En una sociedad tan competitiva en la que el éxito es la vara que se utiliza para medir la felicidad de una persona, la autocrítica se convierte en la gasolina que nos impulsa en el día a día. 

Pero, ¿por qué recurrimos a esto?  Nuestro diálogo interno, sin duda, posee varias funciones. Vemos en la autocrítica una forma de prestar atención a nuestros errores para no volver a cometerlos. Utilizamos este mecanismo como un camino hacia la perfección; sin embargo, esta vía lejos de beneficiarnos, podría terminar saboteando nuestros esfuerzos. 

Hagamos el siguiente ejercicio. Si pudieras imaginar tu crítico interior, ¿qué aspecto tendría? ¿suele ser muy duro contigo? ¿por qué cosas te critica o te juzga? Es importante que sepas que continuamente estamos en contacto con la autocrítica y que su fuente principal de alimentación es la culpa y la vergüenza. No obstante, estamos tan acostumbrados al sabotaje interno que la gran mayoría del tiempo pasa desapercibido. Tristemente, en muchos casos este inútil patrón de pensamiento lo hemos adoptado durante la infancia, a través de los mensajes que recibíamos de nuestros padres y hasta de nuestros amigos. Por lo tanto, conocer la raíz y cómo nos relacionamos con nosotros mismos es el primer paso para construir diálogos internos más constructivos y poner fin a nuestra pugna interna. 

Ahora, imagina por un momento que estás a punto de entrar a un campo de batalla, ¿quién te gustaría fuera tu compañero de combate? ¿alguien dispuesto a criticarte y fustigarte cuando afrontes dificultades? La respuesta parece bastante obvia. Kristin Neff, principal investigadora de la autocompasión, establece que a través de la bondad hacia nosotros mismos calmamos nuestra tormenta interior. Neff define la bondad hacia uno mismo como dejar de juzgarse y emitir comentarios internos denigrantes. Hacernos buenos amigos de nosotros mismos significa no ser ni demasiado críticos, ni demasiado pasivos. Un buen amigo siempre buscará lo mejor para nosotros, será comprensivo, nos animará y apoyará cuando necesitemos enfrentarnos a alguna situación.

Cómo reacciona nuestro cerebro a la autocrítica

Las investigaciones recientes en neurociencia establecen que existen al menos tres áreas cerebrales que trabajan conjuntamente para controlar y mantener nuestras emociones.  Pero, ¿cómo funcionan? El sistema de amenaza y autoprotección involucra emociones como la ira, el miedo y la ansiedad. Su respuesta automática es pelear, huir o paralizarse.  Por ejemplo, ser severamente autocríticos activa este sistema (“lucha o huye”), lo que eleva los niveles de cortisol en la sangre, hormona asociada con el estrés.  El sistema de recompensa y logro está vinculado al placer, y anima a la búsqueda de los recursos que vamos a necesitar para sobrevivir y prosperar. Se ha descubierto que las personas autocríticas a menudo se mueven a este sistema como una forma de evitar el fracaso y el rechazo. El sistema de afiliación y seguridad se asocia con la satisfacción, compasión y sensación de alivio a través de la conexión con los demás. Este sistema es de vital importancia, pues cuando se activa libera oxitocina y endorfinas, dos hormonas que aumentan la sensación de seguridad y bienestar.  Lo interesante es que se ha encontrado que en las personas altamente autocríticas este sistema está casi inactivo.

Paul Gilbert, desarrollador de un modelo psicoterapéutico enfocado en la compasión, explica que estos sistemas de regulación emocional influyen sobre cómo percibimos el mundo, y hemos visto la función que juega la autocrítica en cada uno de estos.   

Evidentemente, conocer la función de nuestra voz crítica interior en nuestra vida resulta vital, particularmente ante el vínculo que guarda con el bienestar físico y mental. Así pues, comencemos con bajar el volumen a nuestro tirano interior, y generemos una relación de amabilidad con nosotros mismos. Cometer errores es parte de nuestra naturaleza humana, pero maltratarnos cuando sentimos que hemos fallado no es la opción. En cambio, la bondad hacia nosotros mismos nos ayudará a construir un puente entre el crecimiento y el equilibrio emocional. 

*La autora es psicóloga licenciada con especialidad en consejería psicológica.