Apenas había dormido una hora, aun así se sentía con mucha energía, su foco estaba puesto en los escritos que tenía que entregar. Tampoco era algo a lo que no estaba acostumbrado, pasar días largos sin dormir se convirtió en su modo de operar, de hecho, era uno de los mecanismos que utilizaba para cumplir con sus múltiples responsabilidades diarias. Sin embargo, esta vez fue diferente, a sus altos niveles de adrenalina se le sumaron las voces de muchas personas que solo podía oír y ver él. Ese verano de 2009 el mundo se le vino abajo. 

“Estaba en el área de redacción de la revista para la que trabajaba, no había dormido nada la noche anterior, solo quería continuar trabajando en unos artículos que tenía que entregar con carácter de urgencia… Recuerdo que comencé a sentir a muchas personas a hablar a la misma vez, sentía que estaba entre mucha gente, de repente comencé a escuchar voces que reconocía y esas voces estaban hablando de mí. Miraba a mi alrededor, pero solo estaban mis compañeros de trabajo. Estaba asustado, las voces no se iban… comencé a respirar muy rápido, lo que estaba experimentando no era normal”, relata.  

Esta es la historia de Antonio Castillo (nombre ficticio para proteger su identidad), un caso que me ha tocado vivir muy de cerca y no necesariamente como psicóloga, sino porque es parte de mi familia extendida, y aunque han transcurrido diez años desde que fue diagnosticado con una enfermedad mental, la memoria de su primera crisis se mantiene muy clara. 

“De oír voces que otros no podían oír, comencé a experimentar alucinaciones visuales, literalmente, estaba inmerso en una película de Disney, yo estaba viviendo una realidad que nadie más podía ver o vivir…”, agregó. 

Así fue que inició un nuevo capítulo en la vida de Antonio. Estuvo internado en un hospital psiquiátrico por varias semanas ante la severidad de sus síntomas. Antonio fue diagnosticado con trastorno bipolar tipo I, con rasgos psicóticos.

“Me costó mucho aceptar lo que me estaba pasando, yo pensé que la adrenalina que sentía era parte de mi personalidad, y parte de mi proceso de crecimiento. Todo me estaba saliendo bien, tenía todo lo que siempre quise… eso fue lo más duro inicialmente, la aceptación de mi diagnóstico. Es un proceso… te tienes que dar contra la pared para buscar ayuda, no es hasta que la vida te comienza a dar golpes que lo tomas en serio”, añadió. 

Las personas que poseen un trastorno bipolar experimentan cambios exagerados en el estado de ánimo. Hay más de un tipo: el trastorno bipolar de tipo I y el trastorno bipolar de tipo II. El rasgo esencial del primero de estos es el episodio maníaco, caracterizado por un periodo bien definido de estado ánimo anormal y persistentemente elevado, expansivo o irritable, y/o un grado elevado de alegría y energía, mucho más de lo habitual. Mientras que el trastorno bipolar tipo II se caracteriza por episodios maníacos menos intensos (lo que se conoce como “hipomanía”), y por uno o más episodios de depresión mayor. 

El manejo inadecuado de un diagnóstico como este genera innumerables desafíos, por ejemplo, en el ámbito académico y/o laboral, y en el mantenimiento de las relaciones. Particularmente, porque los ciclos duran días, semanas, y en ocasiones meses. Es importante aclarar que distinto a lo que se cree, los cambios en el estado de ánimo en este diagnóstico no ocurren de un día para otro, es un proceso. 

“Yo no era disciplinado, me descuidaba con los medicamentos, creía que no los necesitaba y eso me generaba una gran inestabilidad en mi estado de ánimo. Mi vida se derrumbó… mi mundo se destruyó, lo perdí todo… perdí mi trabajo, mi pareja, en un momento dado me quedé sin nada, no tenía ni un dólar en el bolsillo, al nivel que llegué a vivir en una casa abandonada. Me encerré en mi propio sufrimiento. En esos momentos la depresión y el negativismo me dominaron”, precisó el joven periodista, quien actualmente ejerce su profesión en los Estados Unidos. 

