La falta de educación y entendimiento sobre la salud mental de las personas continúan perpetuando un estigma hacia la diversidad de diagnósticos que existen, como lo es el trastorno de personalidad limítrofe o también conocido como borderline, y todos los mitos que existen alrededor de este. 

El trastorno de personalidad limítrofe se caracteriza por desregulación emocional, y quienes forman parte de esta población experimentan sus emociones a flor de piel, ya sea desde el amor, la tristeza y la frustración, entre otros. Por tanto, se crean ideas y etiquetas prejuiciadas de cómo viven sus sentimientos y sus relaciones interpersonales.

De hecho, algunos utilizan el término “intenso o intensa” con la finalidad de hacer descripciones desde la mofa o la burla; sin embargo, estas personas sí experimentan sus sentimientos desde la intensidad y las ganas de darlo todo en sus vínculos, ya sean familiares, amigos o pareja.

“A veces pensamos en intensidad como una connotación negativa, pero la intensidad no es ni negativa ni positiva. Eso quiere decir que cuando te aman, te aman más que nadie. Cuando te necesitan, te necesitan más que nadie. Te van a querer como a nadie”’, explicó a Es Mental el doctor Domingo J. Marqués, director del Dialectical Behavioral Therapy and Research Program de la Universidad Albizu. 

En muchos casos se manifiesta impulsividad, así como miedo al abandono, por lo que -desde el desconocimiento- puede resultar confuso para la otra parte que conforma la relación. 

“Comienzan a hacer unas conductas basadas en ese miedo, que el resto de la población no va a entender. Pero realmente no lo hacen con intención de manipular, es que la emoción es tan intensa, que es la forma de ellos calmarse. Esa es la diferencia entre la impulsividad y la manipulación, que esta última es algo planificado”, señaló la doctora Yelitza Villegas, psicóloga clínica.

El prejuicio provoca, además, que se les llegue a considerar como “irracionales” y/o “manipuladores”. 

Una parte crucial del tratamiento son los familiares, amigos o parejas, para que puedan entender que esto es parte de una condición severa mental. Se les enseña, además, a cómo validar la emoción”, compartió. 

El rol de las relaciones interpersonales es esencial en muchos aspectos, pues también se cree, según las teorías, que el diagnóstico puede surgir tras haber vivido en ambientes invalidantes, en los que desde pequeños no se les reconoció las emociones, dijo Villegas. 

Las investigaciones apuntan a que existen factores genéticos, ambientales y sociales que se vinculan a este trastorno.

El doctor Marqués mencionó que la estructura cerebral juega un papel significativo y que existen diferentes áreas del mismo que funcionan diferente. 

“Tienes la amígdala que es hiperactiva. La corteza prefrontal que es hipoactiva y el área de reconocimiento de las caras (que le atribuye emociones a las caras de los demás), que es hiperactiva también”, detalló. 

Si alguien sabe cómo es experimentar esto en sus vidas son tres los testimonios entrevistados por Es Mental, a quienes identificaremos como Sol Rodríguez, María López e Isa Ramírez, profesionales de diversos campos que coinciden en que la falta de entendimiento les hizo vivir situaciones poco sanas para su salud emocional.

“Antes de mi pareja actual, con quien llevo 13 años, todas mis relaciones fueron bien atropelladas. El estigma de ser una persona ‘manipuladora, ‘explosiva’, ‘irracional’, etcétera, me seguía, y muchas personas nombraron que yo era ‘too much’”, relató.

En el caso de Sol, cuando ocurrió su diagnóstico, con 19 años, había mucho más prejuicio sobre el trastorno y se solía creer que los síntomas eran producto del trastorno bipolar.

Hoy reconoce que la terapia ha sido aliada en su proceso y que lo más que le hace daño a la población es la idea errada de que vivir con borderline es hacer drama o exageración

“Amar a una persona con borderline no es fácil. […] Es una condición real, sumamente dolorosa de llevar y con la incidencia más alta de tendencias suicidas dentro de la comunidad de personas con diferentes condiciones mentales. Nosotros sentimos todo, todo, todo el tiempo”, reiteró. 

Por otro lado, está la historia de María, vecina de San Juan, quien a los 20 años fue diagnosticada erróneamente con trastorno bipolar, cuando en realidad se trataba de trastorno de personalidad limítrofe.

A los 15 años María vivió uno de los eventos más impactantes de su adolescencia, la muerte de su papá. Desde ese evento traumático comenzaron sus visitas a un psiquiatra. Sin embargo, lo que sentía dentro de sí persistía y ella no entendía por qué la ayuda no tenía resultados.  

Años más tarde decidió visitar un psicólogo y fue este quien dio con la situación que realmente experimentaba. 

En el trayecto de comprender mejor el trastorno, María admite que perdió amistades a las que consideraba parte importante de su vida.

“Ellas no podían bregar conmigo. Yo no entendía, sufrí mucho y estuve muy sola. Vine a hacer paz con esto básicamente hace muy poco y todavía me duele, porque entregué el corazón”, admitió. 

Señaló que le juzgaron por vivir con intensidad sus sentimientos y llegaron a decirle que era demasiado ‘intensa’.

“Lo más que me marcó ha sido la frase ‘eres demasiado intensa’ y creo que si estudiamos las cosas, no debería ser un estigma el que sea intensa. Siento las cosas de una forma que otras personas no pueden”, contó. 

Se estima que de 1 a 3 por ciento de la población experimenta los síntomas del trastorno de personalidad limítrofe. 

En el caso de Isa, el diagnóstico llegó tardío y con ello varias relaciones de pareja en las que sintió era el problema. Mientras tanto, pensamientos de querer culminar con su vida, depresión y miedo a ser abandonada, persistían en su vida. 

“Gracias a unas amigas fue que llegué a mi doctora. En aquel momento hablar de bordeline era bien tabú y venía con muchos sellos que la gente ponía, como que estas ‘personas son malas y manipuladoras’. Esa parte era bien fea, porque tú dices: ‘no quiero que me vea como una persona mala y manipuladora”, compartió la mujer.

Con el tiempo y la experiencia aprendió, asimismo, a que su explorar su sensibilidad no es algo negativo, como en algún momento llegó a creer.

Ahora, por el contrario, celebra sentir sus emociones sin miedo al qué dirán. Pero también el conectar con una profesional de la salud mental que le ha ayudado en el camino. 

“Cuando recibo el diagnóstico, además de ver todas las posibles cosas que sentía, fue una sensación de alivio, por fin pude apalabrar lo que me estaba pasando por muchos años”, dijo. 

El tema de la educación, el entendimiento y la conciencia sobre el trastorno es de suma importancia para que pueda romperse el estigma y, sobre todo, que exista mayor empatía, en especial, por parte de familiares, amigos y parejas. 

“Una persona con conocimiento puede ayudar y hacer que la vida de ambos sea una con muy poca crisis, versus una persona con desconocimiento puede contribuir a la misma, sin saber”, puntualizó Marqués.