“Cada vez que uno salía al patio comenzaba a hacer ruidos como un mono y a gritar: ¡Fo, qué peste a negro!”, relata Luis Ramírez Walker tras vivir, junto a su esposa e hijas, tres años consecutivos de acoso y violencia racista por parte de su vecina en Canóvanas.
Tres años después de que las experiencias de esta familia se dieran a conocer a través de las redes sociales, el patrón de odio racial continúa, y tanto Ramírez Walker, su esposa Chanely Cortés, como sus niñas, conocen en carne propia cómo su integridad física y emocional se ha visto trastocada por el racismo.
Algunas de las manifestaciones de odio que la familia ha soportado desde el 2020 son la amenaza de muerte con un arma de fuego, ruidos extremos que provienen de radios encendidos durante toda la noche y madrugada y que afectan visiblemente la calidad de vida, epítetos y burlas a los miembros de la familia, incluyendo las niñas y mofa con muñecos y carteles racistas.

“Nadie nace siendo racista, el racismo se aprende y se aprende en la casa”, sostiene Ramírez Walker.
Todo este patrón de violencia ha sido llevado a cabo por su vecina, una octogenaria que, desde que la familia se mudó a la casa, demostró su repudio hacia las personas negras.
Y como Ramírez Walker son otras las muchas personas que viven a diario, y en cualquiera lugar del 100×35, ataques y patrones de una cultura racista. Basta con recordar cómo en verano del 2022 la deportista Shirley Ferrer denunciaba en su Instagram los insultos racistas (que buscaban compararla con un simio) en medio de un juego.
El racismo es una construcción social que fragmenta a la población y que, a través de sus diferentes manifestaciones podría poner en juego el bienestar físico y emocional de una persona, explicó el trabajador social clínico, Fernando Cuevas Quintana.
“Cuando logramos ver el impacto directo del racismo en las personas, nos vamos a dar cuenta que automáticamente afecta el sentido de pertenencia social, en donde la gente ya deja de sentirse parte de un espacio y esa falta de sentido de pertenencia los va alejando a tal forma que las personas se van aislando, se afecta la confianza, hay baja autoestima y puede haber sentimientos de culpa”, explicó Cuevas Quintana.
Puede verse, de igual forma, sentimientos de soledad, vergüenza, coraje, irritabilidad y conductas autodestructivas, agregó.
La discriminación racial puede afectar seriamente la salud mental y sobre esto la doctora Yanellys Román apuntó que expone a que se pueda desarrollar trauma, ansiedad, depresión, estrés crónico y el consumo problemático de sustancias.
“Hay mucho coraje, porque se siente una desprotección del estado, de tu propia cultura y la sociedad, sobre todo conociendo nuestro origen y nuestra herencia africana. Que, al actuar como si no estuviera ahí, nos invalida un montón”, afirmó la psicóloga clínica.
Recordó que el racismo puede ser una potencial experiencia traumática (sobre todo en los niños) pero, desafortunadamente, no existe conciencia social y cultural sobre ello.
“Una investigación de Harvard habla del impacto que tiene el racismo a largo plazo sobre la niñez, ya que la discriminación constante es un activador del estrés en el cerebro. Cuando el sistema de respuesta del estrés de los niños permanece activo durante tanto tiempo, puede tener un efecto de desgaste en el desarrollo neurológico”, expuso.
Se trata, precisamente, de la investigación How Racism Can Affect Child Development, que basándose en múltiples estudios aborda los efectos nocivos del racismo sistémico y la discriminación cotidiana en la integridad de una persona negra.
“No es un chiste. Estos niños que están constantemente siendo acosados, señalados, golpeados o que están viendo cómo en su comunidad se experimenta violencia policíaca o cómo discriminan a sus padres, todas estas consecuencias del racismo pueden tener un impacto contundente en el desarrollo neurológico y de otros sistemas biológicos”, enfatizó.
El racismo abarca la violencia emocional y, de hecho, puede dar inicio a través de narrativas y el lenguaje cotidiano, como una herramienta para transmitirla, señaló el trabajador social clínico.
“Muchas veces es capaz de manifestarse de forma intencionada, pero también automáticamente, porque responde a la inmersión de una sociedad altamente violenta. Un ejemplo bien básico es que posiblemente usted haya escuchado la frase ‘esa persona tiene el pelo malo’, refiriéndose a un cabello rizado; una frase que continúa hoy día escuchándose y que sigue aportando a la segregación”, puntualizó Cuevas Quintana.
Finalmente, la doctora Román recordó que la situación que a tres años sigue viviendo la familia en Canóvanas expone también el discriminen y el racismo sistémico.
Exhortó a las personas que experimentan y han experimentado racismo a no invalidar sus sentimientos, buscar ayuda profesional para trabajar su parte emocional y sobre todo el apoyo de grupos y organizaciones de activismo antirracista; con el propósito de validar sus experiencias.
“A veces pensamos que estamos solas y solos viviendo con este coraje, pero es un sentimiento colectivo. Con ayuda profesional podemos buscar estrategias para gestionar las emociones”, concluyó.