¿Qué es lo primero que haces al abrir tus ojos en la mañana? Eres de los que antes de poner un pie en el suelo, toma el celular, entra a las redes sociales, repasa las noticias del día… o quizá seas de los que antes de emprender el día sacas unos minutos para agradecer la oportunidad de un día más de vida. Si tu patrón es más parecido al primero, incorporar una dosis de gratitud podría cambiar el ritmo de tu día, y hasta dar un giro a tu vida.
Resulta común que nuestra mente pase por alto nuestra dicha, y que se centre solo en lo negativo. Pasamos tantas horas intentando resolver problemas, que no prestamos suficiente atención a aquello que nos aporta placer. No obstante, las investigaciones comienzan a demostrar consistentemente el impacto que tiene la gratitud en nuestro bienestar. De hecho, el solo cambiar la manera en la que nos relacionamos con nuestra vida, podría aumentar nuestros niveles de felicidad.
Robert Emmons, uno de los investigadores más importantes sobre la gratitud, ha encontrado un sólido apoyo sobre su efecto positivo en nuestra salud física y mental, al tiempo que en nuestras relaciones sociales. ¿Recuerdas la típica frase de la abuela: “da gracias a Dios por lo que tienes”? Pues la gratitud según define Emmons, es algo así como una afirmación de bondad ante todas las cosas buenas que nos rodean y que recibimos, pero que por desgracia solemos dar por sentado. El psicólogo estadounidense establece, a su vez, que el afirmar que hay cosas buenas en el mundo, no significa que la vida sea perfecta, tampoco invita a ignorar las cargas diarias, sino que anima a identificar la bondad en nuestras vidas.
Pero, ¿cómo es que una práctica tan sencilla produce tantos resultados positivos? Simple, la explicación tiene una base neurofisiológica. Cuando expresamos y/o recibimos gratitud, nuestro cerebro libera dopamina y serotonina, dos sustancias químicas que tienen un impacto directo en la regulación de estados de ánimos positivos, y que nos generan sensaciones placenteras. Las personas que se sienten agradecidas muestran una marcada reducción en los niveles de cortisol, hormona asociada al estrés. En el caso de aquellos que padecen de dolor, la liberación y acción de dopamina, les provoca una sensación de relajación. La sencilla práctica de reconocer y apreciar las pequeñas cosas de la vida, fortalece estas vías neuronales.
De otro lado, recibir y mostrar actos simples de amabilidad activa el hipotálamo, esta estructura situada en el cerebro se asocia con la regulación de la temperatura corporal, del ciclo sueño-vigilia, la ingesta de alimentos, e interviene en procesos relacionados a la emoción y la memoria. Así pues, a nivel neuroquímico la gratitud actúa como una especie de modulador para las hormonas que controlan nuestras emociones y las respuestas inmediatas al estrés. Del mismo modo, cuando hacemos de la gratitud parte de nuestro estilo de vida, los beneficios se trasladan al escenario laboral. Por ejemplo, los empleados agradecidos suelen ser más productivos, más responsables y trabajan mejor en equipo. Mientras que los jefes tienden a ser más empáticos y sensibles.
En términos generales, a lo largo de los últimos años se ha encontrado que la gratitud provoca: sistemas inmunes más fuertes, mayor bienestar psicológico, mejor calidad de vida, más optimismo, mayor compasión y niveles más altos de felicidad.
*La autora es psicóloga licenciada con especialidad en consejería psicológica.