Conceptualizar a un embarazo como una medida para fortalecer, mantener o formalizar una relación es un indicador de un problema de salud mental, indicó Juan Carlos Malavé Rexach, rector del Instituto Sexológico Psicológico y Educativo de Puerto Rico.
El sexólogo forense especificó que este fenómeno es provocado cuando una persona sustituye su “yo real”, o sea la persona que es y su presente, por su “yo ideal”, que es la persona que quisiera ser y lo que desea para su vida.
En este caso, destacó que, dado a la frustración e inestabilidad emocional que le pudiese provocar a una persona que su “yo ideal” no coincida con el “real”, intentan proyectar y trabajar para hacer todo lo posible para que suceda. Aquí es que surgen estos embarazos, comentó.
Mientras, la sexóloga Aisha Molina Calderón enfatizó que es un proceso que puede ser multifactorial, pues el deseo por embarazarse puede ser también por celos, manipulación o por no querer abandonar una dependencia emocional o económica.
Ambos expertos clasificaron la visión del embarazo para salvar una relación como una constancia no saludable en cualquier tipo de relación de pareja, sin importar la seriedad de la misma.
Por su parte, Malavé Rexach mencionó que, aunque no existan estadísticas sobre cuántos embarazos surgen a partir de esta creencia en la Isla, la situación es común entre sus pacientes, específicamente durante las etapas iniciales de un divorcio.
¿Por qué se conceptualiza el embarazo como la solución?
Ambos expertos apuntaron que visualizar el embarazo como una herramienta para salvar una relación o provocarlo por otros motivos, que no sean la voluntad de ambos miembros de la pareja, es una práctica “antigua” y cultural que debería de ser abandonada.
Molina Calderón asoció a la cultura de las personas con el tipo de relaciones de pareja que forman y su modalidad.
En el caso de Puerto Rico, la también investigadora social enfatizó en que, culturalmente se asume que, luego de estar cierto tiempo con una persona, esta va a formalizar la relación y, entonces, tendrán hijos. Añadió que, en algunos casos, luego del primer hijo o hija, la familia de la persona, incluso, le pregunta a la persona que gestó: “Pero, ¿y cuándo le vas a dar un hermanito o una hermanita?”
Detalló que este patrón y las presiones sociales que lo arropan propician este tipo de conducta, pues las personas piensan que seguir el esquema es necesario o que es lo que se espera de ellos o ellas.
Riesgos
Por su parte, el también psicólogo clínico Malavé Rexach dijo que tener un hijo depende de una voluntariedad en diversas áreas, como social, emocional y racional. Sin embargo, estableció que, si se utiliza alguna otra variable para justificar el embarazo, como para que la persona se quede dentro de la pareja, facilitaría el que esta se convierta en una relación dañina. Incluso, alertó que esta situación pudiese culminar la relación.
Según un estudio realizado por Benjamin R. Karney y Thomas N. Bradbury en 1995, se probó que la calidad y estabilidad de un matrimonio se basa en tres aspectos relacionados: la perseverancia ante la vulnerabilidad, eventos estresantes y capacidades adaptativas.
Más aún, el estudio especificó que el embarazo puede ser el primer evento estresante por el que pasan muchas parejas juntas. Por esto, se estableció que la naturaleza de esta tensión y la manera en la que sucede el proceso de gestación y el parto son factores que afectan la funcionalidad de una pareja.
Mientras, Molina Calderón expresó que las repercusiones de este fenómeno dependen del contexto de cada caso.
Determinó que asumir que por un embarazo su pareja va a decidir continuar la relación que anteriormente deseaba culminar o que va a surgir un cambio dentro del comportamiento, el amor y las interacciones de esta y que luego del embarazo esta idealización no se cumpla puede provocar o exacerbar distorsiones o trastornos de salud.
Ejemplificó que esta situación puede traer sentimientos de fracaso, depresión, ansiedad y frustración.
Por encima de ello, explicó que, si la gestante depende de su pareja, el embarazarse y, que no sea correspondido, pudiese poner en amenaza la estabilidad económica de la persona por el gasto que un niño supone.
Más aún, destacó que, si la pareja de esta persona recibe la información del embarazo luego de que suceda, la estrategia del embarazo no funciona, la persona mantiene su decisión por querer abandonar la relación, el embarazo se complica y la persona tiene que enfrentarlo sola, la persona gestante también pudiese sufrir de repercusiones que laceren su bienestar emocional.
Agregó que, esta medida no prueba ser efectiva y la persona queda encinta, pero sin pareja, y sus valores personales o creencias religiosas no coinciden con abortar o tener un hijo fuera de un matrimonio la salud mental de la persona también se puede ver afectada.
Mientras, que la gestante o la persona que haya deseado el embarazo para salvar la relación sepa que su pareja se quedó en la relación por el embarazo y no por la relación emocional que tienen, puede lacerar la autoestima y el autoconcepto de la persona.