Alrededor del mundo, la mujer trabajadora no solo experimenta desigualdad laboral por cuestiones de género, burnout o quemazón laboral, hostigamiento e intimidación en su área de empleo, sino que una vez que culmina su jornada también se expone a la carga emocional y física del trabajo no remunerado. Ese con el que se encuentra en casa y que abarca desde el cuidado de los niños o adultos mayores, hasta las tareas domésticas.
Datos de la Organización de las Naciones Unidas apuntan a que tan solo en el 2020 un 47 por ciento de mujeres en la mayoría de edad ocupaban un puesto en el mercado laboral a nivel global, ante el 74 por ciento que encabezaban los hombres.
Son precisamente factores como estos los que repercuten directamente sobre el bienestar físico y mental de la mujer en el ámbito laboral. Además, estos factores son de preocupación entre los profesionales de la salud mental en todo el mundo, sobre todo por el silencio de algunas ante la creencia sociocultural de que “la mujer puede aguantarlo todo”.
Según la psicóloga clínica Irmarys Rosado Frau, algunas de las situaciones de salud mental más comunes con las que muchas batallan son la ansiedad, depresión, estrés postraumático y la llamada quemazón laboral, un tema que hoy es motivo de artículos de investigación y sondeos por la brecha de género a la que también se asocia.
Y es que la pandemia por COVID-19 puso en manifiesto las desigualdades de género que se siguen viviendo en la sociedad y desde los diferentes ámbitos, como lo es el tema del agotamiento laboral.
Datos del informe Women in the Workplace 2021 confirman que las mujeres se exponen a niveles más altos de estrés y del llamado burnout a raíz de la desigual carga de trabajo doméstico y no remunerado que muchas deben soportar.
El documento expone que antes de la pandemia las mujeres dedicaban 6 horas más que los hombres al cuidado no remunerado de los niños cada semana y que con el COVID-19 hubo un aumento de casi 8 horas a la semana.
“Un segundo turno que suma 31.5 horas semanales y equivale a casi un trabajo a tiempo completo”, destaca el informe.
Claramente la participación de las mujeres en el mercado laboral ha incrementado al igual que los retos que las mujeres enfrentan a nivel de salud mental. Las mujeres trabajadoras muchas veces deben asumir más de un rol, lo que a su vez incrementa los sentimientos de inferioridad, culpa, estrés o ansiedad por tener que ser proveedoras, cuidadoras y a veces educadoras a la misma vez”, expuso por su parte la psicóloga Delmaris Yambó.
De igual forma, mencionó que la desigualdad en el mercado laboral y la falta de políticas para derrocar la inequidad salarial contribuyen a que la mujer puertorriqueña siga llevándose la peor parte de la incorporación al mercado laboral.
Un ejemplo de esto es la pobre remuneración, que obliga a muchas a emprender en negocios propios cuando simultáneamente se dedican a su empleo tradicional y a las responsabilidades familiares.
Esta situación desemboca en cansancio emocional, síntomas de tristeza, frustración, y desesperanza. Pero, además, en la búsqueda de esforzarse mucho más para intentar ganar la importancia que merece en el escenario laboral.
“Vemos a una mujer, quizá, haciendo trabajo en exceso para lograr ser mejor remunerada, para poder ser reconocida y obtener mejores oportunidades, mientras que en el caso de género masculino no es así”, detalló por su parte Rosado Frau.
La psicóloga clínica recordó que, aunque las mujeres buscan apoyo de salud mental más que los hombres, esto no significa que algunas no batallen en silencio con su salud emocional y que no sean víctimas de la violencia intrafamiliar causada por factores emocionales (no resueltos o sin intervención profesional) en el hombre.
“Las estadísticas nos indican que los hombres buscan menos ayuda de salud mental como parte de las expectativas sociales de lo que debe ser un hombre y procesos de crianzas no saludables, en los que se les enfatiza en no llorar o mostrar sus emociones”, puntualizó.
Por su parte, la psicóloga industrial organizacional Lucia Betancourt Ward subrayó que las organizaciones y entidades deben tener políticas que mitiguen el discriminen laboral y sobre todo talleres educativos sobre la importancia de la salud mental y el manejo de emociones.
“Definitivamente, lo más importante es crear conciencia sobre el tema de la salud mental, porque pese a que ahora se está hablando, queda mucho tabú, específicamente el lugar del trabajo. La pregunta que todos debemos hacernos es:‘¿En este lugar se prioriza la salud mental?’”, planteó Betancourt Ward.
Dijo que darle prioridad a la salud mental no debe verse como una decisión individual, sino estructural y colectiva, pues de nada vale ir a terapia si las políticas del trabajo y/o el ambiente laboral atentan contra esto.
Finalmente, la licencia Yambó recomendó a las mujeres a tomar pausas estratégicas para el autocuidado, buscar ayuda profesional de ser necesario y trabajar diariamente en nuevos hábitos, como lo podría ser la meditación y/o journaling con el fin de dar paso a la claridad mental y el manejo emocional.