(Foto: Migdalia Barens / Hair & Makeup: Didi Saldaña)

Si hay algo que me encanta desde pequeña son las entrevistas. Adoro que me entrevisten, leer o  verlas. De pequeña me imaginaba que era Sara Montiel, la bella actriz española cantando la Violetera en el cine con Pilar Arenas que me ponía mi abuela Alicia en el televisor en las tardes. Imaginaba vestida con las batas de mi Abuela Embelequera, que le contestaba a los periodistas con esa cadencia de la Montiel y esas bembas hermosas que no sabían de botox o fillers. Me fascina leer entre líneas las contestaciones de los artistas, e intuir en qué preguntas mienten o dónde verdaderamente se desnudan.   

En Madrid había un programa de entrevistas “El Perro Verde” que era extraordinario. Con vino y cigarrillos, se sentaban estos personajes a ser entrevistados de forma única por Jesús Quintero “El Loco de la Colina”. Yo no sé qué carajete tenía aquel hombre que sus invitados se abrían como flores y al final del programa te sentías que podías llamar, yo que sé, a la Lola Flores, a Pedro Almodóvar o a Perico Delgado, el ciclista por teléfono y quedar para tomarse unas cañas (así le dicen a las cervezas en España). Así de bueno era el programa televisivo. Habían silencios, risas espontáneas, mocos, cabreos. Ese Señor lograba que la persona en cuestión se desnudara de poses, de palabras huecas y cayera rendida en el hermoso diván de la honestidad.

Las entrevistas con James Lipton del Actors Studio, el programa norteamericano, eran memorables. No me las perdía. ¡Qué bueno era aquel hombre! Recuerdo a la Juliette Binoche la actriz francesa mostrenquísima, en París, con Lipton hablándole en francés en un teatro hermoso. Si pueden buscarla por internechhttt, como dice mi personaje Libris, búsquenla. En una parte le pregunta el Maestro, cuál era esa cosa que la inspiraba y la ayudaba a vivir. Y la Binoche le contestó: “La Música, no puedo vivir sin música”.

Yo tampoco concibo la vida sin música y sin la Binoche. La música hecha por los humanos y la música de la naturaleza. Ella atraviesa mis días de forma constante. Los sonidos me sostienen en el aire. Los sonidos de la voz de los pájaros, de las cascadas, los silencios del viento, los acordes de la voz humana, las ondas sonoras que producen los objetos, los instrumentos, esos seres mágicos que cobran vida cuando los toca una mano, cuando los sopla una boca… No puedo existir sin la música. Escucho de todo, y cuando digo de todo, ¡¡¡es que es de todo!!! Desde Maelo, Lucecita, Piazzola, Cultura Profética, Mima, Lila Downs, Ile, Richy Rey y Bobby Cruz, Edith Piaf, Caetano Veloso, Miles Davis, Cheo Feliciano, Ketama, Bad Bunny, Rita Indiana, Chuíto el de Bayamón,Tego Calderón, Chabela Vargas, Fito Páez, Pau Casals, Gema y Pavel, Joe Louis, La Tribu de Abrante, Chopin, La Lupe, Debussy, Anita Baker… ¡Ay Santo! Si sigo no acabo porque mis referencias musicales están como el Universo (aquí va la nerda) en constante expansión.

En uno de esos eventos musicales que no les sé el nombre, hace unas semanas, premiaron a varios de nuestros Artistas. Vi la participación de Bad Bunny, con las Atípicas, ese conjunto de mujeres amadas, que con su música han adornado tanto mi existencia. Las Atípicas son muy especiales para mi. La Blanqui, la Albita, en fin todas. Me emocionó mucho verlas con Benito. Vi a Kanny García, a quien también felicito, honrar a nuestras Mujeres Asesinadas y lloré estrellas. Leí que premiaron a Ile, Cultura Profética y René y el pecho se me infló como un algodón de azúcar de fiesta patronal. Las palabras de René me llegaron hondo. Hay que seguir creando, imaginando, aprendiendo, gozando sin miedo. Sin miedo, esa sensasión que huele a metal y que te paraliza en las curvas de la inseguridad. “Mejor vivir sin miedo” como dice la canción de Rosana.

[Paréntesis Líquido]

Cuando mi Cecilia era pequeña, le decía que había dos especies de miedo: el miedo bueno y el miedo malo. El miedo bueno es el que te protege. Como cuando cruzas una calle, vivíamos en el Viejo San Juan, y tienes miedo de que te haga ketchup un carro que no se detiene. Ese miedo que va de la mano con el instinto de supervivencia. El otro miedo, el malo, es el que te congela y te paraliza. Como Cecilia tenía pesadillas con monstruos de la noche, yo le decía que nuestras pupilas tenían el poder de mirarlos de frente y desvanecerlos. Entonces nos pasábamos horas ensayando patadas en el aire para desaparecer ese miedo malo. Al otro día Cecilia iba feliz a su Escuelita Montesori y yo con dolor de espalda por tanta patada, sonreía, mientras cantábamos con Gema y Pavel en el carro como si fuéramos japonesas. A los japoneses les encanta el karaoke.Tuve la oportunidad, cuando vivía en Madrid, de hacer teatro en Japón. En una de las noches llegué a un Bar en Tokio y pude constatar como gente diversa se jayaba en el karaoke como cuando yo cantaba con un cepillo como micrófono las canciones de Yolandita Monge y Lisette.

[Cierro Paréntesis Líquido]

Empiezo todas mis clases en la UPR con una cita, un libro, una película y una recomendación musical. Le digo al Corille Estudiantil, que la música es un antídoto poderoso contra la tristeza tan común en estos tiempos. Yo hago playlists para mis personajes, para hacer ejercicio, para escribir, para hacer el amor, para limpiar la casa, para llorar, para meditar, para cocinar, para olvidar, para recordar, en fin para todo. 

Con Música despedí a Mamá, le canté todo el repertorio de boleros y música popular que me enseñó en las noches en que se metía en mi cama a dormir susurrando “Olas y Arenas” desfallecida de tanto trabajo. A veces me cantaba en fast forward y nos reíamos casi dormidas. Recuerdo la última vez que dormí en casa de mis Papis, antes de casarme y mudarme a Madrid. Cuando todavía tenía las ilusiones intactas. Había que dormir para maquillarnos al amanecer, me habían hecho una permanente, eran los ochenta, todavía el pelo me olía a químicos. Abrazaditas desafiamos Mamá y Yo las ojeras y cantamos todas, todas las canciones del repertorio: décimas de Llorens, Boleros Corta Venas, Nanas Ancestrales. Las cantamos todas, entre cremas y mocos, esperando nuestro último amanecer bajo el mismo techo.

Hoy convoco esos sonidos, esas canciones que canto todavía a galillo pelao con mis Amigas Hermanas, con mis Panas, con tantos Afectos Buenos que me pueblan. Gracias Música, gracias Pupilas por leerme los Amo. Seguimos… ¡Aché!  

*Carola García es actriz, locutora, profesora universitaria, madre, y sobreviviente de cáncer del seno quien vive con la condición de bipolaridad y escribe semanalmente la columna Encarne… ¡Viva!.