El dolor crónico y las interpretaciones asociadas a este pueden ocasionar que se activen factores cognitivos y emocionales, así como desencadenar ansiedad y estrés en pacientes que lo experimentan en su cotidianidad, por lo que el manejo del mismo debe trabajarse desde un enfoque que abarque diferentes profesionales de la salud, particularmente la salud mental, coincidieron la psicóloga Bárbara D. Barros Cartagena y la licenciada en consejería en rehabilitación Verónica López Rodríguez.

En el taller Estrategias de manejo de estrés y dolor crónico desde un enfoque multidisciplinario, ofrecido durante la 69na edición de la Convención Anual de la Asociación de Psicología de Puerto Rico este pasado fin de semana, la doctora Barros Cartagena junto a López Rodríguez compartieron recomendaciones para trabajar estrategias de manejo adaptativo para el dolor asociado a un diagnóstico. 

López Rodríguez apuntó a que existen factores psicológicos que podrían provocar que una persona experimente un incremento en el dolor, como lo son el miedo, los sentimientos de fracaso, confusión por falta de información de parte de profesionales de la salud y desesperanza. Pero, además, el elemento social a raíz del estigma, rechazo, aislamiento y/o consumo problemático de alcohol y otras sustancias. 

“Cuando una persona comienza a tener dolor crónico va haber,  automáticamente, una pérdida de identidad, de cosas que antes hacía y que ya no va a poder hacer, y eso, tarde o temprano, puede afectar algún área de la vida”, explicó.

Dijo que en el dolor crónico existen etapas emocionales a prestar atención, al igual que otras situaciones, como, por ejemplo, las facetas que se viven durante un duelo. 

En el caso del dolor, la primera es la etapa de shock, que es la reacción inicial y de impacto. Posteriormente el temor e incertidumbre sobre complicaciones de tratamiento, la negación (en la cual se minimiza el dolor o se crean expectativas poco realistas de recuperación), hostilidad internalizada o enojo consigo mismo, depresión, y finalmente el reconocimiento y ajuste, lo que se buscaría como meta en terapia. 

“Como profesionales de salud mental comenzamos a trabajar esa sensación que experimenta la persona, la emoción que se genera ante el dolor y la conducta asociada”, sostuvo. 

La doctora Barros Cartagena recalcó que la psicoeducación forma parte de las estrategias para manejar el dolor, haciendo énfasis en los elementos emocionales y sociales que podrían provocar mayor dolor. De tal forma, se va creando consciencia sobre por qué la persona siente enojo, tristeza y por qué no puede conciliar el sueño, entre otros. 

“Una de las opciones que podemos utilizar es hacer un tipo de diario del progreso, para evaluar si los cambios conductuales están siendo efectivos”, señaló. 

Mencionó que el trabajo emocional, independientemente la técnica a utilizarse, debe hacerse gradualmente y partiendo de la realidad de lo que representa el diagnóstico. 

“Es algo bien importante, porque en el caso del paciente, hay expectativas de querer que el dolor desaparezca. Pero, cuando exploramos la condición, la realidad es que el dolor no va a desaparecer, pero qué tal si lo trabajamos a llevarlo a un nivel que sea manejable”, dijo. 

“Cuando estamos trabajando con pacientes destrezas de manejo de dolor, relajación o regulación de emociones, es sumamente importante que el profesional crea en la destreza”, recomendó a sus colegas. 

Finalizó aconsejando crear una confianza con el participante o paciente, con la intención de que el vínculo sea próspero y que pueda quedar claro que trabajar con la salud emocional al experimentar dolor crónico también es tan importante como manejar los síntomas físicos.