Solo un 18% de los puertorriqueños han recibido servicios de salud mental subvencionados con fondos federales luego de los desastres de María. (Archivo CPI)
Luego del huracán María, Rafael Negrón Santos no perdió su casa ni su trabajo, pero sí terminó la relación con su pareja. Entre las gestiones de supervivencia los días y las semanas siguientes, la desesperación que le producía la vida sin energía eléctrica, la frustración por la cantidad de muertos que el Gobierno se negaba a reconocer y el tiempo que dedicaba a atender las necesidades de su mamá, la comunicación con su compañera se debilitó. Un día llegó a su casa y ella ya no estaba.
La cantidad de estresores que enfrentó le pasó factura a su salud mental. En los meses siguientes, perdió el apetito, rebajó cerca de 40 libras y tuvo ataques de pánico. Una supervisora en su trabajo le dijo que necesitaba buscar ayuda y, a seis meses del huracán, fue diagnosticado con depresión y síndrome de estrés post-traumático.
Para el mismo tiempo, Lisandra Cruz Marín, comenzó a sentirse constantemente nerviosa, tenía problemas para dormir, también perdió el apetito, se le hacía muy difícil concentrarse y estaba siempre preocupada por algo. Fue diagnosticada con trastorno de ansiedad.
Lo único ficticio en estos testimonios es el nombre de las personas. Sus historias son reales y fueron recopiladas por el Center for Public Integrity, Columbia Journalism Investigations y otros 12 medios, incluyendo al Centro de Periodismo Investigativo, que pidieron a personas afectadas por huracanes, inundaciones e incendios forestales, y a los profesionales que ayudan a esos sobrevivientes, que compartieran sus experiencias mediante un formulario en línea que fue respondido por 230 individuos. De estos, 74 dijeron haber experimentado uno o varios desastres en Puerto Rico. También hubo 27 profesionales de la salud mental de Puerto Rico que completaron la encuesta.
Sus respuestas son una muestra de algunas de las situaciones que con frecuencia experimentan los sobrevivientes de desastres en Puerto Rico. Muchas, relacionadas con pérdidas en el contexto de la devastación. Estas incluyen síntomas relacionados con la ansiedad, estrés postraumático, dificultades de adaptación, depresión mayor y abuso de sustancias, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Como Negrón Santos y Cruz Marín, miles de puertorriqueños enfrentaron dificultades emocionales a consecuencia de los estragos que hizo el huracán María. Algunos fueron diagnosticados posteriormente con trastornos de salud mental.
La mayoría de las personas que respondieron el cuestionario dijeron no haber recibido servicios de salud mental después de su experiencia. Sus razones varían, y van desde el costo hasta la creencia de que no necesitaban ayuda. Sin embargo, revelaron que han enfrentado situaciones que vinculan con el desastre como síntomas de ansiedad, depresión y problemas para dormir, que son tratables con servicios de salud mental. Más de la mitad informó haber enfrentado cuatro o más desafíos emocionales en el primer año después del desastre. Y, casi todos, (78%) respondieron que todavía enfrentan regularmente alguno de estos síntomas.
La crisis climática afecta la salud mental de la gente
Los traumas relacionados con los desastres naturales seguirán repitiéndose según el calentamiento global propicia el desarrollo de tormentas y huracanes con un potencial de destrucción cada vez mayor, como ha advertido la comunidad científica. En los 10 años anteriores al huracán María, los desastres relacionados con el clima aumentaron en 46%. Además de las pérdidas materiales, el desplazamiento de comunidades pobres y vulnerables, la crisis climática se traduce también en una crisis de salud mental.
Pero, más allá de una advertencia, los efectos ya son una realidad.
Entre 2008 hasta el impacto de María en 2017, Puerto Rico, en su totalidad o en parte, ha sido designado como zona de desastre mayor por lluvias torrenciales, inundaciones, deslizamientos, tormentas y huracanes en seis ocasiones: inundaciones en pueblos del sur en 2008; inundaciones y deslizamiento en pueblos del centro, norte y este en 2011; el huracán Irene en 2011; la tormenta tropical María en 2011; y los huracanes Irma y María en 2017.
