El médico residente lleva cinco horas de trabajo ya en su turno cuando recibe los resultados descorazonadores de las pruebas de su paciente COVID positivo. El paciente lleva tres días hospitalizado y su condición ha deteriorado aceleradamente, y en las últimas 12 horas pasó de estar intubado a ventilación bilateral. Ha mostrado hipoxia profunda y su corazón ha comenzado a fallar.
“Son las 11 pm y estoy preocupado de que mi paciente no sobreviva hasta la mañana”, relata el Dr. Wakam quien decide llamar a la esposa del paciente. La mujer, abrumada y sobrecogida con un profundo sentimiento de impotencia, implora al médico que le permita venir al hospital a estar con su esposo, aunque sean 5 minutos. El galeno mueve cielo y tierra en el hospital, pero la respuesta de la administración es que no permiten visitas a ningún paciente COVID positivo.
Aún así, a la 1:30 am, la mujer llega hasta el hospital. El Dr. Wakam va a su encuentro, le explica que el deterioro de su esposo ha continuado y en plena conversación suena la alarma del intensivo que indica que un paciente se ha arrestado. El médico sale corriendo a atender la emergencia y se encuentra con que se trata del esposo. Tras 90 minutos de reanimación cardiopulmonar, es declarado muerto y una enfermera logra llamar a la esposa por Facetime para que pueda ver a través de la pequeña pantalla por última vez a su marido.
Aunque esta historia que encabeza un artículo del New England Journal of Medicine no ocurrió en Puerto Rico, sino en Detroit, ocurre todos los días de distintas maneras en los hospitales de la Isla donde médicos, enfermeras, pacientes y familiares luchan con la terrible forma de morir en la era de COVID-19: completamente sola o solo, sin amor humano ni despedidas. El problema no solo afecta a los pacientes de COVID y sus familiares, sino a todos los pacientes críticos y sus familiares que también quedan limitados por los protocolos hospitalarios por la pandemia.
Varios artículos médicos han señalado la necesidad de buscar una forma más compasiva y humana de manejar el proceso de hospitalización y muerte en los intensivos, tanto en tiempos de COVID como incluso desde antes de la pandemia. En Puerto Rico, en junio el médico de familia Jaime Claudio comenzó a abogar públicamente por lo mismo y por ponerle música a los pacientes en intensivo, pero el llamado no se tradujo en acciones concretas.
Hoy, comenzando las navidades con cerca de 1,200 muertes acumuladas, sobre 50,000 infectados, y una tasa de positividad de 18% (la meta es 3%), Puerto Rico está en su peor momento a la fecha de la pandemia de la COVID-19 y el tema cobra mayor relevancia. El personal médico y de enfermería –también abrumado y fatigado– hace malabares para que los pacientes severos y sus familiares puedan saber algo del otro, usando sus teléfonos personales y las historias son desgarradoras. Pero hay poco que se puede hacer para relajar las restricciones con los niveles actuales de contagio, sostuvo en entrevista con Es Mental el presidente del Colegio de Médicos Cirujanos de Puerto Rico, Víctor Ramos.
“Ciertamente esta es una enfermedad triste y sola”, dijo.
El galeno reconoció que el impacto emocional para pacientes y familiares es enorme debido a las barreras de comunicación que implican los protocolos de seguridad y, aunque médicos y enfermeras tratan de mantenerlos al tanto, “no es lo mismo” que un tercero te pase un mensaje o te diga, a tener el contacto directo con el paciente. También tratan de conectarlos por Facetime cuando se puede, pero no todos tienen el servicio.
“La familia tiene una angustia brutal de no ver al paciente y el paciente de no ver a la familia”, agregó.
El Dr. Ramos hizo hincapié en la importancia mayor que cobra la comunicación del médico con el paciente y con sus familiares en estas circunstancias e indicó que ha escuchado de instancias en las que esto no ha estado ocurriendo.
“Eso es inaceptable. Los médicos tenemos el deber de comunicarle a los pacientes y sobretodo a los familiares, particularmente en los casos de pacientes críticos. Al menos una llamada al día, eso es lo mínimo”, sentenció.
Según dijo, los protocolos de comunicación de cada hospital están claramente establecidos y los pacientes y familiares tienen derecho a solicitarlos.