Arlene Rivera Mass es psiquiatra desde hace más de veinte años. Por eso, identificó que su hija padece lo que se conoce como trastorno de déficit de atención (ADD, por sus siglas en inglés).
Su amor de madre la llevó a indagar más sobre la condición y asegura que es un tema del que se habla muy poco.
“Tuve que hacer mi research y, debido a mi lucha personal, me di cuenta de la cantidad de ignorancia que hay sobre cómo llevar un tratamiento y un acomodo adecuado (en las escuelas) para niños que tienen condiciones de salud mental”, manifestó la psiquiatra.
Como su hija hay una gran cantidad de niños y adolescentes en Puerto Rico. Un estudio titulado Descripción de la prevalencia y el estado de situación de la salud mental en niños y adolescentes en Puerto Rico a 2016, preparado para la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (ASSMCA), destaca que, de una muestra de 150 mil adolescentes entre las edades de 13 a 17 años, el 67.0% tenía un diagnóstico correspondiente al trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad. De este por ciento, solo el 13% se encontraban recibiendo servicios de salud mental.
Raul Rosado, consejero en rehabilitación, aseguró que son muchos los jóvenes con este diagnóstico que llegan a su oficina. Explicó que los trastornos de déficit de atención o déficit de atención con hiperactividad, generalmente se manifiestan cuando el menor tiene dificultad para seguir instrucciones, hacer tareas que requieren realizar un esfuerzo mental durante un periodo prolongado, tiene problemas para organizarse y no logra completar las actividades escolares, las tareas del hogar o las responsabilidades del lugar de trabajo, entre otras señales.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) reconoce que la ansiedad, la depresión y ciertos tipos de trastornos del aprendizaje pueden presentar síntomas similares al trastorno de déficit de atención. Por eso, los profesionales de la salud mental utilizan el Manual diagnóstico y estadístico de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría como guía al momento de dar un diagnóstico de déficit de atención. Este manual ayuda a garantizar que el diagnóstico y tratamiento de las personas se realice de manera correcta.
Los niños con este trastorno son registrados en el Programa de Educación Especial que dirige el Departamento de Educación (DE) de Puerto Rico. A través de su Secretaría de Educación Especial, el DE ha establecido las siguientes categorías de acomodos razonables para ofrecerle condiciones de aprendizaje justas a estos estudiantes:
1) Acomodos de presentación, en los que se cambia la manera en que se presenta la información al estudiante, ya sea de forma auditiva, visual, táctil o multisensorial.
2) Acomodos de forma de responder, lo que permite a los estudiantes completar actividades, asignaciones y evaluaciones utilizando algún tipo de equipo u organizador que los asista.
3) Acomodos de ambiente y lugar, lo que consiste en organizar el salón de tal manera que permita al estudiante acceso equitativo del material.
4) Acomodos de tiempo e itinerario, que dan tiempo adicional para que el estudiante pueda completar una evaluación o tarea.
Rosado señaló, además, que en el sistema de educación pública, los niños registrados en el Programa de Educación Especial cuentan con la oportunidad de asistir a un “salón recurso”, donde pueden reforzar sus asignaturas. No obstante, destaca que en la adolescencia los jóvenes se cohiben de recibir los servicios, debido la connotación que tiene para sus compañeros estar en este programa.
Contrario a otros niños en el programa de Educación Especial, quienes padecen déficit de atención o déficit de atención e hiperactividad no necesariamente presentan una discapacidad física ni intelectual. Por tanto, Rosado advirtió que las concepciones sobre los estudiantes de educación especial pueden afectar seriamente la autoestima del niño y llevarlo a querer dejar la escuela.
Sobre la raíz del problema, el sociólogo Elvin Mitchel Toro indicó que el estigma que se le impone a los estudiantes de educación especial sucede, ya que “a nivel cultural la salud mental no se ve como un aspecto de la salud y en muchas ocasiones no se hacen las pruebas neurológicas necesarias para confirmar el diagnóstico”.
Por su parte, la doctora Rivera Mass comentó que este diagnóstico suele ser confundido con un problema de conducta. En su experiencia, los maestros que trabajan con este tipo de niños en salones de corriente regular no tienen especialidad en educación especial y a veces no se les brindan la ayuda necesaria para obtener éxito académico.
Un reto para los maestros
Trabajar con niños con déficit de atención es uno de los grandes retos que tienen los maestros tanto de escuelas públicas como privadas. Eso asegura Marianyelix Ortiz Soto, maestra de español en una escuela especializada en San Juan, quien tiene 20 estudiantes con déficit de atención en su aula.
“Lo más difícil [de tener tantos niños con el diagnóstico] es que no solo planificas la clase, sino que planificas muchas formas de dar la clase”, expresó Ortiz Soto, quien está próxima a completar su maestría en Educación Especial Diferenciada.
Para ella, es importante dedicarle tiempo a cada estudiante, conocer sus fortalezas y debilidades y ayudarlos a organizarse. Esto último es vital, ya que “cuando están perdidos [los estudiantes], o no saben cuánto tiempo les queda (para terminar un trabajo), se pueden descontrolar”, señaló Ortiz Soto.
Algunas estrategias que utiliza la educadora para ayudar este tipo de estudiantes a mantenerse enfocados son: usar la tecnología para ayudar a los niños a organizarse y enfocarse, ofrecer ayuda individualizada para entender los temas, modificar las evaluaciones de acuerdo a las fortalezas e intereses del niño y brindarle tiempo adicional razonable para completar las evaluaciones.