Las teorías de conspiración son un fenómeno social que se ha acentuado por la desinformación en las redes sociales y por el endoso de líderes de diversos ámbitos.
Entre las más patentes de los últimos meses figuran la idea de que el presidente de Estados Unidos Joe Biden se robó las elecciones y que la pandemia de la COVID-19 fue artificialmente creada por personas poderosas para controlar las masas del planeta.
El fenómeno del arraigo de las teorías de conspiración -hipótesis que atribuyen los acontecimientos a acciones concertadas y secretas de grupos poderosos- provoca que las personas sean incapaces de aceptar argumentos contrarios, aún cuando se les presenta evidencia, mientras que sí aceptan cualquier planteamiento que apoye su creencia, y mina la confianza en instituciones como el estado, la iglesia y los medios de comunicación, según afirmaron tres especialistas en psicología, psiquiatría y sociología en entrevista con Es Mental.
Los entrevistados coincidieron en que las teorías de conspiración no son un fenómeno clínico, a pesar de sus efectos en quienes las creen.
El artículo académico Conspiracy Theories: Evolved Functions and Psychological Mechanisms menciona que entre las cinco características principales de las teorías de conspiración está la suposición de cómo las personas, los objetos y los eventos están relacionados. Igualmente, está el que los hechos ocurren porque una mente maestra así lo deseó y lo planificó de manera secreta junto a un grupo de personas para causar daño. La secretividad de estas teorías las torna complicadas de desacreditar.
Para el psicólogo clínico y expresidente de la Asociación de Psicología de Puerto Rico, Alfonso Martínez Taboas, las teorías de conspiración “son iguales al nacismo”.
“Los nazis no estaban locos, eran personas sofisticadas. Era gente que estaba convencida de que los judíos fueron los responsables de que ellos perdieran la Primera Guerra Mundial, los responsables de que Alemania estuviera en la crisis en la que estaba después de la crisis económica y que a esas personas las había que liquidar”, añadió.
Las personas que endosan las teorías de conspiración no siempre tienen un trastorno psicológico o psiquiátrico, acotó el psicólogo clínico. Igualmente, este fenómeno puede causar violencia en personas con prejuicios y resentimientos acumulados hacia ciertos grupos.
Si bien es cierto que las teorías de conspiración no son un fenómeno clínico, podría tener comorbilidad con trastornos mentales como la esquizofrenia paranoide hasta causar que la persona recurra a la violencia, planteó la psiquiatra y directora del Departamento de Psiquiatría del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, Karen G. Martínez González.
Lo complejo de las teorías de conspiración es que cualquier persona puede creerlas como ciertas, mencionó la psiquiatra. Incluso, personas con preparación académica.
La psiquiatra explicó que las personas creen en las teorías de conspiración, especialmente, durante eventos traumáticos debido a que se convierten en un método de controlar la ansiedad.
“En momentos de crisis es cuando más incertidumbre hay”, mencionó Martínez González. “Cuando ocurre algo que no es lo que uno espera, cuando ocurre algo que no está en lo que uno piensa que va a ocurrir, entonces aumenta la ansiedad y hay personas que encuentran un refugio en estas teorías de conspiración”.
El estudio Conspiracy Beliefs Are Associated with Lower Knowledge and Higher Anxiety Levels Regarding COVID-19 among Students at the University of Jordan que se publicó en el International Journal of Environmental Research and Public Health encontró que las encuestados que creían en teorías de conspiración sufrían de más estrés y de menos conocimiento sobre el virus a diferencia de los que no.
El estudio halló una correlación entre la creencia en teorías de conspiración y los medios de comunicación en Jordania.
El sociólogo y profesor de la Universidad Carlos Albizu, José Rodríguez Gómez, explicó que lo peligroso de las teorías de conspiración es que las personas toman acciones violentas para defenderlas. Sin embargo, cuando no son exitosas sus creyentes internalizan que cumplirlas no es tan sencillo como parece.
Los creyentes en teorías de conspiración se aferran a que son reales, por lo que convencerlos de que no lo son no es fácil. Hasta cierto punto, comparó la creencia en las teorías de conspiración con la fe debido a que se convierten en una manera de observar y de entender el mundo.
“Es una creencia que está inherente y adscrita a su visión de vida, lo que es bien importante”, mencionó.
“Cambiar eso es bien difícil, bien difícil”, añadió.
El análisis crítico, la corroboración de toda información que se publique en las redes sociales y el que los políticos no endosen estas teorías de conspiración, coincidieron los tres especialistas, constituyen la receta para terminar con este fenómeno social.
Igual concluyeron que las teorías de conspiración son un reto a largo plazo y que se debe estudiar con mayor detenimiento en la academia.