(Foto: suministrada por Diana Mercucci)

Annie García, se mudó a Jacksonville, Florida hace cuatro años. La situación económica, la pérdida de su mamá y la búsqueda de ayuda educativa para sus hijos con autismo altamente funcional fueron sus motivaciones. Llegó sola cerca de las fiestas navideñas y vivió momentos de tristeza por el choque cultural de las celebraciones estadounidenses que no se comparan con las puertorriqueñas. 

Así como García, Diana Mercucci, natural de Yauco y quien reside en Addison, Illinois, se mudó porque su hija se había relocalizado primero y “no podía vivir sin ella y porque quería un mejor futuro para mí para poder ayudarla”.

Lleva seis años y, aunque dice que se ha acostumbrado, “es fuerte, es triste. Uno trata de hacer lo mismo, poner la mesa con la comida… me dan ganas de llorar, es que uno ve que no están todos. No está tu mamá o tu papá. Es bien duro y frustrante”.

Alrededor de seis millones de puertorriqueños viven en Estados Unidos, según estudios censales de 2019. Esa cifra se ha mantenido en aumento, sobre todo desde el paso de los huracanes Irma y María.

Muchos, sin oportunidad para pensarlo dos veces, decidieron mudarse a los estados contiguos en busca de oportunidades laborales y educación para sus hijos. 

“Donde vivo es bien americano. Ahora es que están llegando latinos. Para mí fue como un shock. Estaba en un trabajo en que nadie hablaba con nadie. Llegué en Navidad y sola porque los nenes tenían que terminar la escuela”, recordó García en entrevista con Es Mental.

Su primera fiesta navideña fue del trabajo y “uno espera algo nice, pero fue que llegabas, había juegos que todavía no sé jugar, a las dos horas ya acabamos el almuerzo y la supervisora nos dijo que nos fuéramos. Fue en una cervecería y no tomamos porque era en horas de trabajo. Como no conocía absolutamente a nadie me fui a casa a ver Netflix”.

Llevaba solo semanas en Jacksonville desde que se mudó de Toa Baja y ya pensaba en regresar a la Isla. “Miraba las fotos de mis amigos, de mi familia (celebrando en Puerto Rico) y estaba brutal. Si uno va a hacer el cambio (de emigrar) uno tiene que obligarse a entender y amar otras culturas, pero seguía pensando en regresar. Es un estrés bien fuerte”, dijo García. 

A ella le afectó su estabilidad emocional, igual que a su esposo, quien enfrentó un fuerte racismo al buscar trabajo en la zona donde vivían.

Desde antes de la pandemia su familia celebraba de forma virtual algunas fiestas porque su hermano vivía en Miami, Florida, y su hermana en Coamo. Así que se llamaban por sistemas en línea para hacer cenas, brindar, conversar, y hasta para cocinar. Todavía lo hacen e incluyen amigos puertorriqueños que viven en otros estados.

Donde reside Mercucci “todo el mundo está encerrado y a uno le gusta ir a las casas de los primos, de los hermanos, de las tías a celebrar”. 

No ha podido ir a celebrar las navidades en la Isla, solo a celebrar el primer cumpleaños de su hijo para que fuera con su familia “porque siempre ve a la de su papá acá”.

Por ahora, Mercucci, no regresa a Puerto Rico porque ha logrado tener mejor calidad de vida y sus propias cosas materiales. “Allá no tenía nada más que mi familia. Pero pasan los años y no cambia, el sentimiento sigue siendo igual. Cada vez que llega la Navidad y voy a hacer mi arroz con dulce estoy pensando en mis tías, en mi mamá, mi papá, mi familia. Quisiera que vieran la emoción de mi hijo y de mi nieta, pero no están”, lamentó Mercucci.

Ante la tristeza, la ansiedad o la depresión que las personas pueden sentir al estar lejos de su familia durante las fiestas navideñas, el psicólogo Scott Bea, de la Clínica Cleveland, promueve, primero, “no ser duro con uno mismo” y no sentir culpa o preocupación de no celebrar. Igualmente, “abrirse” a otros y “ser honesto con tus amigos y familiares sobre tus sentimientos. Aún así, Bea indica que se debe tratar de mantener la comunicación con otras personas para manejar las emociones de la época.

También pueden crear sus propias tradiciones y, si viven en un lugar donde el invierno es frío y oscuro, obligarse a mantenerse en movimiento, a prepararse para salir con amigos y a estar alerta y recibir terapia si sufren de depresión de temporada (Winter Blues en inglés).

Según Bea, la mejor manera para sobrevivir este período es ser uno mismo y ser realista con las necesidades y sentimientos que puedan tener.