Una dismorfia es un trastorno mental que provoca una distorsión en la manera en la que una persona se visualiza ante el espejo.

En el caso de la dismorfia del selfie, se caracteriza por la dependencia que una persona pudiera generar al verse con los filtros, alteraciones faciales o efectos especiales que modifican la apariencia, en la cámara que ofrecen las redes sociales como Instagram, Snapchat, Facebook, entre otras plataformas.

Según la experta en salud mental, Roxana Calderón Salas, no hay mucha información disponible sobre este fenómeno ni estudios que prueben su prevalencia, sino que éste hizo su debut en las clínicas psicológicas hace cinco o siete años por causa del uso de las redes sociales. 

Por otro lado, de acuerdo con el Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Trastornos Mentales (DSM5 por sus siglas en inglés), el fenómeno cae dentro de la sombrilla del trastorno dismórfico corporal. 

Especificó que las personas más vulnerables a sufrir de sus efectos son los jóvenes, pues son aquellas personas más familiarizadas y expuestas a la tecnología.

A su vez, la psicóloga clínica Yanci Torres Jiménez explicó que se asocia con tener una baja autoestima, pues las personas no se aceptan como son.

Explicó que este tipo de dismorfia pudiese tanto ser provocada por una distorsión o trastorno de salud mental, como la depresión, no tratado o no diagnosticado, como pudiese exacerbar o provocarlo.

Por encima de esto mencionó que, por causa de los síntomas de esta dismorfia, muchas personas recurren a cambiar su apariencia o evitar salidas en público para esconder su rostro real.

Mientras, Calderón Salas estableció que el mismo también puede ser motivado o justificado por las comparaciones que hacen los usuarios de las redes sociales entre sus cuerpos o apariencias y las de los ‘influencers’.

Síntomas

Torres Jiménez aseguró que los síntomas principales son la ansiedad y una insatisfacción generalizada con la vida.

Determinó que otra señal es tomarse fotos excesivas y quererlas publicar todas, lo que pudiese llevar a una persona a tener una adicción a las redes sociales; aspecto que se pudiese comparar a la distorsión de la obsesión compulsión.

Mientras, el artículo de la psicóloga Valeria Sabater establece que una persona con dismorfia del selfie, dependiendo de la gravedad, pudiese tomarse de 25 a 50 fotos diarias.

De manera similar, apuntó a un estudio realizado en la Universidad de Toronto en el que se exhibe que este fenómeno está relacionado con sensación de inseguridad y ansiedad social.

Calderón Salas añadió que sufrir de este fenómeno pudiese provocar problemas en las relaciones interpersonales.

Describió que las personas con esta dismorfia muestran que no están complacidos con lo que perciben en el espejo.

Riesgos

Ambas expertas afirmaron que uno de los riesgos principales de tener esta dismorfia es el recurrir a intervenciones quirúrgicas para cambiar las apariencias oficialmente y parecerse más al filtro de su preferencia.

Por su parte, Torres Jiménez se lamentó de que muchas personas adquieren una dependencia de estas cirugías sin tomar en consideración el cuidado de su salud mental y sin mejorar su autoestima.

Mientras, Calderón Salas resaltó la responsabilidad de parte de los cirujanos por requerir o solicitar evaluaciones psicológicas al notar síntomas de posibles distorsiones. Sin embargo, admitió que en Puerto Rico muchos cirujanos no consideran el aspecto de salud mental ni las intenciones por las que una persona quiere alterar su apariencia, tanto por falta de educación como porque no es obligatorio.

Por otro lado, explicó que muchos pacientes no reconocen que están sufriendo de este fenómeno o prefieren acudir a otro profesional en vez de ir a la evaluación psicológica solicitada como método de precaución.

No obstante, también confirmó que ha podido constatar a más cirujanos alertas del fenómeno que se instruyen sobre los síntomas.

También una persona que sufra de este fenómeno puede terminar teniendo desórdenes alimenticios.

Por su parte, la también experta en adicciones Torres Jiménez concluyó que, debido a que este fenómeno puede provocar una adicción, lo que trastocaría las actividades diarias de las personas y sus interacciones sociales.

Ambas expertas señalaron a la posibilidad de que la persona retome o genere desórdenes alimenticios por las dificultades emocionales que pudiese provocar este fenómeno.