Mientras se remonta a su pasado para explicar cómo el concurso Señora Puerto Rico Edad Dorada le cambió la vida, Nydia Marrero, de 63 años, no puede contener su emoción. Los recuerdos de su niñez son duros: la pobreza, un padre que la maltrataba física, emocional y verbalmente porque era alcohólico, una enfermedad que la inutilizó de los 7 a los 11 años y la mantuvo cautiva en su hogar.
Sus memorias de la adultez no fueron mucho mejores: terminó siendo víctima de violencia de género por parte de su pareja, teniendo una hija a su cargo. Trabajó por 25 años, envejeció, pero la vida parecía no traerle su coartada de alegría. Lo menos que imaginó es que esa seguridad en sí misma, paz y plenitud llegarían a través del Centro de Envejecientes la Nueva Aurora y se reforzarían con su triunfo como la Señora Puerto Rico Edad Dorada 2019.
“Es la primera vez en mi vida que uso un traje de gala… Yo me dije, ¿por qué no darme esta oportunidad? Y lo llevé a cabo, y me siento orgullosa de mí misma y de la gente a mi alrededor. Yo le llamé el punto culminante de mi vida porque hoy día me siento con más seguridad y sabia, a pesar de haber vivido la adversidad”, dijo en entrevista con Es Mental.
Aunque muchos expertos han comentado sobre la banalidad de los concursos de belleza, la realidad es que el certamen Señora Puerto Rico Edad Dorada ha demostrado, durante sus 14 años de existencia, que está lejos de ser una competencia donde simplemente se cataloga la belleza de las mujeres sobre los 60 años. Fundado en 2004 por su ahora coordinadora, Myriam Santana, año tras año ha ayudado a adultas mayores en su proceso de enfrentarse a los cambios de la vida, que van desde la posible soledad y depresión.
“En los catorce años que he trabajado en esto, he visto los cambios en ellas. En su forma de ser, en su salud mental y en su autoestima. Ellas mismas me han comentado que siempre han querido ser reinas y no podían porque aquellos tiempos que eran bien difíciles, y esto ahora es una oportunidad para ellas lograr sus sueños”, aseguró Santana.
Marrero, la reina ganadora que se presentó como Miss Dorado, no es la excepción. Ella propone el concurso como un espacio de unión que ayuda a las candidatas a mejorar la seguridad en sí mismas, a sentirme plenas y, sobre todo, acompañadas. Desde escoger un traje, desfilar por la pasarela sin importarles los cánones de la belleza que se transmiten en los medios de comunicación, es una experiencia enriquecedora que les cambia su forma de ver la vida.
“Al verlas a ellas tan contentas y ansiosas, es una experiencia inexplicable. Ellas dicen que nada más de compartir entre ellas, con otros centros, se sienten reinas, la Señora Puerto Rico Edad Dorada… Es cuando ellas sienten que se sienten más jóvenes y vivas”, compartió Santana, quien desde el inicio ha tenido participación del evento y quien ahora cumple sus 50 años.
Desde su trabajo en los centros para envejecientes, Santana identificó que les hacía falta una actividad fuera de lo común que motivara a las mujeres a sentirse bellas en su edad dorada. Se las ingenió para formar un certamen local, en Dorado, y fue tan exitosa su iniciativa que ya para el segundo año contó con el apoyo de la Alcaldía de Dorado para llevarlo a nivel nacional.
Desde entonces, todos los años envían la convocatoria a centros de envejecientes alrededor de Puerto Rico para invitar a las sexagenarias a competir por el título. En su edición 2019 se recibieron sobre 20 inscripciones, pero por cuestiones económicas terminaron participando ocho candidatas. A estas ocho, entre ellas Miss Arecibo, Miss Carolina, Miss Cataño, entre otras, se les ofreció un tour por distintas localidades para que compartieran entre sí y comenzaran a desarrollar herramientas emocionales y sociales que le ayudaron durante el transcurso del concurso.
Miss Dorado resultó la nueva Señora Puerto Rico Edad Dorada, lo que no sucedía hacía 10 años de fundado el certamen. Sin embargo, para Marrero, su triunfo se debió a más que a su buena ejecución en el escenario pues su vida viene dando un giro positivo desde que decidió participar como voluntaria en el Centro de Envejecientes la Nueva Aurora.
“Antes de llegar aquí (al centro), estaba deprimida en mi casa. Me había retirado de trabajar y no hallaba qué hacer con mi vida. Luego, un día pasó el autobús del Centro de Envejecientes la Nueva Aurora y yo dije por qué no darme una oportunidad. Al otro día vine al centro y hoy te digo que de aquí no quiero irme. Aquí yo he hecho parte de mi vida emocional. Me siento feliz. Tengo un grupo de gente magnífica, una coordinadora que el lema de ella es déjate llevar, y como me dejé llevar, les traje la corona a mi centro y estoy sumamente orgullosa”, sostuvo la reina.
Dado a su experiencia, Marrero recomienda los centros para adultos mayores como un espacio de paz y felicidad, donde se les demuestra el amor que tanta falta les hace. Los empleados y participantes terminan por convertirse en “una familia” y hasta tiene en qué invertir su tiempo, pues, en su caso, luego de trabajar por muchos años en el cuido de ancianos, ofrece voluntaria desde su experiencia laboral en el centro.
“Esas cosas se quedan en el olvido (retos del pasado). Yo quiero vivir una vida nueva. Yo quiero sentirme como me estoy sintiendo, feliz. Y quiero exhortar a todo el mundo que ha pasado por lo que yo he pasado, que eso no es nada, que uno puede superarse, vivir una vida plena y útil en esta edad dorada”, puntualizó Marrero.