Hablamos de perdonar con frecuencia, pero qué tal si hablamos de lo importante que es pedir perdón. Para esto es necesario, entre otras cosas, dar un viaje a nuestra crianza y evaluar cómo nos enseñaron, disciplinaron y modelaron nuestros padres y los adultos que nos guiaron en las diferentes etapas de vida. Es esas etapas donde se enseñaba el concepto del perdón.

De igual forma, puede pasar lo contrario. ¿Cuántos errores cometen los niños?, ¿cuántas veces se equivocan?, ¿cuántas veces hacen una y otra vez lo que no deben hacer?  Entonces, es tremenda oportunidad para corregir y enseñar a decir: “perdón, “me equivoqué”, “no vuelve a pasar”. También, para enseñar a ser consistente en la conducta a corregir y cumplir con la palabra.  

Es un trabajo duro de los padres, pero si se le da importancia a inculcar el valor del perdón y de ser consistente con las palabras, ¡se puede!  Poco a poco se puede. El problema es que entre tantas oportunidades para enseñar y corregir, a veces se dejan pasar problemas de conducta, se justifican los errores, se tapan y hasta se culpa al otro.  En ocasiones se visita a la escuela, se señala al maestro y a los otros compañeros, o un padre penaliza y el otro justifica. Y así, diferentes situaciones que ocurren en donde se enseña a “no pedir perdón”, no entender lo que es ser responsable de un acto, lo que es identificar problemas de conducta y cambiarlas. 

También, ocurre que algunas personas presentan problemas para comunicar y expresar palabras y sentimientos. A veces desde temprana edad y otras, con experiencias que pasan durante la vida, comienzan a reprimir poco a poco lo que sienten. Así, cuando les toca expresar: “lo siento”, “perdón”, “me equivoqué”, puede que lo sientan y quieran expresar de verdad, pero no lo hacen por el problema que tienen para expresarlo. 

También, es importante evaluar otras razones por las cuales este acto de pedir perdón no ocurre, como sufrir del Trastorno de Personalidad Antisocial, donde no se siente o refleja arrepentimiento ante las conductas negativas.  En estos casos, la dificultad de la persona va más allá del acto de expresar “perdón”, lo cual no ocurre ni ocurrirá como parte del trastorno de personalidad que presenta. 

Lo cierto es que es algo que se puede enseñar, modelar y aprender. Nunca es tarde para hacerlo. Personas reconocen que una vez lo hacen, sienten alivio, paz y mayor felicidad en su presente y futuro. Logran mejorar sus relaciones interpersonales y comunicación con otros.  Logran entenderse y vivir sin remordimientos. Mientras se comenten errores y no se dice “perdón”, la persona puede seguir como si nada hubiese pasado, pero la relación con la persona que ofendió o a quien le hizo algún tipo de daño no será la misma. Seguirá con incomodidad, malos entendidos o terminará. Individualmente, la persona seguirá por la vida con el sentimiento de tristeza o culpa por “lo que no dijo”, “lo que se quedó mal”, “lo que debió hacer o decir mejor” y eso, poco a poco, afecta. En términos de empatía, si nos ponemos en el lugar del otro, sabemos que este acto también aliviará y sanará a quien le hicimos daño. 

Así que, a trabajar con el perdón. ¡Se puede y vale la pena! Será bueno para ti y para los demás. ¡Por más relaciones sanas y llenas de amor! 

*La autora es psicóloga clínica y forense con práctica en Guaynabo, Puerto Rico.