Uno de los mayores obstáculos al identificar el autismo es que, en contraste a las condiciones de salud orgánica o física, no existe una prueba de sangre ni una evaluación estandarizada para identificar a menores con esta condición, aseguró la psiquiatra Wilnelya Morales Rosado

La experta indicó que existen unas etapas en el desarrollo que se llaman las ‘piedras angulares’. Dependiendo de la edad o meses del niño o niña son los criterios o comportamientos con lo que debe cumplir, como sonreír, tener contacto visual y agarrar un lápiz, entre otros. 

Para el autismo en particular, algunas señales son colocar los carritos o juguetes en una línea, que no se comuniquen, que tengan intereses particulares, que no se comuniquen socialmente o que no entiendan el lenguaje corporal, entre otros. No obstante, dijo que a veces pueden haber retrasos en el lenguaje, en caminar o gatear y no necesariamente quiere decir que tenga autismo.

Destacó que, a pesar de que el autismo se suele diagnosticar entre los 18 meses y dos años de edad, no todos los menores presentan la misma sintomatología, ni exhiben la falta de cumplimiento de estas capacidades de manera tan pronunciada en etapas iniciales de la vida. Por esto, es necesario evaluar de manera consecutiva a los menores con profesionales de salud, a través de citas de seguimiento, aseguró. 

Por su parte, el psiquiatra especializado en niños y adolescentes, Dimas Tirado Morales, dijo que es muy normal que los menores sean inicialmente diagnosticados, reciban intervención temprana y, luego, a mayor edad no cumplan con los requisitos de tener autismo. Mientras, hay otros que no. Por esto, es importante la intervención para llevarlos al mayor funcionamiento posible.

El autismo es una condición de salud mental del neurodesarrollo donde el paciente tiene deficiencias o dificultades en lo que son la comunicación social y movimientos restrictivos o estereotipados, definió la psiquiatra Morales Rosado. 

Precisó que la causa es un tema controversial y un factor que se sigue estudiando, aunque se cree que pudiese ser genética. 

Igualmente, otros retos son la carencia de experiencia de algunos salubristas con este diagnóstico o la falta de disponibilidad de los padres, madres o cuidadores principales en poder llevar a sus hijos a las citas de seguimiento, afirmaron ambos psiquiatras. 

Además, ambos expertos comentaron que en Puerto Rico hay una escasez de recursos especializados para atender a esta población. Morales Rosado comentó que los pocos recursos que hay siempre están llenos, con pocos espacios disponibles para nuevos pacientes, razón por la que muchas personas recurren a mudarse de la Isla.  

Una de las consecuencias principales de la falta de especialistas en Puerto Rico es el riesgo de ofrecer un tratamiento no adecuado y medicar al menor innecesariamente, lamentó Morales Rosado. Especificó que el tratamiento del autismo no es con fármacos, a menos que no sea para atender cosas puntuales como la depresión o irritabilidad. 

Por su parte, Tirado Morales especificó que para diagnosticar a un menor con esta condición  es necesario disponer de un equipo multidisciplinario, que sean especialistas en autismo. Los psicólogos o psiquiatras especializados en niños y en el diagnóstico, pediatras del neurodesarrollo, neurólogos pediátricos, son los especialistas que pueden hacer este tipo de diagnóstico, indicó.

Es un trabajo que un solo profesional no puede hacer de manera perfecta”, comentó Tirado Morales al admitir que incluso en su oficina al identificar un caso de este tipo suele referir al paciente a otro especialista para obtener confirmación oficial. 

Otras dificultades son la misma estigmatización del diagnóstico, conseguir el tratamiento adecuado para enseñarle cómo entablar una conversación o poder ayudarle con sus patrones restrictivos, presentó Morales Rosado.

En concordancia con Morales Rosado,  Tirado Morales afirmó que hay resistencia de parte de los familiares e incluso de profesionales de salud. “Hay una tendencia a querer evitar etiquetas”, mantuvo. 

Recordó la importancia de la intervención temprana y de buscar todo tipo de recurso disponible para ayudar al menor con las herramientas necesarias. 

Asimismo, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) anunció el pasado 23 de marzo que, contrario a los hallazgos anteriores, alrededor del 3% de los niños negros, hispanos y asiáticos o isleños del Pacífico tienen un diagnóstico de autismo, en comparación con aproximadamente el 2% de los niños blancos. 

Previo a este anuncio, el autismo era diagnosticado más comúnmente en niños blancos, generalmente en familias de ingresos medios o altos con los medios para ir a especialistas en la condición. En 2010, se consideró que los niños blancos tenían un 30% más de probabilidades de ser diagnosticados con autismo que los niños negros y un 50% más de probabilidades que los niños hispanos.

Tirado Morales comentó que este era un anuncio que la comunidad científica estaba esperando. 

Asimismo, indicó que casi un 70% de los niños con autismo tienen discapacidad intelectual. Esto está relacionado a mujeres que tienen embarazos no deseados o bajo mucho estrés, factores que se ven mucho más marcados en minorías y pobreza.