Los errores que algunas parejas comenten cuando tienen una discusión pueden empeorar la situación y provocar consecuencias serias, sobre todo si estas fallas se vuelven costumbre. Sin embargo, el cómo manejar estos momentos de tensión es clave para que las parejas puedan sobrellevar la situación y solucionar sus diferencias.

Las discusiones en las parejas son parte de lo que es “normal” en las relaciones amorosas. Puede ser un aspecto saludable en una pareja, si la relación es saludable. De hecho, lo más preocupante son aquellas parejas que no pelean, puesto que esto puede significar que los conflictos no se manejan. El problema no recae en pelear más ni menos, sino en cómo se manejan estos intercambios, estableció la psicóloga Carmen Martínez Géigel.

Asimismo, Martínez Géigel estableció que los errores más comunes entre las parejas a la hora de discutir son culpar al otro del problema, quejarse constantemente y criticar al otro, involucrar a los hijos, e irse del lugar donde ocurre la discusión. En el momento en el que las conductas anteriores se vuelven una costumbre o patrón, se facilita una crisis de pareja. Es decir, una infidelidad o simplemente el rompimiento de la misma, puntualizó.

Mientras, la psicóloga y sexóloga María Rodríguez Vidal mencionó como otro fallo frecuente el hecho de no escuchar con empatía ni compasión a las necesidades de todos las partes. Por esto, dijo que la comunicación y audición activa son dos aspectos fundamentales. Además, enfatizó en la importancia de comprender los argumentos de la otra parte, en lugar de meramente responder a lo que dice. 

El no practicar la comunicación y audición activa aumenta la probabilidad de responder a la defensiva, lo cual crea brechas significativas en la comunicación. “En muchas ocasiones, las discusiones se dan por emociones de alta intensidad y no solemos mostrar la capacidad de regular y nuestra verbalización suele interpretarse como queja, reclamo, reproche, etc.”, ejemplificó. 

En el momento de la discusión

Dentro de las sugerencias ofrecidas, lo primero, según Rodríguez Vidal, es ser honesto con uno mismo, con las emociones y necesidades propias. Es fundamental abrir el diálogo sin juicio y con apertura, explicó al recordar que bajo emociones temporeras, no se deben tomar decisiones permanentes. 

Mientras, Martínez Géigel destacó que es esencial reconocer que existen problemas que nunca se van a resolver, como, por ejemplo, la personalidad y condiciones como el Déficit de Atención, entre otros. Aconsejó aprender a escucharse para entenderse y no para defenderse, expresar necesidades y no quejas, hablando sobre lo que cada uno necesita de la otra persona y establecer pautas entre ambos de qué hacer si la discusión se acalora. Como posibles reglas, recomendó hacer un “time out” y luego retomar la discusión más adelante y no permitir faltas de respeto ni amenazas con romper la relación.

Por su parte, Rodríguez Vidal coincidió con Martínez Géigel al comentar que las pausas pueden ser positivas. Este reposo busca que la pareja pueda regular sus emociones de manera efectiva y, una vez tengan mayor claridad mental y calma, puedan nuevamente abordar la situación que les está afectando. El tiempo de duración va a variar entre cada persona y pareja, comentó Rodríguez Vidal. Sin embargo, recomendó que la ausencia en la comunicación no se debe extender a más de un día, sino que se promuevan espacios seguros para el diálogo. 

Mientras, Martínez Géigel agregó que la duración de los “time outs” también puede ser establecida por un terapeuta. “No significa que no lo van a resolver, sino que lo van a trabajar cuando estén en otro estado emocional y puedan manejarlo efectivamente”, destacó. 

Luego del desacuerdo y el momento de tensión

¿Cómo se sabe si el conflicto ha sido resuelto?, se preguntó Martínez Géigel. La clave no es necesariamente que no se recuerden del mismo, sino que no cause el mismo nivel

de emoción negativa, se contestó. 

Luego de una discusión, se recomienda identificar un espacio seguro en el que la pareja pueda expresar sus pensamientos y emociones referente a la discusión, con la libertad, tranquilidad y apertura de no ser juzgados, detalló Rodríguez Vidal. 

Para no revivir la discusión, es importante poder regular de manera saludable las emociones, añadió la sexóloga. Para esto, primero se deben validar las emociones de ambas partes y expresarlas con claridad. 

Otro de los errores más comunes suele ser “darle la razón a la pareja para que ya no pelee”, expresó Rodríguez Vidal al precisar que esta falla aumenta la probabilidad de no sanar efectivamente el conflicto, almacenar la emoción y prolongar el malestar. Agregó que otros de los problemas más habituales son no hacer clarificaciones en el proceso si habían dudas sobre algo, no pedir perdón si ocurrieron ofensas a la pareja y no reconocer que ambos son responsables del conflicto y de la solución.

Aparte de las recomendaciones anteriormente descritas, ambas entrevistadas coincidieron en que recordarle a la pareja problemas o conductas negativas anteriores como argumento en una discusión nueva, también es una conducta problemática. 

¿Cómo saber si necesito ayuda profesional?

Cuando su comunicación no suele ser resolutiva, cuando identifica dificultad para regular su emoción, cuando experimenta emociones de alta intensidad que siente que le sobrepasan y que no puede tomar acción, es el momento de acudir a ayuda profesional. Así lo expresó Rodríguez Vidal al enfatizar en que buscar ayuda es el primer paso para lograr el bienestar de los individuos y de sus relaciones interpersonales

Mientras, Martínez Géigel señaló que, según estudios, las parejas que han adoptado patrones poco saludables son más propensas a la depresión, ansiedad y otras condiciones precarias no solo psicológicas sino físicas. De manera similar, dijo que las circunstancias de la infancia, como la falta de apego, el descuido, el abuso, la falta de estímulo de calidad, los conflictos y la desintegración familiar pueden afectar negativamente el comportamiento social futuro, los resultados educativos, la situación laboral y la salud mental y física de los menores en la familia.

Concluyó al sugerir practicar el estar más conscientes de sí mismos y de su relación, observar el tono de voz y los gestos no verbales, buscar maneras constructivas de cómo hablar, pedir lo que necesita del otro, examinar el compromiso que tienen para la relación, y buscar tener más rituales de conexión como, por ejemplo, sacar tiempo para estar solos como una prioridad.