El rechazo hacia las personas que han tenido COVID-19 no es generalizado, pero aquellas que lo sufrieron todavía les duele porque vino de las personas menos esperadas.
Cuando inició la pandemia del coronavirus el rechazo se demostró con acciones y expresiones racistas en contra de las comunidades asiáticas en diversos países. Luego, al menos en Estados Unidos, ante el alza de casos entre personas negras y latinos, el racismo se extendió a ellos. Así lo establece un estudio de Columbia University de Nueva York.
“Yo fui de esas rechazadas por muchas amistades cuando a mi hija le dio COVID. Me sentí el ser más humillado del mundo por esos rechazos. Pensaban que yo tenía COVID también y me echaron para el lado”, dijo unas de las entrevistadas que prefiere, igual que las demás, que no revelemos su nombre.
Su hija vive en San Juan, ella en el suroeste de la isla y la visitaba “para llevarle compra y se la dejaba afuera”. Pero cuando sus amigos y vecinos supieron del caso, “rápido me dijeron tú lo tienes también, me voy a hacer la prueba porque he estado en contacto contigo… No vengas para acá porque si no lo tengo me lo puedes pegar”.
“Hubo una (persona) que trabaja con un doctor y le dijo al doctor que había tenido contacto conmigo y el doctor la mandó a la casa y me echó la culpa. Me frustré y me guardé en casa como 20 días y no le contestaba a nadie. Me dieron todos los síntomas psicológicamente. La mente es poderosa”, dijo a Es Mental.
En otro caso, la mamá de Raquel (nombre ficticio) le advirtió “no le digas a nadie” que tuvo COVID. Pero ella realmente quería que la gente supiera cómo cuidarse durante la enfermedad de la que logró recuperarse. Ella y sus dos hijas, la menor de un año con Síndrome de Down, convalecieron por varias semanas en su casa.
Al regresar a las terapias de la pequeña, ya con pruebas negativas, una mamá se mostró preocupada por si su niño, con su sistema inmunológico comprometido, se podía contagiar.
Raquel pensó: “Pues, déjame darle información, herramientas para que ella se empodere y ande con menos miedo”.
“Pero según yo iba hablando con esa señora sobre mi experiencia con el COVID, ella iba dando un paso para atrás, y otro… la señora entró en un estado de shock, con los ojos bien grandes… Ya ni me escuchaba. Se echó alcohol y al nene…”, sostuvo.
El interés que tenía Raquel de guiar a otros sobre cómo cuidarse si les da COVID ha mermado con cada encuentro porque algunas personas piensan que pueden contagiarse.
“Ignorancia y miedo. El miedo es producto de la ignorancia”, afirmó.
Como explica el estudio de Columbia University, “es probable que este comportamiento discriminatorio sea más pronunciado durante la pandemia de COVID-19 porque ha causado inseguridad económica y trastornos en la vida social que se han unido al aumento de la retórica política racista y xenófoba”.
Por otro lado, a Yanira (nombre ficticio) la discriminó al menos una clienta de la gasolinería donde trabaja. Ella y su familia resultaron positivos y “el garaje estuvo cerrado por tres días en lo que ‘sanitizaban’ y pues… se regó la voz que fui yo”.
“Al mes, cuando regresé, una clienta me trató de lejos y me cuestionó… me hizo sentir mal. Le echó alcohol al cambio que le di y se bañó en alcohol ella. Quizá pensó que la podía infectar”, recordó Yanira.
A otro paciente, al que llamaremos Miguel, lo que más le molesta “es que juzguen sin saber”.
“Piensan que uno es irresponsable y el primero que me hizo sentir así fue el médico que me atendió”, comentó Miguel, quien dijo que siempre mantuvo todas las precauciones posibles, pero terminó contagiado.
“Gracias a Dios a mi esposa no la contagié, pero cuando uno dice que tuvo COVID-19 la gente reacciona con rechazo, y a mí me dio en enero” y aún sigue sintiendo el discrimen.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) catalogaron este tipo de rechazo como estigma, el que debe atenderse de forma seria y con datos. Puede darse en las comunidades, en la calle, pero también en el empleo y los centros de estudio, para lo que existen leyes y reglamentos que protegen a las personas.
“El estigma puede afectar negativamente la salud emocional, mental y física de los grupos estigmatizados y las comunidades en las que viven. Las personas estigmatizadas pueden experimentar aislamiento, depresión, ansiedad o vergüenza pública. Detener el estigma es importante para hacer que todas las comunidades y miembros de la comunidad sean más seguros y saludables. Todos pueden ayudar a detener el estigma relacionado con COVID-19 al conocer los hechos y compartirlos con otros en sus comunidades”, sostienen los CDC.