Independientemente de la etapa de la vida en que nos encontremos, durante las épocas festivas afloran las emociones, entre ellas la tristeza. Sin embargo, en los adultos mayores el impacto es mayor y característico de la etapa en que están, aseguró Mayra S. Ortiz Tapia, gerontóloga clínica especialista en geriatría.
Según la doctora, muchos adultos mayores -de 60 años o más- sienten tristeza “por las ausencias, porque ya el núcleo familiar no es el mismo, la energía no es la misma, muchas veces están afrontando situaciones o enfermedades crónicas por las que han perdido su nivel de funcionalidad, su independencia, su autonomía y obviamente, pues la tristeza es algo que acompaña y se agudiza en esta época en la que estamos viendo en todo momento, a través de los medios, la euforia comercial”.
La época navideña se caracteriza por las compras de regalos, la música, el baile, las fiestas, las reuniones familiares y muchos otros eventos sociales que demandan energía física, emocional y un presupuesto. Por eso muchas veces, además de tristeza, la Navidad, provoca enfado y frustración en las personas mayores que se encuentran vulnerables.
Un estudio realizado por el Recinto de Ciencias Médicas de Puerto Rico destaca que “el modelo más común se centra en considerar la vejez como un período de vulnerabilidad, desapego, dependencia, y mayores demandas a los sistemas de salud, jubilación y servicios sociales, proviniendo este modelo de una sociedad industrializada que da prioridad al trabajo, la productividad y la utilidad. Esto promueve constructos equívocos sobre el envejecimiento, actitudes y suposiciones generalizadas, y que, aunque existan pruebas considerables de que los adultos mayores contribuyen a la sociedad en muchos sentidos, a menudo se les vea de manera estereotipada como una carga o como débiles o dependientes”.
Las emociones afloran “porque [los adultos mayores] tienen unas expectativas en términos de las relaciones de familia y de los hijos que ya no están. A veces ellos esperan y tienen una expectativa de que regresen y los procuren más o los inviten a sus actividades familiares. Y la exclusión, que es la contraparte, muchas veces provoca esa sensación de frustración y enfado”, explicó Ortiz Tapia a Es Mental.
Según la gerontóloga clínica, “otra de las emociones que está bien presente en nuestros viejos en esta etapa, en esta época, es la apatía y el desánimo, porque realmente ellos entienden y, lo manifiestan vívidamente, que no tienen nada que celebrar”.
En muchas ocasiones, cuando las fiestas provocan desánimo, también se despierta la nostalgia pues las personas recuerdan los momentos que vivieron con su familia. Esto es común no solo en los adultos mayores.
“Yo me levanté hoy con nostalgia. La asumo y reconozco por qué sentí esa nostalgia hasta ahorita. Fue porque vi la foto de mis chicos, de cuando estaban en la etapa de adolescencia, que compartíamos todos en familia, y ahora ya ellos están en otra etapa de desarrollo. Son adultos, jóvenes y ya no están aquí. Está la conexión [familiar] y todo, pero físicamente hay un desligue y eso mismo pasa con nuestros adultos mayores”, manifestó Ortiz Tapia, quien tiene 53 años.
Y es que, “muchas veces pensamos que [la tristeza, el enfado, la frustración y la nostalgia] es parte del proceso de envejecimiento normal, y entonces no le damos la importancia necesaria y pensamos que va a terminar después que pase la Navidad. Mucha gente dice: ‘estoy loca de que pase la Navidad para que se me quite todo esto y volver a mí, a mi rutina, a mi cotidianidad’’.
En su práctica profesional, Ortiz Tapia ha visto cómo muchos adultos mayores se quedan solos y normalizan el hecho de que sus hijos los abandonen. Se dicen a sí mismos: “para mí es algo normal que mis hijos no me procuren. Ya en la Navidad, no tengo esa expectativa. No me tengo que sentir frustrada o enfadada o triste”.
Pero según Ortiz Tapia, esto es solo una estrategia para engañar la mente pues nuestras emociones están presentes durante toda nuestra vida y hay que poner atención, ya que los índices de depresión en personas adultas son altos.
Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor del 15% de los adultos de más de 60 años del mundo sufren algún trastorno mental. La depresión (7%) y demencia (6%) son los dos más comunes.
“La depresión es uno de los detonantes, incluso está validado por la literatura gerontológicos-geriátrico, que la depresión no tratada es uno de los precursores principales del deterioro cognitivo leve y por ahí sigue la secuela la cadena hasta proceso de demencia”, señaló Ortiz Tapia.
Por eso, la gerontóloga clínica hace un llamado a acompañar nuestros viejos en todo momento. Su consejo es que “seamos inclusivos con nuestros adultos mayores. No importa que estén en silla de ruedas, que estén encamado. Si no pueden salir de la cama y no tienen la capacidad de sacarlo, vamos a meternos en el cuarto. No es que vamos a hacer un parandón y un ‘party’ allí en el cuarto, pero vamos a conectar con esa persona, no vamos a dejarla aislada, mientras nosotros nos vamos para la sala o para la terraza”.
Asimismo, recomienda no juzgar los sentimientos de las personas mayores, sino reconocer, validar sus emociones y buscar ayuda profesional cuando sea necesario.