En sus años de juventud en el campo de Caguas, recuerda que iba a velorios en los que todos acostumbraban a velar a sus fallecidos en sus hogares con un poco de café o chocolate caliente en mano, mientras recordaban y compartían viejas anécdotas.
Sin embargo, para Luis Ángel “Wichy” Sánchez la manera en la que despidió tanto a su hijo como a su padre por causa del COVID-19 fue totalmente distinta a sus 52 años.
Su hijo, Joshua James Sánchez, falleció con tan solo 29 años. Luis Ángel no tuvo la oportunidad de despedirse de él como hubiese imaginado mientras vivía en el campo. Solo lo pudo observar a través de un cristal minutos antes de que cremaran su cuerpo.
Lloró, gritó y exclamó el nombre de su hijo. No tuvo la oportunidad de abrazarlo como hubiese querido.
Su padre, Don Pedro “Lico” Sánchez, también falleció por el virus mientras convalecía de Alzheimer. Le entregaron sus cenizas en una urna funeraria. Pese a que lo cuidó durante siete años, no pudo estar junto a él en el hospital en sus últimos días.
“El COVID-19 te corta esas oportunidades” de despedirte, expresó el padre de Joshua James e hijo de Pedro “Lico”. “Sientes esa inhabilidad de hacer tu rol como padre o como hijo”.
En Puerto Rico, uno de los primeros pasos luego de una muerte es validar el dolor por medio de los abrazos y el acompañamiento que se da, por lo general, en los velorios, opinó la consejera profesional certificada en tanatología, Irma Nydia Carrasquillo, en entrevista con Es Mental.
No obstante, la prohibición temporal de los velorios se ha sumado a la imposibilidad de acompañar a los pacientes con COVID-19 en el hospital. Estos pueden ser detonantes que prolonguen las distintas etapas del duelo. Igualmente, puede que ocasione que sea más complicado que la persona cierre asuntos inconclusos con el fenecido, explicó.
“En los velatorios en Puerto Rico, la gente puede ir digiriendo la noticia”, explicó la consejera profesional. “Pero aquí, tras que la muerte es súbita, tampoco está el poder hablar, hablar y hablar una vez más para sacarte todo lo que llevas dentro”.
El poder despedir a un ser querido en un velorio puede significar para muchos familiares un momento en el que internalizar que esta persona ya no estará más físicamente entre ellos.
La especialista en salud pública y gerontología certificada en tanatología, Noelia Lis Silva Castro, explicó que por causa de la prohibición de estos procesos funerarios el doliente tiene menos tiempo de asimilar e internalizar la realidad con la que se topará ante la pérdida.
Por lo tanto, ante la pausa en los velorios, aconsejó a utilizar “las llamadas, los textos de seguimiento o las videollamadas para proveer espacio a la persona que ha sufrido la pérdida para que ventile sus sentimientos y se le reconozca y valide como doliente”.
Es importante que el doliente se tome el tiempo para llorar porque eso le permitirá manifestar todas las emociones que siente por causa de la pérdida, recalcó la especialista. El esconder las emociones puede complicar el proceso de sanación.
“Si queremos sobrellevar con aceptación la realidad de que todos en algún momento moriremos, tenemos que dejar de excluir la muerte de nuestras vidas”, reflexionó. “En el proceso de hacernos conscientes de nuestra mortalidad, iremos adquiriendo herramientas que nos permitirán asumir con aceptación y fortaleza el proceso de muerte propia, de un ser amado o un conocido”.
La psiquiatra suizo-estadounidense, Elisabeth Kübler-Ross, define el duelo por medio de cinco etapas en las cuales las personas tienden a sentirse y a actuar de manera diferente. Este proceso es llamado “Las cinco etapas del duelo”.
Estas cinco etapas son la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. El orden y cuáles de estas surjan dependerá de la particularidad de cada persona.
El sobrellevar una muerte se tornará más ameno si se cuenta con el respaldo familiar, si se entiende lo que representa la muerte en el ciclo de la vida, así como las condiciones de salud que enfrentaba la persona, explicó la psicóloga clínica Luz Nereida Ramos.
Pese a que las muertes repentinas como las del COVID-19 tienden a prolongar más las etapas del duelo, el duelo “es un proceso normal que tenemos que atravesar”, puntualizó la psicóloga clínica. “Todo depende de cuánto apego o cómo era la relación con esa persona [fallecida]”.