Las relaciones familiares y la amistad siempre son importantes, pero hay momentos en la vida que transforman estos lazos. Cuando llegan las pruebas más difíciles, como lo es un diagnóstico de cáncer de seno, son imprescindibles. Contar con gente que está dispuesta a escucharte, acompañarte y hasta hacerte reír, aliviana cualquier carga.
La doctora Lourdes Feliciano, quien lleva alrededor de dos décadas trabajando con pacientes que luchan contra el cáncer del seno, puede dar fe de cuán complejo puede ser enfrentar la enfermedad y lo importante que son las redes de apoyo en el proceso.
“Esto es un cubetazo de agua fría. Nadie quiere escuchar que el resultado de una prueba de cáncer es positivo. También es un cubetazo para el entorno de cada paciente”, sostuvo la oncóloga y directora clínica del Centro Comprensivo de Cáncer de Puerto Rico.
Sin embargo, por retante que puede llegar a ser, la mujer o el hombre que comienza un tratamiento para su condición, debe tratar de combinar el esfuerzo personal con la ayuda que puede tener en su entorno.
La doctora Feliciano explica que “se vale botar el golpe”. Es decir, se considera natural que haya tristeza, negación y otras emociones al recibir un diagnóstico. Sin embargo, todo el mundo debe entender que a largo plazo no se obtiene ningún resultado positivo al permitir que las mismas afecten el estado de ánimo permanentemente.
Puede ser útil pensar que comenzar a lidiar con el cáncer -u otra enfermedad- muchas veces se siente como un duelo, comenta, por su parte, la psiquiatra Caroline Toro.
“La persona puede ver la enfermedad como una pérdida y empezar a preguntarse: qué va a pasar conmigo”, indica.
En términos de estrategias para potenciar la capacidad emocional para hacer frente a la situación, puede ser útil escribir lo que está experimentando, al mismo tiempo que procurar evitar el aislamiento que puede ser una tentación al no desear afectar a los amigos o familiares o simplemente no sentir el deseo de compartir el dolor. Es común que esto suceda, pero no es recomendable. ¿Por qué?, porque el rodearse de buena compañía, contarle lo que sientes a alguien que te escuche sin juicios, con respeto y sensibilidad es una protección a tu salud en todos los aspectos.
“El hecho de tener con quien hablar, ventilar cómo te sientes, hace toda la diferencia del mundo. Es increíble. El hecho de tú simplemente llorar con alguien, recibir un abrazo, también hace toda la diferencia”, explica Toro.
Menciona que esta ayuda pueden ofrecerla amigos y familiares, pero también los profesionales de la salud o una combinación de todos. De hecho, la Clínica Mayo recomienda contar con un recurso fuera de la familia que pueda escucharte, así como algún grupo de apoyo. La Sociedad Americana contra el Cáncer, por ejemplo, ofrece el programa Recuperación a su alcance, a través del cual personas que han logrado vencer o sobrellevar un diagnóstico sirven de mentores a quienes están lidiando con ella.
La doctora Feliciano compara a este grupo de apoyo con un “ejército”.
“El deseo de lucha sale de uno y lo alimenta el entorno. Se habla mucho de sobrevivientes de cáncer, pero a mí me gusta hablar de combatientes. Los combatientes luchamos en ejército, en grupo. Es importantísimo esto, porque cuando un soldado se debilita el otro lo carga. Hay que luchar en equipo, se puede llorar, pero no puedo quedarme llorando”, destaca la oncóloga.
También es importante asumir la enfermedad como una responsabilidad. Asumes esta actitud cuando te educas, te impones metas y tienes la determinación de seguir adelante, aún cuando haya tropiezos en el camino.
“Esto es como un maratón. A veces corres, otras caminas o ‘jogueas’, pero no te detienes hasta llegar a la meta. Y la meta es estar saludable, controlar la enfermedad”, apunta.
Feliciano también aconseja a los pacientes y su grupo de apoyo entender que mientras más avanzado está el cáncer, menos se hablará de su cura. Esto no quiere decir que haya que claudicar sino aprender a asumirlo como una condición crónica. Hay que pensar que una actitud proactiva -más allá de positiva- siempre va a resultar mejor.
“Si yo no me puedo curar, quiero mantener mi condición bajo control. Tengo que seguir mi tratamiento, cuidar mi dieta, hacer ejercicio. Esto nos ayuda a tener una buena calidad de vida”, explica.
A las personas que acompañan a un paciente en este trayecto a veces se les puede hacer difícil encontrar las palabras adecuadas o el modo de actuar que refleje sus buenas intenciones. Sin embargo, a ellos las doctoras les recomiendan expresar algunas frases similares a: “estoy aquí para lo que puedas necesitar de mí”, “sabes que cuentas conmigo”, “quiero escucharte, saber cómo te sientes”.
Expresar el amor también se convierte en un gran respaldo porque le recuerda al paciente que es querido, que su presencia es importante y valiosa para la vida de otros. Tender la mano a un amigo o familiar enfermo también es una experiencia aleccionadora y de crecimiento. Es aceptar que somos vulnerables, sin dejar de ser fuertes.