Desde el día que nacemos hasta el último día de nuestra vida, el amor, la atención, la amabilidad y el cuidado de los demás tienen un impacto en nuestra calidad de vida. No es casualidad que durante esta época del año pongamos particular énfasis en rituales que buscan dejarle saber a nuestros seres queridos lo importante que son en nuestra vida.
Por simple que parezca, nuestro cerebro evolucionó para dar y recibir cariño, de modo que se ve grandemente influenciado por el afecto y el amor que recibe. Cómo nos sentimos cuando interactuamos con quienes nos rodean es importante para nuestra seguridad y esto último guía nuestras motivaciones, pensamiento, sentimientos y comportamiento. Los seres humanos estamos “cableados” para las relaciones. Tan es así que sentirnos conectados con los demás aporta a nuestro bienestar general. Asimismo, nos ayuda a lidiar más efectivamente con el estrés y fortalece nuestro sistema inmunológico.
Hoy sabemos que crecer en un ambiente amenazador requiere de un cerebro capaz de enfrentarse a las amenazas. Implica, a su vez, que es un cerebro listo para la agresividad y la ansiedad, dos emociones vinculadas con la protección. Si nuestras experiencias en los primeros años de vida fueron adversas y hostiles, entonces, en la edad adulta tendremos mayor dificultad para aceptar y experimentar emociones positivas en respuesta a otras personas. Por lo tanto, si queremos niños bondadosos y amables con los demás, debemos ayudarles a sentirse seguros, queridos y deseados.
Subirse a una montaña rusa puede ser menos aterrador cuando estamos acompañados. Lo mismo sucede cuando enfrentamos un gran desafío en nuestra vida, suele ser menos doloroso cuando nos sentimos conectados de quienes nos rodean. Pero, ¿cuál es la razón? Estudios han probado que las zonas de nuestro cerebro que regulan la respuesta hormonal al estrés se alteran, tornándose menos activas con la presencia de las personas que queremos.
Julianne Holt-Lunstad y Timothy B. Smith examinaron sobre 145 estudios y encontraron que individuos que poseen relaciones sociales saludables “tienen un 50% más de probabilidad de sobrevivir que aquellos con relaciones sociales pobres”. Los investigadores exponen, igualmente, que el aislamiento social y la soledad pueden ser tan letal para la salud como fumar 15 cigarrillos diarios, y tan dañino como el alcoholismo y la obesidad. Se ha evidenciado, a su vez, que la soledad es un buen predictor de una presión arterial elevada, y que puede aumentar el riesgo de una enfermedad cardiovascular.
Otros estudios establecen que tanto el aislamiento como la soledad contribuyen al desarrollo de enfermedades mentales, como es el caso de la depresión y la ansiedad. De hecho, las intervenciones que ponen mayor énfasis en la conexión social, han demostrado ser muy efectivas en la reducción de los síntomas vinculados a ambas condiciones. Otro dato curioso es el que se desprende de los trabajos de Elizabeth Dunn y Michael Norton, pues de sus investigaciones se destaca que invertir dinero en otras personas nos genera más felicidad que gastarlo en nosotros mismos.
En fin, los seres humanos poseemos una necesidad innata de pertenencia y de compartir. Somos una especie que naturalmente busca la conexión, y está más que estudiado su impacto directo en nuestra calidad de vida. Entonces, si dar y recibir bondad, ternura, amabilidad y compasión nos proporciona una sensación de tranquilidad y felicidad, reflexionar sobre la calidad de nuestras relaciones es un buen ejercicio para el inicio de un nuevo año. Así pues, ten siempre presente que poseer relaciones de calidad aumenta la actividad en los circuitos del cerebro que nos proporciona bienestar. Literalmente funciona como vitaminas para nuestra mente. Cualquier momento es bueno para expresar nuestra gratitud y amor.
*La autora es psicóloga licenciada con especialidad en consejería psicológica.