El síndrome de Asperger es una condición que consiste en una alteración en la personalidad y en la percepción de las emociones, definió el psiquiatra Raúl López.
A partir del 2013 se dejó de emplear el síndrome a nivel clínico, al ser eliminado del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-V por su versión más reciente). En la actualidad, estos pacientes son diagnosticados como individuos con el trastorno del espectro autista (TEA).
El principal obstáculo del TEA es que el paciente casi siempre tiene dificultades para integrarse al grupo social de los demás por su incapacidad de entender sus propias emociones y las de los demás, dijo López. Destacó que cuando los niños nacen con autismo, hay dificultades en cuanto al cumplimiento de las metas que los expertos destacan que los niños tienen que alcanzar dentro de cada etapa de desarrollo. Usualmente, estos tardan en empezar a hablar y en identificar las emociones de sus padres, explicó.
Al contrario, las personas con signos de Asperger tienen sus dificultades y tienen inteligencia intelectual, pero no social.
Muchas veces, por la sutilidad de los síntomas, se tardan en ser identificados, resaltó. Consecuentemente, en general, los padres, madres o cuidadores principales no se dan cuenta de la condición hasta que el menor ya está en etapa escolar y ven que tiene dificultades para entrar en los grupos sociales con sus contemporáneos.
No tiene amistades, bajo situaciones de estrés puede reaccionar violentamente, impulsivamente o hacen expresiones faciales raras, no tienen sentido del humor, raramente tienen relaciones amorosas, a menos de que se encuentre a una persona que lo o la seduzca, enumeró como algunas de las características principales de esta población. Algunos, sin embargo, pueden llegar a tener pareja e incluso llegan a ser médicos, ingenieros y profesionales totalmente funcionales, dijo.
Este es el autismo de mayor nivel de funcionamiento, clasificado como un ‘nivel uno’, agregó la psicóloga infantil Jaclyn Pérez Traverzo. No presentan retraso cognitivo y suelen ser superdotados en las áreas en las que presentan mayor interés. A menudo tienen un vocabulario muy amplio, aunque no lo sepan aplicar en el contexto social. No entienden sarcasmos, chistes ni logran hacer inferencias, especificó.
Esta población presenta retrasos en las áreas sociales, que es lo que diferencia el autismo de otros trastornos del desarrollo. Además, suelen tener dificultades en áreas sensoriales y de comunicación social, principalmente, expresó Pérez Traverzo. Añadió que para estos la alimentación representa un reto, así como el manejar la ansiedad social o escenarios que requieren interacción social.
Al no tener problemas a nivel cognitivo, generalmente pasan desapercibidos en el aula escolar, subrayó Pérez Traverzo al repetir que el mayor reto para estos es la integración al mundo.
Otro reto que mencionó fue la integración al mundo laboral porque, aunque últimamente se ha visto mayor sensibilidad, muchos profesionales no logran entender este trastorno. “Las personas los observan como ‘normales e inteligentes’ y no comprenden lo difícil que es integrarse en un mundo que requiere socialización”, criticó al indicar que estos suelen ser tildados como “antisociales” o “antipáticos”, entre muchas otras características.
Pérez Traverzo puntualizó que las estadísticas actuales a nivel Isla son de uno de cada 125 varones y una de cada 110 mujeres. El diagnóstico es más prevalente en chicos que en chicas, aunque, según su experiencia profesional, no hay mucha diferencia entre el número de diagnosticados de un género sobre el otro. Admitió que es alarmante el aumento de éste y otros diagnósticos del desarrollo en Puerto Rico y Estados Unidos.
Compartió que se suele diagnosticar en edades más tardías, generalmente entre los 8 a 10 años de edad.
En cuanto al origen de esta condición, mencionó que existen algunas teorías, entre ellas que está relacionado con neurotoxinas presentes en las vacunas, que son deficiencias en el organismo de algunos minerales y vitaminas e intolerancia a algunos alimentos con caseína, gluten y colorantes. Comentó que otras apuntan a que es multifactorial (aunque también existe un factor genético y hereditario).
Asimismo, el psiquiatra López comentó que esta población se encuentra a menudo con un número de diagnósticos que acompañan al TEA, como el déficit de atención e hiperactividad. Consecuentemente, tienen una plétora de síntomas que muchas veces los hace disfuncionales o los hace vulnerables a entrar a cuadros clínicos severos.
Explicó que en Puerto Rico no se han hecho estudios específicos sobre el síndrome de Asperger y la gran mayoría de los pacientes de TEA pasan mayormente desatendidos. “La necesidad está por encima de los recursos disponibles”, se lamentó.
López destacó que, aunque a veces los pacientes con TEA son identificados por el Departamento de Educación, entran en educación especial, espacio en el que son mezclados en este grupo grande de estudiantes con todo tipo de necesidades especiales. Describió a este factor, como uno que pone en desventaja a estos menores, pues no se atienden las necesidades particulares de cada condición ni de cada menor y el grado de funcionamiento que tenga. Estimó que estos forman del 1% al 2% de los menores que reciben educación especial en Puerto Rico.
Añadió que muchas veces los diagnostican erróneamente categorizándolos con trastornos como el trastorno oposicional desafiante.
Luego de ser identificados correctamente, el tratamiento consiste en el entrenamiento social para ayudarlos a identificar sus emociones y procesarlas y otros recursos que sean de acuerdo a sus necesidades como terapia del habla, ocupacional, clases separadas para destrezas específicas y evaluación psiquiátrica completa, especificó López.
Similarmente, según la Clínica de Cleveland, el tratamiento para el TEA debe diseñarse para satisfacer sus necesidades o las de su hijo. No hay medicamento para esta enfermedad, pero sí hay fármacos para atender otras condiciones de salud mental que florezcan durante el manejo de este trastorno como la ansiedad social, depresión o déficit de atención.
“El mejor tratamiento del mundo no funcionará si un niño o adulto no está de acuerdo en que es lo mejor para ellos”, subrayó la Clínica al establecer que un buen plan de tratamiento se basa en sus puntos fuertes y fomenta el crecimiento en áreas donde tienen dificultades.