En una búsqueda “racional” de por qué un niño o niña se comporta o actúa de tal forma, muchos adultos invalidan las emociones de los menores sin darse cuenta. Los profesionales coinciden en que esto podría tener implicaciones perjudiciales en la niñez y también en otras etapas del desarrollo, como lo es la adolescencia y, posteriormente, la adultez. 

Siendo las emociones los mecanismos de defensa de los seres humanos ante amenazas externas, muchos padres, madres y cuidadores invalidan los sentimientos de sus hijos sin tener conciencia sobre ello, pues en muchos casos parece algo normalizado.  

La invalidación emocional puede manifestarse en expresiones como “No pasa nada, no llores”, “¿vas a llorar por eso?”, “no te molestes por eso”, entre otras tantas, que muchos repiten cotidianamente en el proceso de crianza

“Hay muchas maneras en las que los padres no saben que están invalidando a sus niños. En primer lugar está la negación. Cuando dicen: ‘No pasa nada, tranquila’.  El segundo sería cuando se juzga: ‘No seas llorón. No llores por eso, es una tontería’.  Por otro lado, la desacreditación, cuando quizá el niño tiene una fobia y papá dice: ‘Eso no te va a hacer nada, no puedes ponerte así’, explicó la licenciada Kiara C. Adorno Rodríguez, psicóloga escolar. 

“De igual forma, puede ser distrayendo, como por ejemplo: ‘Toma este juguete, no llores por eso’, también minimizando con ‘no es para tanto’ o apresurándole a través de diálogos que buscan hacerle saber que ya ha llorado lo suficiente o que ya debe dejar de expresar cómo se siente. Esas son las principales formas de cómo los padres invalidan las emociones de los niños”, sostuvo Adorno Rodríguez. 

Que los adultos invaliden algo tan natural y necesario para el desarrollo, puede llevarle un mensaje al menor de que sus emociones no deben ser expresadas o, en el caso de hacerlo, que solo existe una forma »correcta» a la hora demostrarlas, señaló a Es Mental el doctor Héctor L. Concepción Reyes, psicólogo clínico.

“Esto pudiera tener unas implicaciones dañinas en la adultez, pues puede crecer pensando que sus emociones no son tan importantes como para expresárselas a los demás, y pudiera crecer con dificultades en la expresión y experiencia de esas emociones, no tan solo en expresarlas, sino también en sentirlas”, expuso el doctor.

Concepción Reyes mencionó como ejemplo, el no permitirse llorar o expresar el coraje de forma pasivo-agresiva. “Maneras que no son muy eficaces para resolver los conflictos que se van a presentar en la adultez”, tildó. 

Y por eso, según este, sorprende tanto cuando un adulto no sabe manejar sus emociones o expresarlas de manera adecuada. Es el resultado de lo que aprendió en su niñez. 

La invalidación emocional a un menor puede afectar su autoconciencia, el autocontrol, la toma de decisiones y conciencia social, esta última ante la carencia de capacidad para validar las emociones de otras personas y la habilidad para relacionarse con los otros, según Adorno Rodríguez. 

“La invalidación emocional es mucho más seria de lo que a veces pensamos porque tiene un impacto bien significativo en la vida de los niños”, dijo la psicóloga escolar.

La doctora Norka Polanco Frontera, psicóloga clínica del proyecto de servicios psicológicos para niños y adolescentes “PANA II”, recomendó a los padres, madres y cuidadores, a preguntarse, por ejemplo, si cuando el niño habla, se escucha lo que está diciendo o se reacciona sin escuchar. 

Asimismo, si con frecuencia se le pregunta a los niños cómo se sienten y/o se le ha enseñado a cómo responder a sus emociones.

“Nosotros como adultos tenemos las expectativas de que los niños sepan cómo responder y se nos olvida que nosotros somos el primer ejemplo. Somos los que enseñamos cómo responder”, recordó. 

Apuntó a que el castigo físico es otra de las formas comunes en las que se invalidan las emociones en la crianza, y entre los eventos traumáticos durante la niñez, la invalidación tiene protagonismo. En especial, cuando se emplea con maltrato físico y emocional. 

“En términos generales, cualquier expresión de violencia hacia un niño implica invalidación”, garantizó la doctora.

Finalmente, el doctor Concepción Reyes propuso, como consejo, que el adulto a cargo de un menor lleve a cabo un proceso de retrospección para entender mejor lo que experimenta el o la niña. 

Pero, sobre todo, establecer diálogos con estos, pues las nuevas generaciones están viviendo otros contextos históricos y sociales, que representan estresores diarios. 

Una vez los padres y cuidadores den paso a la validación emocional, no puede quedar un lado la enseñanza también de la autovalidación, dijo, por otra parte, Adorno Rodríguez.

Y esto se aprende, de igual forma, tras reconocer la importancia de la validación emocional, pues el niño, desde su entendimiento del concepto, podrá entender por qué se siente de tal forma (autovalidación).