Incertidumbre, miedo, ansiedad, soledad y agotamiento físico y mental son solo algunas de las emociones o sentimientos que las personas han estado sobrellevando durante este año 2020 como consecuencia de la pandemia del COVID-19. 

Lo anterior ha traído grandes retos emocionales para las personas, particularmente porque la pandemia ha causado que tengamos que vivir, estudiar y/o trabajar desde un distanciamiento físico o social y una nueva realidad virtual a la que no estábamos habituados. 

Aspectos como estudiar o  trabajar virtualmente de manera forzada, la fatiga provocada por la sobrecarga cognitiva de las videoconferencias, el tener que estar todo el tiempo en el hogar solos o junto a otros integrantes de la familia, el tener que lidiar con pérdidas económicas y la limitación de poder salir a realizar actividades de distracción; son solo algunos de los retos que las personas trabajadoras han estado enfrentando. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020) señala que la propagación de COVID-19 representa un desafío emocional para las personas, particularmente por los cambios sin precedentes en la vida cotidiana y en la vida laboral. Todos los sectores de la sociedad, incluidos las organizaciones y las personas, deben desempeñar un papel activo para protegerse psicológica y emocionalmente y para ayudar a prevenir una mayor propagación de la enfermedad. 

Por tanto, es necesario que las empresas comprendan con claridad la relación entre las emociones de los trabajadores y los diversos riesgos psicosociales que enfrentan, como por ejemplo  demandas excesivas, falta de claridad de la tarea, comunicación ineficaz; particularmente si desean potenciar -en medio de una crisis de salud global- la rentabilidad del negocio y la productividad de los trabajadores en la organización. 

Para incentivar que el trabajo aporte emociones positivas y potenciar la autoeficacia, la motivación, la satisfacción, el compromiso y el balance de vida personal y trabajo, el personal supervisorio debe esforzarse en lo siguiente:

  • Mostrar empatía y compasión. Comprender que las personas no dejan sus emociones en la puerta cuando comienzan a laborar es clave, sobre todo, cuando el turno de trabajo ahora lo realizarán desde su propio hogar.
  • Proveer las herramientas necesarias. Tanto en el ámbito presencial como en el virtual, es necesario que el trabajador cuente con todo el equipo necesario para poder realizar su tarea efectiva y eficientemente. Si en la oficina, por ejemplo, la persona tenía dos monitores para poder ver múltiples documentos a la vez, es importante que en la casa pueda hacerlo igual. 
  • Establecer expectativas claras con respecto a las tareas y los deadlines. Lo anterior ayudará significativamente a que el personal pueda tener un poco de certidumbre dentro de tanta incertidumbre y manejar más efectivamente su tiempo. 
  • Fomentar los canales de comunicación variados y abiertos. El supervisor debe conectar con el trabajador desde diversos medios (videollamadas, correos electrónicos, textos) para facilitar la interacción y propiciar el rapport.
  • Fomentar la autonomía y evitar el micro management. Clarificar las responsabilidades -de variar-, dar la tarea y permitir que la realicen sin un rendimiento diario de informe, por ejemplo. Eliminar la supervisión excesiva.
  • Proveer retroalimentación y reconocimiento al personal. El líder puede aportar al fortalecimiento de la creencia que cada trabajador tiene acerca de su propia capacidad para realizar la tarea mediante el reconocimiento informal explícito.
  • Permitirles tener horarios flexibles. Considerando que no todas las personas tienen la misma realidad de salud o familiar en su hogar, es necesario considerar una mayor flexibilidad a la hora de pedirles trabajar desde el hogar. 

Investigadores como Salessi y Omar (2017) también señalan que es clave que el personal supervisorio reconozca las fortalezas psicológicas de sus trabajadores ( esperanza, autoeficacia, optimismo y resiliencia), para lograr mayor capital psicológico y una mejor calidad de vida para los trabajadores. 

En fin, la OMS define la salud como el estado completo de bienestar físico y social de una persona, y no solo la ausencia de enfermedad, por lo que podríamos decir, partiendo de ese concepto amplio de lo que representa estar en salud, que en medio de la pandemia de COVID-19 la salud de todas las personas está viéndose afectada de una manera u otra. Por tanto, tal como menciona la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2020), las organizaciones deben aspirar a que los trabajadores tengan condiciones de trabajo dignas y libres de amenazas tanto a la salud física como la mental.

*El autor es psicólogo industrial y organizacional y funge como consultor de recursos humanos y profesor universitario a nivel graduado. Ha participado en diversas investigaciones que han sido presentadas en conferencias profesionales tanto en Puerto Rico como internacionalmente. Su investigación actual se centra en el fenómeno de las relaciones románticas y en la identificación del discrimen hacia la población LGBTQ+ en el ámbito laboral.