Cada evento de este tipo provoca sintomatología en la población, según explicó la epidemióloga psiquiátrica Glorisa Canino, directora del Instituto de Investigación de Ciencias de la Conducta del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico.
Canino estableció que las personas con un historial psiquiátrico son las que mayor probabilidad tienen de desarrollar una nueva enfermedad o de experimentar una exacerbación en la condición que ya tienen.
Mientras, quienes viven en situación de vulnerabilidad, que sufren pérdidas como consecuencia del desastre, están en mayor riesgo de desarrollar sintomatología relacionada con el síndrome de estrés postraumático, ansiedad o depresión. Estos síntomas, dijo, pueden persistir entre seis meses y dos años. Solo cuando persisten varios de estos síntomas a la misma vez, por un periodo de tiempo determinado, se considera un trastorno de salud mental.
“Las personas que van a desarrollar síntomas, casi siempre son las más pobres porque están en áreas inundables o en viviendas que no son seguras. Si fueron afectadas por el desastre, a mayor grado de afectación, mayor probabilidad tienen (de desarrollar síntomas). Y eso es así en todos los desastres a través del mundo”, señaló.
Los parchos de FEMA ante la ausencia de política pública
Canino reconoció que, tras el paso del huracán María, la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (Assmca) “hizo lo que pudo” y que hubiese sido diferente y mucho más eficiente la respuesta si Puerto Rico contara con una infraestructura de salud mental más robusta.
Assmca amplió los servicios de su línea del Programa de Ayuda Psicosocial (Línea PAS). El historial de llamadas recibidas en los meses siguientes al huracán María, luego de que la señal de teléfono celular comenzó a restablecerse, refleja un aumento sostenido desde noviembre de 2017. Otros picos se observaron ante la amenaza del huracán Dorian en 2019, luego de los terremotos en enero de 2020 y cuando comenzó la emergencia por COVID-19, que el Gobierno ofreció la Línea PAS como referencia de información de la epidemia, más allá del servicio que usualmente ofrece. Desde enero de 2020, el número de llamadas ha aumentado todos los meses, confirmó el CPI.
Assmca contó con $35.9 millones del Programa de Consejería y Entrenamiento en Crisis de FEMA (CCP, en inglés), que pueden solicitar los gobiernos de estados y territorios afectados por desastres naturales. Según informó la agencia, con ese dinero contrató a 320 facilitadores de salud mental y se puso en marcha el programa Anímate para brindar apoyo emocional y consejería en crisis.
Puerto Rico al tope de las jurisdicciones de Estados Unidos
El programa CCP, establecido en la década de 1980 como una subvención de ayuda en casos de desastre a corto plazo, financia ayuda emocional gratis para cualquier persona afectada por un desastre mayor. Se ha utilizado en todos los estados, además de Puerto Rico y otros territorios, en más de 400 eventos traumáticos en total.
Nueva York es el estado que más dinero de CCP ha recibido desde 1985, fecha desde la que hay datos de FEMA disponibles para ese programa. Su ayuda incluye la respuesta a los eventos del 11 de septiembre de 2001 y el huracán Sandy en 2012.
En los últimos cinco años, Puerto Rico se ubica al tope entre las jurisdicciones que más dinero han recibido, con una obligación de $35,945,000, que es el 63% del total que ha recibido la Isla en la historia de CCP. La cifra corresponde solo a la obligación luego del huracán María, que es el quinto desastre por el que más dinero FEMA ha obligado bajo su programa de CCP.
Para la antropóloga médica Adriana Garriga López, quien ha estudiado por los pasados 20 años los efectos sociales de las epidemias, este número, así como todos los fondos que destina Estados Unidos a Puerto Rico, hay que analizarlo reconociendo la relación política que no le permite al Gobierno de Puerto Rico participar ni abogar con soberanía por los derechos de sus ciudadanos en ningún organismo internacional de salud, como la OMS o la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Para leer la historia completa y ver sus visualizaciones acceda al Centro de Periodismo Investigativo.