Ciertamente, luego de un diagnóstico de una condición de salud mental, la psicoeducación es trascendental para que los afectados y sus familiares puedan entender la dimensión del problema. Igualmente, el tratamiento combinado (farmacológico + terapia) es clave para que la persona aprenda a manejar sus emociones y a detectar cuándo su estado de ánimo comienza a cambiar. 

Otro elemento importante es asistir a grupos de apoyo, pues genera una sensación de alivio y acompañamiento.  

Así pues, aceptar su diagnóstico, entender que su cerebro necesita de cuidados especiales, asumir la responsabilidad de la estabilidad de sus estados de ánimo y tomarse fielmente sus medicamentos, son algunos de los aspectos que han contribuido a que Antonio pueda llevar una vida completamente normal. Al igual que mantenerse alerta a ciertas señales.

 “Cada año cerca de la fecha de la crisis me mantengo más alerta. También el verano es una época que podría ser vulnerable, pues el cuerpo tiene memoria y trata de revivir las experiencias del pasado. Si identifico que tengo mucha adrenalina, si me siento demasiado alegre, o comienzo a experimentar un grado de optimismo que es peligroso… en ese momento yo acudo a mi psiquiatra para que me aumente la dosis de los medicamentos”, explicó. 

Mantener un estilo de vida saludable también es fundamental para lograr la estabilidad de una afección mental, por ejemplo, hacer ejercicios con regularidad, manejar el estrés adecuadamente y poner en práctica diversas estrategias de autocuidado. 

“He aprendido a alejarme de las personas tóxicas y mi alimento favorito es el positivismo y el optimismo saludable. Otra práctica que llevo a cabo todos los días es la gratitud, es lo primero que hago al levantarme, dar gracias por todo… aunque lo que tenga no sea perfecto, tengo algo, peor es no tener nada, y yo sé lo que es no tener nada”, expuso. 

De otro lado, Antonio ha tenido que enfrentar los terribles efectos del estigma social, por lo que fue muy enfático en recalcar la importancia de romper con los prejuicios, estereotipos y discrimen, particularmente en el escenario laboral, pues reconoce que “reconstruir” su mundo le ha costado mucho, y en gran medida tiene que ver con cada uno de estos. 

Y, ¿cuál es su mensaje para aquellos jóvenes que se niegan a aceptar su diagnóstico? “Primero, piensa que tu vida puede seguir siendo igual de maravillosa, si tú quieres. Segundo, el diagnóstico no significa que tu vida se acaba, tienes la capacidad de poder alcanzar las metas que te propongas. Una condición como esta puede hacer que te crezcas, porque es un reto… y de eso se trata la vida”, concluyó. 

En fin, si usted o algún familiar suyo está experimentando cambios abruptos en su estado de ánimo, acuda de inmediato a un profesional de la salud mental.  

Algunos síntomas del trastorno bipolar

– Episodio maníaco

  • Aumento de la autoestima o sentimientos de grandeza
  • Disminución de la necesidad de dormir
  • Altos niveles de energía
  • Planificar actividades grandiosas y poco realistas  
  • Estar agitadas, irritables o muy sensibles 
  • Conductas arriesgadas, como gastar mucho dinero o tener sexo de manera imprudente 

-Episodio depresivo

  • Disminución importante del interés o placer por casi todas las actividades 
  • Sentimientos de inutilidad o culpabilidad excesiva 
  • Fatiga o pérdida de energía
  • Disminución o aumento del apetito 
  • Dormir demasiado o muy poco 
  • Problemas de concentración
  • Cansancio excesivo 
  • Pensamientos de muerte o suicidas 

Bipolar Disorder Support Group, grupo de apoyo para familiares de personas con trastorno bipolar. Se reúne todos los jueves a las 7 p.m en #1409 Ave. Ponce de León en Santurce, en las facilidades de Caribbean 12-Steps. La participación es gratis.

*La autora es psicóloga licenciada con especialidad en consejería psicológica.