Más allá de una simple partida de póquer, una apuesta de ocasión o alguna jugada en la máquina de un casino, cuando un individuo experimenta un trastorno por juego compulsivo puede ver su funcionalidad y productividad, relaciones y economía afectadas significativamente.

El también conocido en inglés como gambling disorder, es un trastorno adictivo que se manifiesta con una conducta persistente, recurrente y problemática de juego, mayormente en hombres, explicó a Es Mental la doctora Doelis Sanabria, psicóloga clínica.

Los factores de riesgo pueden incluir el género, la edad (siendo jóvenes universitarios quienes encabezan las tasas más altas entre la población), trastornos de la personalidad y/o la genética en hasta en un 50 por ciento, de acuerdo con lo investigado por la escuela de Medicina de Yale. 

Casi la mitad de los jugadores patológicos presentan diversos de los criterios diagnósticos de un trastorno de la personalidad, en especial aquellos con el trastorno límite de la personalidad, trastorno histriónico de la personalidad y el trastorno narcisista de la personalidad, enfatizan los investigadores en Risk Factors for Gambling Disorder: A Systematic Review. 

La doctora Angélica Padilla Rivera, psicóloga clínica, explicó también que otros, como el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo compulsivo y déficit de atención con hiperactividad, se relacionan con que una persona pueda ser más vulnerable a desarrollarlo.

“Otro factor que se ha relacionado son los medicamentos dopaminérgicos, como por ejemplo, los que se usan para tratar el párkinson, que se ha observado que algunas veces podría tener el efecto secundario de crear comportamientos compulsivos”, sostuvo la psicóloga clínica. 

Los síntomas del trastorno ocupan un papel protagónico a la hora de su diagnóstico. Estos deben estar presentes por un total 12 meses y manifestarse en, al menos, cuatro formas. De lo contrario, no sería considerado un trastorno, sino rasgos de este, coincidieron las psicólogas.

La persona puede presentar rasgos, pero no necesariamente tener el trastorno del juego”, señaló la doctora Sanabria.

Entre las señales se podría encontrar la necesidad de, cada vez, apostar por más, irritabilidad si no juega, esfuerzo sin éxito y repetido de dejar la conducta, pero no poder hacerlo, preocupación excesiva por el juego y utilizar el juego como escape a situaciones a emocionales como ansiedad, estrés o depresión. Es decir, convertirlo en mecanismo de escape.

También estas personas mienten y esconden la gravedad de la situación”, sostuvo la psicóloga clínica.

En ocasiones, incluso, dependen económicamente de terceros para costear desesperadamente el juego o las consecuencias de este, añadió Sanabria.

Una persona que vive con trastorno de juego tiende a experimentar conflictos en relaciones y en diversas áreas de su vida, exponiendo su bienestar (al punto de arriesgar su vida) y además de las personas alrededor, reiteró Sanabria. 

Una de las consecuencias puede ser la pérdida de su propia vida. Según el DSM, las personas que viven con trastorno del juego, por lo menos el 17 por ciento, tiene un intento suicida. Y de las personas que buscan ayuda, la mitad ha tenido el pensamiento de quitarse la vida”, expuso. 

Para estas personas el jugar se vuelve una necesidad y a menudo están constantemente planificando cuándo pueden hacer su próxima apuesta, juego, etcétera, agregó por su parte la doctora Padilla Rivera. 

“Como todas las adicciones, existe un proceso de poca introspección. El sujeto que quizá está experimentando el diagnóstico no reconoce que tiene un problema en las apuestas. Es complicado que vayan a terapia, porque no lo reconocen”, sostuvo la profesional de la salud mental. 

“Cuando hablamos de adicciones a las apuestas, algunas personas se van a preguntar cómo es posible que existan si no hay uso de sustancia. Así que puede haber también resistencia”, continuó. 

Ambas especialistas reconocieron la importancia de la terapia a la hora de buscar tratamiento. 

Por tratarse de un proceso con altas y bajas, es esencial la asistencia de profesionales de la salud mental una vez se da un diagnóstico.

No se cura con decir: ‘No vayas a jugar’, ‘no vayas a apostar’. El jugar activa el sistema de recompensa del cerebro, por lo tanto, crean una sensación de placer”, explicó Padilla Rivera.

Coincidieron en que, aunque la adicción a los videojuegos no es igual a este trastorno, podría existir una diminuta correlación, pues también activa el sistema de recompensa. 

“Este tipo de juegos activa lo que es el sistema de recompensas, que luego puede llevar a que la persona, con muchos otros factores que predisponen, puedan desarrollar el gambling”, puntualizó Sanabria. 

Finalmente, la doctora Padilla Rivera dijo que este tema está siendo observado por los profesionales y necesita mayor investigación por las diferentes formas, hoy accesibles, con las que cualquiera puede tener accesibilidad al juego, tanto presencialmente como en línea.