“Me muero del susto” “Casi se me sale el corazón” “No la asustes, que se muere del miedo” “Parecía que me iba a morir del miedo”, son algunas frases coloquiales usadas en Puerto Rico. Sin embargo, ¿la expresión “morir del miedo” está basada en una posibilidad real?
El miedo, como todas las emociones de alta intensidad, puede tener un impacto directo en la salud física de las personas, explicó la psicóloga María Rodríguez Vidal al afirmar que, en efecto, el término “morir del miedo”, sí puede ocurrir.
Rodríguez Vidal expresó que el mal manejo de las emociones puede resultar en condiciones de salud, consecuencias psicosomáticas e incluso daño en el funcionamiento cerebral. Especificó que, aunque las personas comprometidas cardiovascularmente son más vulnerables a la posibilidad de “morir del miedo”, carecer estrategias para procesar las emociones de manera saludable es un riesgo.
Asimismo, en un estudio realizado por la Clínica de Cleveland el doctor Mark Gillinov afirmó que la falta de herramientas para el manejo de las emociones incrementa la probabilidad de que la función cardíaca disminuya o falle. Entre sus hallazgos encontró que cuando una persona se ve enfrentada a un estímulo amenazante, el cuerpo genera una respuesta que impulsa a la lucha o la huida: la ansiedad. Como consecuencia de ese estrés físico y emocional, se puede producir una condición médica cardíaca conocida como miocardiopatía por estrés.
La publicación apuntó a distintos ejemplos que evidencian la posibilidad de “morir del miedo” y cómo los estados de alto estrés le dificultan al corazón bombear la sangre de una manera eficiente al resto del cuerpo. Mencionó que tras un terremoto ocurrido en Los Ángeles (Estados Unidos), en ese momento las muertes súbitas por fallo cardíaco se multiplicaron por cinco.
Además, mencionó otro caso estudiado por Harvard a finales del siglo XX que evidenció la muerte de una persona por el miedo que le produjo la acción de un hechicero. En todos esos casos, las personas sintieron una repentina opresión en el pecho y luego cayeron muertas de forma instantánea, ante el evento altamente estresante.
De manera similar, la psicóloga clínica Frances Fernández Lugo coincidió con los hallazgos al indicar que cuando uno está estresado o manejando emociones de alta intensidad el sistema nervioso se comporta de manera distinta. Indicó que, según su experiencia profesional, a raíz de este cambio conductual y la falta de herramientas para manejarlo, estas personas pueden desarrollar condiciones como la fibromialgia, condiciones del sistema gastrointestinal y reflujo continuo, entre otras.
“Esto no quiere decir que una persona va a desarrollar una condición autoinmune o cáncer porque experimente ansiedad, pero sí está confirmado que estar por un periodo prolongado con estrés es un detonante”, añadió Rodríguez Vidal.
Precisó que las personas, incluso los expertos, subestiman el poder de las emociones, razón por la que muchas veces pasa desapercibido en las estadísticas.
Rodríguez Vidal enfatizó que, de acuerdo con su trabajo como psicóloga, muchas veces se registran a personas fallecidas y sus muertes se justifican con condiciones cardiovasculares o con un ataque de corazón, sin tomar en consideración ni evaluar si el origen de estas complicaciones de salud es el mal manejo del estrés o la negligencia en el tratamiento de una condición de salud mental, como la depresión o ansiedad.
De manera similar, Fernández Lugo agregó que en los últimos siete años ha visto muchísimos pacientes con estilos de vida o relaciones de pareja muy estresantes que les han provocado condiciones de salud.
“Es muy común recibir casos de personas con diagnósticos de alzhéimer, que antes de desarrollar la enfermedad, tenían trastornos de ansiedad o depresión no atendidos”, comentó Fernández Lugo.
Los efectos del mal manejo de síntomas o condiciones de salud mental o emociones de alta intensidad van desde dolores de espalda, cabeza o musculares, características de un ataque de pánico o taquicardia hasta demencia, arritmia o cáncer, destacó Fernández Lugo.
Sin embargo, Rodríguez Vidal expresó que la reacción de la persona hacia esos estresores depende de su respuesta corporal al miedo u otras emociones que obligan al cuerpo a entrar en “modo supervivencia”.
Indicó que algunas de las señales de riesgo pueden ser alteraciones en la alimentación o el sueño. Mientras, el estudio mencionó palpitaciones, fatiga, dificultad para respirar y otros síntomas.
Fernández Lugo dijo que el miedo no necesariamente es el único factor precipitante para tener estas enfermedades, pero la ciencia ha probado que está relacionado. De hecho, estimó que el 25% de sus pacientes llegan a sus puertas para trabajar cómo desarrollar estrategias para que el sistema nervioso se regule más saludablemente y, entonces, alcanzar esos niveles neuroquímicos adecuados.
“Si nos sorprende es porque seguimos manteniendo la idea de que cuerpo y mente son dos realidades separadas, cuando en realidad forman una unidad en todo momento”, concluyó el autor de la publicación.