanso. 

“Aquellos en regiones más cálidas experimentan una pérdida de sueño mayor. Para el 2099 las temperaturas subóptimas pueden erosionar de 50 a 58 horas de sueño por persona al año y el cambio climático producirá desigualdades geográficas”, destaca la investigación de la autoría de investigadores como Andreas Bjerre-Nielsen y Sigga Svala Jonasdottir.

Para llevar a cabo la investigación se utilizó una muestra de más de 47 mil participantes de más de 68 países.

“Uno de los problemas que se asocia con las condiciones psicológicas es la falta de sueño. El cambio climático está haciendo que sea más difícil dormir (según Davenport, 2017). Las temperaturas ambientales están aumentando en todo el mundo, con los mayores aumentos registrados por la noche. Al mismo tiempo, la prevalencia de sueño insuficiente está aumentando en muchas poblaciones”, comentó a Es Mental el doctor Carlos Andújar Rojas, psicólogo industrial organizacional, catedrático y rector de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo. 

Además, los resultados de otros estudios demuestran que también la pérdida de sueño aumenta las posibilidades de que ocurran accidentes en el trabajo. 

Pero, la salud mental es otra situación para prestar atención, ya que, de acuerdo con el doctor, investigadoras como Leslie Davenport ha explorado los fundamentos psicológicos que han contribuido a la crisis global actual y cómo intervenciones terapéuticas sólidas pueden ser aliadas para tratar la ansiedad, el estrés, la depresión, el trauma y otras afecciones clínicas de salud mental resultantes de daños ambientales y desastres. 

Es necesario desarrollar políticas públicas y fortalecer el activismo social de forma tal que cada ciudadano y los líderes puedan aportar en la disminución de la temperatura y estabilizar los cambios climáticos. El doctor Sanjay Gupta, en su libro Keep Sharp: Build a Better Brain at any Age, nos advierte que el sueño es vital para el funcionamiento del cerebro, permite eliminar los desperdicios celulares de cerebro y lo rehabilita para llevar a cabo las actividades diarias, sin que se afecten los distintos tipos de memoria”, señaló.

Agregó que “una mejor sociedad se construye cuando existe una relación sostenible entre las necesidades de nuestro entorno y las de los seres humanos”.

Aunque el tema del cambio climático es un asunto que debe trabajarse con urgencia y a tiempo presente, no en un futuro (como erróneamente se cree), algunas personas parecen confundidas sobre lo que realmente es y sus implicaciones.

Sobre el particular, el biólogo Adolfo Rodríguez explicó que uno de los errores recae en la falta de educación ambiental y en el hecho de que a la gente le cuesta creer que está ocurriendo y, por consiguiente, tomar acción al respecto. 

“Las personas piensan que cuando hablamos de cambio climático lo que va a estar afectándose solamente son las plantas y los animales no racionales. Pero, nosotros somos parte de un ecosistema cambiante. […] A menudo escuchamos a la gente echándole la culpa a los gobiernos, y sí hay muchas cosas que deben mejorar, pero nosotros, por nuestra cuenta, podemos hacer cambios enormes con cosas simples’’, expuso Rodríguez.

A modo de ejemplo sobre estas pequeñas acciones, mencionó el caso de una persona que va a un lugar, en el cual no le permiten echar agua en su termo, y debe comprar una botella plástica. ¿Qué debe hacer? No tirarla en el primer zafacón que ve, más bien quedarse con ella y, posteriormente, depositarla en centro de acopio de recogido de materiales reciclables. 

También, aprender a decir “que no” al uso de sorbetos, particularmente por lo significativo de sus efectos en el planeta, los animales y el mismo ser humano. 

Para fabricar un sorbeto hay que invertir una cantidad de energía y se libera dióxido de carbono (CO2), para usarlo como mucho 10 minutos y tardar unos 300 años en descomponerse, y que en su paso mate varios animales. También se ha demostrado que los microplásticos en el cuerpo humano cada vez es mayor”, sostuvo. 

Finalmente, recordó a las personas que es importante reconocer la diferencia entre el cambio climático y calentamiento global, pues no son lo mismo y los ciudadanos tienden a confundirlo.

“A pesar de que ambos se relacionan y uno depende del otro, el término calentamiento denomina estos aumentos en temperatura en el planeta, como consecuencia de los gases de invernadero y ocasionadas por acciones humanas. Mientras que el cambio climático se utiliza para denominar todas las variaciones de lo que es el sistema climático terrestre y las acciones de los seres humanos hacen que este se acelere”, puntualizó.

Apuntó a que se debe comenzar a buscar soluciones más reales y duraderas para trabajar la situación, como lo es la reforestación, de forma planificada, en zonas urbanas, implementación de techos verdes (una alternativa en la que también se puede poner en fusión la práctica de la hidroponía) y que a la hora de construir viviendas y espacios se tome en consideración el flujo del aire y la posición del sol.