Creer que la psicología y la religión son compatibles o aliadas, es un tema que preocupa en la actualidad a los psicólogos puertorriqueños.
Por tratarse de aspectos muy diferentes, que además abordan los temas desde sus respectivas miradas, uno basado en la ciencia y otro desde la creencia, intentar crear un vínculo absoluto entre ellos podría ser perjudicial para la sociedad, según la presidenta de la Asociación de Psicología de Puerto Rico, la doctora Migna L. Rivera García.
“No podemos utilizar la psicología como un sistema opresor. Cuando el o la participante viene a la consulta y trae su situación o creencias, el terapeuta trabaja con eso, pero él no le impone una visión, porque no estaríamos hablando de una pluralidad religiosa o las prácticas basadas en evidencia”, explicó.
Destacó, asimismo, que otra controversia es el uso de la religión como categorías dentro de la psicología.
“Una de las controversias de las que tenemos conocimiento es el anunciarse como psicólogos cristianos o cristiana. No existe en el código de ética de nuestra profesión una especialidad como esa. El ofrecimiento de servicios e intervenciones teístas o consejería cristiana no está dentro de los aspectos éticos de nuestra profesión”, aseguró.
El psicólogo clínico Eduardo Lugo coincidió al señalar que cada profesional de la conducta humana tiene el derecho de tener su sistema de creencias, pero no es correcto utilizar su rol con otro fin.
“Me refiero a cuando un psicólogo o psicóloga integra el cristianismo a su práctica, violentado estándares éticos y obviando la historia de opresión del cristianismo en relación con diversas comunidades e incluso su relación con la violencia colonial”, mencionó.
De igual forma, sostuvo que irónicamente no se cuestiona el rol del cristianismo en aspectos como la psicología, pero esto sí ocurriría si se tratara de otras creencias.
“Estoy seguro de que causaría mucho escándalo que un psicólogo espiritista, musulmán o satánico tratara de promover sus visiones en terapia, intervenciones comunitarias o usar de su sistema de creencias para ir por encima de los estándares de práctica de nuestra disciplina”, dijo.
Rivera García, por su parte, apuntó a los efectos emocionales que trae consigo diferentes prácticas (en nombre de la religión) cargadas de violencia hacia la comunidad LGBTQI+ y la mujer.
“El llamado es a que los psicólogos podamos mirar desde un aspecto crítico, que cuidemos nuestras acciones y que tengamos una responsabilidad con la población a la que servimos”, aconsejó.
Agregó que: «hay que insistir en la separación de Iglesia y Estado, fomentar la democracia participativa y el desarrollo del pensamiento crítico para cuestionar diferentes aspectos”.
Finalmente, Lugo concluyó al hacer hincapié en que la discusión debe llevar a la reflexión entre los involucrados y a cómo permiten que sus valores personales se mezclen con sus vocaciones.
“El problema es que desconocen cómo estas prácticas han hecho daño a muchas otras. Desconocen la indignación de personas que han ido al psicólogo y se han encontrado con una persona que promueve visiones sociales desde el cristianismo, roles de género anclados en la Biblia o que tienen simbología cristiana en sus oficinas, haciendo claro su posicionamiento o activando memorias traumáticas que esa persona ha tenido con el cristianismo”, puntualizó.